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Los años que viviremos peligrosamente

Los resultados de las pasadas elecciones europeas han dado paso a una configuración del Parlamento de Estrasburgo más abierto y con una mayor amplitud de posibilidades de alianzas y negociaciones. A los dos grupos tradicionalmente mayoritarios – Popular y Socialista- se les han unido, con margen de maniobra para influir en las decisiones, los Verdes y los Liberales, estos últimos auspiciados por Macron. Por su parte los eurófobos han obtenido un buen resultado (26 %) pero interior al esperado y sin capacidad de bloqueo. No son malas noticias. Caben muchas y variadas posibilidades de acuerdos. Dado los problemas que se avecinan cabe quizás también la esperanza de que con el apoyo de todos puedan impulsarse políticas europeas de mayor envergadura y ambición.

Los problemas se acumulan. El primero de ellos, el Brexit. La Unión Europea ha gestionado mejor de lo esperado este problema sobrevenido, pero hay variables que escapan a su control y la situación política en el Reino Unido es una de ellas. En este terreno es imposible hacer conjeturas, así que está bien estar preparados para el peor de los escenarios.

Trump ha confirmado su perfil más incendiario en su reciente visita a Londres. Lo viene haciendo día a día con ataques constantes a sus aliados históricos poniendo en cuestión los logros alcanzados por el multilateralismo en las últimas décadas. En este asunto tampoco cabe ser optimista. Tendremos que acostumbrarnos a gestionar el multilateralismo que quede con acuerdo comerciales bilaterales a varias bandas. Aquí podemos tener buenos compañeros de viaje como Canadá, Japón o India, grandes países que se están quedando en los márgenes y no aspiran a ser potencias globales. Y más aún si la alianza chino-rusa se consolida y Trump sigue jugando a los solitarios. Mientras Trump siga en La Casa Blanca es impensable pensar en reformas en la Organización Mundial del Comercio (OMC).

La construcción de una arquitectura para el euro es otro de los retos pendientes. Sabemos los pasos que hay que dar. Basta que los nuevos responsables sean capaces de impulsarlos: un presupuesto para la zona euro, la unión bancaria, el seguro de desempleo europeo, el fondo europeo de garantía de depósitos etc. Y a más largo plazo, la Unión Fiscal. Se acaba de dar un primer paso en la buena dirección con el acuerdo sobre el presupuesto de la zona euro para hacer frente a recesiones cíclicas y poder financiar complementariamente las inversiones y reformas necesarias en los países con dificultades económicas. Pero más importante aún es que habrá que reducir las diferencias económicas entre países y regiones. Condición necesaria para que una Unión Monetaria funcione. Es uno de los retos pendientes, muy dañado con las políticas impulsadas para hacer frente a las crisis económicas.

Europa está perdiendo peso económico y político en el mundo. China se ha afianzado como un nuevo líder mundial y volvemos a esquemas que no recordábamos desde la guerra fría con dos potencias dominantes y enfrentadas, no solo militarmente, sino con algo desconocido en los últimos tiempos, guerras comerciales cuyo impacto y alcance desconocemos. La III Guerra Mundial no será militar, será económica y tecnológica. En este contexto, se antoja necesario que la Unión Europea avance rápidamente hacia una estrategia propia en materia de defensa, con una voz común en política exterior y con una política industrial activa que permita hacer frente a los desafíos de la lucha contra el cambio climático y la digitalización.

Por último, queda la dimensión social de la Unión (salario mínimo común, políticas de empleo juvenil) y, sobre todo, el difícil escollo de una política común en materia de inmigración. Una mirada solidaria a los más desfavorecidos y castigados por la crisis económica contribuiría a reforzar la Unión Europea.

Una agenda como se ve complicada. Lo que parece evidente es que los estados miembros no serán capaces ya de responder unilateralmente a estos desafíos. No hay más remedio que reforzar los mecanismos de la Unión, que por otra parte no han dado malos resultados hasta ahora.

Acaban de tomarse cinco decisiones que van a marcar el rumbo de los próximos años. Se han decidido los presidentes de la Comisión Europea, del Banco Central Europeo, del Parlamento Europeo, del Consejo y el Alto Representante de Política Exterior. Hagamos un primer balance apresurado. Han ganado los populares que ocupan los dos sillones más influyentes. Los liberales auspiciados por Macron no salen mal parados con Lagarde al frente del BCE. Una personalidad menos monetarista que Draghi y que hará más énfasis en las políticas de reformas. Los socialistas no consiguen su objetivo – la Presidencia de la Comisión- pero mantienen su influencia si Timmermans ocupa la Vicepresidencia y con Borrell al mando de la diplomacia europea. Los países de Visegrado (Polonia, Hungría. República Checa y Eslovaquia) demuestran que pueden bloquear decisiones, pero no tienen capacidad para influir. Queda la duda del papel que jugara Ursula Von der Leyen al frente de la Comisión. La defensa europea, de la que es experta y defensora, es uno de los dossiers pendientes. Los verdes son los grandes ausentes de estos pactos, a pesar de su buen resultado electoral. En fin, Italia, en su calidad de país fundador, sigue teniendo peso con Sassoli como presidente del Parlamento Europeo.

Estamos ante días importantes donde se va a dilucidar el destino de Europa en los próximos años. No sería un buen punto de partida que los ciudadanos consideren que todo se está cociendo a sus espaldas. En cualquier caso, las soluciones deberán abordarse de una manera conjunta y solidaria y con una mirada a largo plazo y radical (en su sentido etimológico). Se trata de devolver a Europa el puesto que le corresponde en el tablero geoestratégico mundial.

Los resultados de las pasadas elecciones europeas han dado paso a una configuración del Parlamento de Estrasburgo más abierto y con una mayor amplitud de posibilidades de alianzas y negociaciones. A los dos grupos tradicionalmente mayoritarios – Popular y Socialista- se les han unido, con margen de maniobra para influir en las decisiones, los Verdes y los Liberales, estos últimos auspiciados por Macron. Por su parte los eurófobos han obtenido un buen resultado (26 %) pero interior al esperado y sin capacidad de bloqueo. No son malas noticias. Caben muchas y variadas posibilidades de acuerdos. Dado los problemas que se avecinan cabe quizás también la esperanza de que con el apoyo de todos puedan impulsarse políticas europeas de mayor envergadura y ambición.

Los problemas se acumulan. El primero de ellos, el Brexit. La Unión Europea ha gestionado mejor de lo esperado este problema sobrevenido, pero hay variables que escapan a su control y la situación política en el Reino Unido es una de ellas. En este terreno es imposible hacer conjeturas, así que está bien estar preparados para el peor de los escenarios.