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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Romper en caso de mafia

Anteayer me acostaba alucinando con la historia trapacera de los falsos paralímpicos de Sidney 2000, y ayer la dosis diaria de cabreo me llegó con la noticia de la detención, en una nueva operación vinculada con el caso ERE, de un alto cargo de la Diputación de Sevilla, del secretario provincial de UGT de Cádiz, de los exsecretarios de Desarrollo Industrial y de la Federación de Industrias Textil-Piel, Químicas y Afines de CCOO en Andalucía, de dos sindicalistas de CCOO en Córdoba y de varios empresarios. No me satisface en absoluto el planteamiento al respecto del secretario general de UGT, Cándido Méndez, “Si ha habido algún error, lo reconocerán y lo corregirán”, ha dicho, mostrando su confianza en “que, en general, las cosas se han hecho de manera correcta”. En cuanto a la posición de CCOO, espero que esta no se quede sólo en lo dicho en abril, ya que a día de hoy resultaría absolutamente insuficiente.

Vale que la presunción de inocencia no debe valer sólo para Herrira y vale que, como en este caso, hay detenciones (demasiadas) que luego quedan en nada. Vale. Pero en estos momentos el país tiene toda la pinta de ser un pudridero. Sólo la corrupción urbanística suma casi 700 casos entre 2000 y 2010, dibujando un mapa de la vergüenza según el cual más de la mitad de la población española, el 56,1%, ha sufrido al menos un caso de corrupción en su municipio. Y ahí no entran ni 'bárcenas', ni 'diazferrans', ni eres, ni 'noos', ni tantos y tantos casos.

Por eso me extraña que un estudio cualitativo del Centro de Investigaciones Sociológicas de marzo de 2011 señale que, en la opinión pública española, la corrupción parece ser más un rasgo personal y subjetivo de las y los políticos que una característica estructural del sistema político. Según este estudio, se observa una “personificación” de la corrupción: quienes protagonizan estas prácticas serían casos concretos, personas con nombre y apellido, descargando de cualquier responsabilidad tanto al sistema político en su conjunto como a los partidos. Las personas participantes en ese estudio llegan a normalizar la corrupción al considerarla como un rasgo tradicional, propio de la cultura española o mediterránea, aunque acentuada en los últimos tiempos por la crisis de valores que el boom económico y la riqueza fácil y abundante han generado en nuestra sociedad. Según esto, la corrupción sería mayor allí donde existen más posibilidades e incentivos para corromperse pero, como suele decirse, todos tendríamos en nuestro interior un corrupto esperando a salir a la menor posibilidad.

La idea de la corruptibilidad como flaqueza humana salva al sistema político actual y eso, en estos tiempos de una desafección democrática que tan fácilmente se desliza hacia el populismo y hasta el fascismo, no deja de tener su interés. Sin embargo, a mí me parece que una democracia corrupta, como aquella democracia orgánica de hace unas décadas, no pasa de ser un oximorón: la democracia exige el ejercicio de la 'virtus', de una serie de virtudes democráticas sin las cuales todo queda reducido a un simulacro, a mero procedimentalismo. Me encantaría equivocarme, pero me temo que la corrupción política en España se ha convertido en un problema sistémico. Más allá de las particulares flaquezas que cada cual tenemos, son la organización y el funcionamiento normales del sistema político español los que lo han convertido en una democracia averiada.

“Adiós mafia, hola democracia”: el 15-M o alguno de sus avatares salió con este lema a la calle el pasado 5 de octubre. Suena fuerte, y no me planteo tomarlo al pie de la letra. He leído a Saviano; pero además alguna experiencia tengo, tanto personal como a través de personas muy cercanas, sobre lo que significa vivir en ausencia de estado derecho. Pero esto tiene cada vez peor pinta, y si no se toman medidas sensatas pero radicales dudo mucho de la capacidad de regeneración democrática del sistema.

Hoy recuerdo una escena en la película 'Los intocables de Eliot Ness' (Brian de Palma, 1987). Se trata del momento, ya al final, en el que Al Capone está siendo juzgado por evasión fiscal y, sin embargo, se muestra asombrosamente tranquilo. Al verlo, Ness sospecha que el tribunal popular que lo juzga puede estar comprado, y por ello se propone y logra que todos sus miembros sean sustituidos por el tribunal que juzgaba otro caso en una sala aneja.

Algo así como la versión hollywoodense de un proceso constituyente.

Anteayer me acostaba alucinando con la historia trapacera de los falsos paralímpicos de Sidney 2000, y ayer la dosis diaria de cabreo me llegó con la noticia de la detención, en una nueva operación vinculada con el caso ERE, de un alto cargo de la Diputación de Sevilla, del secretario provincial de UGT de Cádiz, de los exsecretarios de Desarrollo Industrial y de la Federación de Industrias Textil-Piel, Químicas y Afines de CCOO en Andalucía, de dos sindicalistas de CCOO en Córdoba y de varios empresarios. No me satisface en absoluto el planteamiento al respecto del secretario general de UGT, Cándido Méndez, “Si ha habido algún error, lo reconocerán y lo corregirán”, ha dicho, mostrando su confianza en “que, en general, las cosas se han hecho de manera correcta”. En cuanto a la posición de CCOO, espero que esta no se quede sólo en lo dicho en abril, ya que a día de hoy resultaría absolutamente insuficiente.

Vale que la presunción de inocencia no debe valer sólo para Herrira y vale que, como en este caso, hay detenciones (demasiadas) que luego quedan en nada. Vale. Pero en estos momentos el país tiene toda la pinta de ser un pudridero. Sólo la corrupción urbanística suma casi 700 casos entre 2000 y 2010, dibujando un mapa de la vergüenza según el cual más de la mitad de la población española, el 56,1%, ha sufrido al menos un caso de corrupción en su municipio. Y ahí no entran ni 'bárcenas', ni 'diazferrans', ni eres, ni 'noos', ni tantos y tantos casos.