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Arriba, abajo... y el sueño vasco

11 de mayo de 2021 21:19 h

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“A usted y a mí nos han dicho que debemos escoger entre izquierda y derecha, pero yo les sugiero que no existe izquierda y derecha. Solo existe arriba y abajo. Arriba está el sueño antiguo del hombre de la máxima libertad individual posible manteniendo el orden, y abajo el hormiguero del totalitarismo”. Es parte del discurso que pronunció el expresidente de los Estados Unidos de América, Ronald Reagan, ante la Convención Nacional Republicana en 1964.

Un personaje nada sospechoso de ser un peligroso bolchevique o socialcomunista como despectivamente gusta decir en estos tiempos, resolvió esta cuestión, con notable éxito porque 17 años más tarde concita a una mayoría en torno a su proyecto.

57 años después estas palabras cobran todo su sentido, sobre todo, para un partido político, el PP vasco, cuyo mayor adversario solo debe ser quienes quieren subvertir desde dentro nuestra democracia y avanzar hacia un modelo económico y social que anegue la prosperidad, y que debe ser percibido como un bote salvavidas frente a los excesos que puedan sacar a Euskadi del carril de la centralidad.

La aspiración en el futuro debe ser la consecución de mayorías sociales, frente a los extremos de puño en alto y de traje y corbata, y eso es incompatible con el intento reduccionista de identificación de la ciudadanía vasca con el antiguo eje izquierda-derecha, que aparece y desaparece, como el Guadiana, en el tablero político vasco.

Estar en la “short list” de preferencias políticas de los vascos solo es posible con un movimiento transversal: motivo y unión; son las emociones las que mueven el mundo y no los cálculos. Usar el lenguaje del entusiasmo. Tal vez ahí resida la razón última que explica cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia o de cómo un mismo programa político puede doblar los escaños en tan solo dos años en Madrid.

Las próximas elecciones en Euskadi, sean las que sean y cuando sean, no se celebrarán en tiempos de pandemia. Para entonces el toque de queda, los cierres perimetrales y las mascarillas en espacios abiertos a buen seguro formarán parte no del olvido, pero sí de la memoria. Y la gestión de la crisis sanitaria, por tanto, tampoco será la tecla principal para determinar la opción del voto.

Pero sí serán en tiempos de dificultad y necesitaremos un modelo vasco para superarla. No hay duda de que, cuando termine la pandemia, los vascos no nos daremos por vencidos; que pondremos lo mejor de nosotros mismos para levantarnos y volver a caminar, pero... ¿hacia dónde? Necesitaremos entonces unión y motivo.

Según la radiografía estadística del Colegio de Registradores (abril 2020-marzo 2021), Madrid, Andalucía, Galicia, Aragón, Comunidad Valenciana, Baleares y Cantabria fueron las comunidades autónomas que atrajeron empresas durante la pandemia. Euskadi no está, no estamos. ¿Qué vasco puede resistirse al lenguaje del entusiasmo de contribuir a crear el entorno y las oportunidades para regresar al lugar que un día sí tuvimos?

Necesitamos tejer alianzas con las mujeres y hombres que votaron al PSE-EE, al PNV, a Podemos o a cualquier otro. Con el mundo empresarial y sindical. Con los movimientos de pensionistas vascos y con los ecologistas. En definitiva, con todos y con diferentes. Y tener la inteligencia suficiente como para que la puerta de entrada sea siempre mucho más grande que la de salida.

Estoy arriba, como la mayoría de la ciudadanía vasca, con ganas de participar en la construcción del nuevo sueño vasco: se llama prosperidad. Caminar juntos para ganar la prosperidad, una prosperidad al alcance de todos, desde los afectos, cultura, singularidad e historia de nuestra tierra.

“A usted y a mí nos han dicho que debemos escoger entre izquierda y derecha, pero yo les sugiero que no existe izquierda y derecha. Solo existe arriba y abajo. Arriba está el sueño antiguo del hombre de la máxima libertad individual posible manteniendo el orden, y abajo el hormiguero del totalitarismo”. Es parte del discurso que pronunció el expresidente de los Estados Unidos de América, Ronald Reagan, ante la Convención Nacional Republicana en 1964.

Un personaje nada sospechoso de ser un peligroso bolchevique o socialcomunista como despectivamente gusta decir en estos tiempos, resolvió esta cuestión, con notable éxito porque 17 años más tarde concita a una mayoría en torno a su proyecto.