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Autocrítica para Osakidetza

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La crisis abierta en la Organización Sanitaria Integrada (OSI) de Donostialdea a raíz del cese de su cúpula y de las dimisiones de tres cargos de responsabilidad es un síntoma más de la enfermedad que aqueja a Osakidetza. Ha sido una explosión llamativa y ha adquirido una dimensión notable en los medios de comunicación, cierto, pero en el fondo no deja de ser un eslabón más en la cadena de conflictos que se vienen sucediendo de una u otra forma a consecuencia de las políticas y del modelo de gobernanza aplicado durante años en Osakidetza. La lista es interminable: el intento de llevar la cirugía cardiaca de Basurto a Cruces; las obras en el bloque quirúrgico de Bidasoaldea; el cierre de las urgencias en el Hospital de Santiago, en Gasteiz; los cierres y recortes en los PAC, la crisis de la Atención Primaria, el funcionamiento de la mesa sectorial, las contratas de limpieza, el enfado en el Centro de Transfusiones y Tejidos Humanos…

Sin embargo, en sus comparecencias en el Parlamento ni el lehendakari ni la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, han hecho autocrítica alguna, ni tampoco han dado explicaciones suficientes. Han querido hacer ver que los ceses de la directora gerente y de la directora médica de la OSI Donostialdea entran dentro de la normalidad. Sin embargo, algo anormal hay cuando 42 de los 47 jefes de servicio del Hospital Donostia se plantan ante esas destituciones cuando están acostumbrados a ver cómo en Osakidetza hay personas que durante años y años pasan de unos cargos a otros encadenando, uno tras otro, ceses y nombramientos. Resulta evidente que estamos ante una situación extraordinaria.

La consejera ha tratado de solventar el problema con la reunión que la directora general de Osakidetza mantuvo este pasado lunes con los jefes de servicio de Donostia. El lehendakari, en cambio, aunque a su particular manera, sí asumió la necesidad de cierta autocrítica en lo referido a “la comunicación interna” en Osakidetza, pero está por ver que sus palabras vayan a traducirse de verdad en acciones concretas. Está por ver que vayan a traer consigo los cambios profundos y estructurales que urgen en las políticas y formas de hacer del Departamento de Salud o si, por el contrario, todo va a quedarse en una interlocución puntual con los jefes de servicio. Si la autocrítica es sincera, si hay voluntad real de recuperar el diálogo, eso debe significar retomar la Mesa Sectorial de Osakidetza, la negociación con las y los representantes de la plantilla y, en definitiva, ir a la raíz de los problemas y conflictos que asolan a nuestro sistema público de salud para poner freno a su progresivo deterioro y desmantelamiento. En todo caso, la actitud y las explicaciones de Gotzone Sagardui en su comparecencia en el Parlamento no dieron muchos motivos para la esperanza.

Actuar con transparencia es indispensable para empezar a cambiar las cosas. Por eso no sería presentable, ni tampoco comprensible, que PNV y PSE se valieran de su mayoría numérica para retrasar hasta febrero o marzo las comparecencias de las dos directoras cesadas y uno de los subdirectores que han dimitido, solicitadas por EH Bildu en el Parlamento. No sería presentable, ni aceptable, que PNV y PSE se nieguen a que esas personas comparezcan cuanto antes, en enero. No hay transparencia si la única voz que escucha el Parlamento es la del Gobierno y se obstaculiza la posibilidad de que escuche también a las demás partes implicadas.

La propia ciudadanía, que sufre en primera persona los déficits de atención en los hospitales y los ambulatorios, es perfectamente consciente del progresivo declive de Osakidetza, tal y como quedó reflejado hace pocos días en el Deustobarómetro. El sistema público de salud nunca había obtenido una nota tan baja a ojos de sus usuarios y usuarias. Es evidente, por lo tanto, que hacen falta respuestas y soluciones, y eso pasa por cambiar el modelo de gobernanza en Osakidetza recuperando la esencia y el carácter de la Mesa Sectorial y compartiendo las decisiones con todas las partes implicadas. Habrá que meter mano a la política de personal y contratación y habrá que hablar también del modelo de atención, además de planificar el relevo generacional. Las consecuencias de no haberlo hecho a su debido tiempo las estamos viendo, padeciendo, ahora.

No son cuestiones novedosas, ninguna de ellas, pero sí es hora ya de abordarlas con seriedad, salvo que las palabras de autocrítica de Urkullu no sean más que una forma de esquivar la presión de estos días para cerrar la crisis de la OSI Donostialdea y continuar luego igual que hasta ahora. En definitiva, esa y no otra es la disyuntiva para el Gobierno PNV-PSE: o seguir como hasta ahora, con el mismo modelo, a sabiendas de que los síntomas de la enfermedad de Osakidetza van a ser cada vez más frecuentes y agudos o, por el contrario, responder de una vez por todas a las necesidades estructurales del sistema sanitario. Ojalá tomen el camino correcto.

 

La crisis abierta en la Organización Sanitaria Integrada (OSI) de Donostialdea a raíz del cese de su cúpula y de las dimisiones de tres cargos de responsabilidad es un síntoma más de la enfermedad que aqueja a Osakidetza. Ha sido una explosión llamativa y ha adquirido una dimensión notable en los medios de comunicación, cierto, pero en el fondo no deja de ser un eslabón más en la cadena de conflictos que se vienen sucediendo de una u otra forma a consecuencia de las políticas y del modelo de gobernanza aplicado durante años en Osakidetza. La lista es interminable: el intento de llevar la cirugía cardiaca de Basurto a Cruces; las obras en el bloque quirúrgico de Bidasoaldea; el cierre de las urgencias en el Hospital de Santiago, en Gasteiz; los cierres y recortes en los PAC, la crisis de la Atención Primaria, el funcionamiento de la mesa sectorial, las contratas de limpieza, el enfado en el Centro de Transfusiones y Tejidos Humanos…

Sin embargo, en sus comparecencias en el Parlamento ni el lehendakari ni la consejera de Salud, Gotzone Sagardui, han hecho autocrítica alguna, ni tampoco han dado explicaciones suficientes. Han querido hacer ver que los ceses de la directora gerente y de la directora médica de la OSI Donostialdea entran dentro de la normalidad. Sin embargo, algo anormal hay cuando 42 de los 47 jefes de servicio del Hospital Donostia se plantan ante esas destituciones cuando están acostumbrados a ver cómo en Osakidetza hay personas que durante años y años pasan de unos cargos a otros encadenando, uno tras otro, ceses y nombramientos. Resulta evidente que estamos ante una situación extraordinaria.