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La bandera palestina es legal pese a quien pese
Siempre nos han intentado meter en la cabeza eso de que mezclar el deporte con la política no es nada aconsejable. Por regla general, quienes intentan implementar ese tipo de axioma son los mismos que aplaudían con las orejas que Felipe de Borbón ejerciese de abanderado en unos Juegos Olímpicos o los mismos que viralizaron la foto de su hermana mayor caracterizada de cherokee, comanche o arapahoe (ni idea) con sus pinturas de guerra rojas y amarillas en la cara y sustituyendo el penacho de plumas por un sombrero Panamá dotado de cinta rojigualda (como la correa del reloj, los collares, las pulseritas y hasta los mocasines) hecha -de nuevo- un fardelón. Eso no es política, claro, pero tenemos que asumir que el pulpo es un animal de compañía. Por ahora. Lógicamente, en esa familia les han inculcado que el patriotismo se limita a la exaltación sus símbolos familiares y nacionales, pero, al parecer, nada relacionado con su patrio fisco.
Ciertamente, no está bien eso de mezclar la política con el deporte (con el fútbol en este caso) pero debemos determinar quién es el que hace política con todo esto. ¿Quién ordena la prohibición de exhibir una determinada bandera en un recinto deportivo o quién la porta?
Vamos a comenzar como se debe, es decir, por el principio o, al menos, por el principio más reciente. Resulta que hay un individuo que, de forma arbitraria y subjetiva, ordena que no se puede portar la bandera de Palestina. Y no lo hace por ignorancia, ya que sabe perfectamente que esa enseña no es la bandera de Hamás como, de igual manera, sabe que la ikurriña no es una bandera filoetarra, proterrorista o cualquier calificación de esas que gustan balbucear a las gentes de las extremas derechas españolas. De hecho, como observamos en la fotografía, la bandera de Palestina ondea en la sede de Naciones Unidas (ONU). Y lo hace en un mástil idéntico al que ocupa la bandera de Israel. También ha ondeado en las sedes parlamentarias europea y española, así como en la sede de la jefatura del Estado español, habitada por los Borbones, o en la de la presidencia del Gobierno, siendo sus inquilinos, respectivamente, Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero.
Partiendo, pues, de la base de que la bandera palestina es una bandera legal y reconocida tanto por la inmensa mayoría de comunidad internacional menos por los Estados Unidos de América, que fuerza que la ONU no reconozca a Palestina como miembro de pleno derecho. Con todo Palestina en sí es un país reconocido por el propio derecho internacional. Por ello, nos encontramos ante un símbolo (una bandera) reconocido en todo y por todo el mundo menos por Estados Unidos (que el otro día se quedaron solitos en el consejo de seguridad de la ONU), por la fascistada en pleno y, como militante de ésta última, por un tal Javier Tebas Medrano.
Pero, ¿quién demonios es el tal Tebas? Por resumirl,o podríamos decir que es un fascista de los de manual. Y eso es así no porque lo diga yo sino porque él mismo lo reconoce: en la madrugada del 16 de enero de 2019, el aún presidente de la Liga de Fútbol Profesional pasó por los micrófonos del programa deportivo de la Cope, El Partidazo de las 12. Preguntado por Juanma Castaño sobre la irrupción de Vox, Tebas no ocultó su simpatía por el partido de Santiago Abascal: “Me parece bien. Lo vengo diciendo hace tiempo, España necesita una alternativa tipo Vox”. Y añadió: “Si el partido va en la línea que va, votaré a Vox… Echo de menos un Le Pen a la española”. Y es que el -aún- presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) nunca ha ocultado su fascinación por la extrema derecha. Unos años antes, en una entrevista concedida a 'El Mundo' en febrero de 2016, también mostró su simpatía por el Frente Nacional francés. Preguntado sobre si echaba de menos un Le Pen a la española contestó que “sí”. Y fue más allá: “Sobre todo, por la identidad nacional de España, que no está siendo defendida debidamente por los partidos”. En esa misma entrevista afirmó no querer “ninguna ley del aborto”. “Aborto cero. Ilegal”. Además de confirmar seguir comulgando con el partido de extrema derecha, Fuerza Nueva, del que formó parte: “En la mayoría de los temas, sí. Lo que pasa es que no se conoce bien qué era Fuerza Nueva. Si extrema derecha es defender la unidad de la Patria, de España, la vida y un sentido católico de la vida, yo estaba en ese grupo. Y sigo defendiendo lo mismo. Yo en eso no he cambiado”.
Entonces, ubiquemos definitivamente a Javier Tebas. Fue jefe provincial de las juventudes ultraderechistas Fuerza Joven en Huesca a finales de la década de 1970 y años después representante de Fuerza Nueva ante los medios de comunicación. Fuerza Nueva fue un partido político fundado por Blas Piñar López como contrapartida a la reciente muerte del dictador genocida Francisco Franco y el inicio de la Transición. Fundado en 1976, la intención de la formación fascista era la continuación de los principios políticos de la dictadura franquista y la lucha contra la democracia. Dicho lo cual, podemos afirmar que el chiringuito del fútbol español está en manos de un ultra que, perfectamente ataviado con su traje de egocéntrico, prepotente, altivo y soberbio, pretende imponer sus ideas personales al resto de participantes en el negocio del fútbol profesional.
Ordenó insertar la bandera ucraniana en las retransmisiones televisivas de fútbol al tiempo que prohibió las banderas “prorrusas” en los estadios. Como tal, me pareció una medida solidaria esa de apoyar al ocupado frente al ocupante, pero de forma coherente, debería insertar la bandera palestina en idéntica medida y no lo hace. Es aquí donde nace el enésimo conflicto de Tebas. Dice que no va a autorizar la presencia de esa legítima bandera, ya no solo a modo de 'mosca' en la parte superior de las pantallas de televisión, sino que ha “ordenado” que tampoco pueda ser exhibida por nadie en los estadios de fútbol.
Y ahí nos encontramos con el reciente incidente acaecido en Ipurua, estadio de fútbol de la Sociedad Deportiva Eibar, S.A.D. Resulta que un aficionado portaba una bandera de Palestina (indiscutiblemente legal) y fue invitado por la 'seguridad privada' a que la guardase. Al negarse, intervinieron agentes de la Ertzaintza y, ante idéntica negativa, el aficionado fue obligado a abandonar el estadio, fue identificado y propuesto para una sanción económica que, también, podría acarrearle una medida accesoria de prohibición de acceso a estadios de fútbol. Ante ello, espero cierta racionalidad por parte del consejero del ramo y, por extensión, del Gobierno vasco para que todo este desatino o despropósito acabe en nada.
Y es que no se puede entender de otra forma ya que, técnicamente, tampoco podía haber ninguna enseña israelí, pero pudimos observar como otros aficionados portaban una pancarta proisraelí ante lo que ni la 'seguridad privada' ni mucho menos la Ertzaintza actuaron de igual y proporcionada forma por lo que, visto lo visto, algo no cuadra o, si cuadra, chirría. Y chirría mucho, demasiado diría yo… Sospechosamente demasiado.
Con motivo del paso del Tour de Francia por tierras vascas fue arrebatada de las manos de un aficionado una bandera palestina por un motorista de la Ertzaintza. El consejero de Seguridad del Gobierno vasco, interpelado a tal efecto en sede parlamentaria, explicó que se trataba de un espectador que, al margen del color de la bandera que portase, entorpecía el evento o ponía en riesgo a sus participantes. Vistas las imágenes, dicha explicación me convenció. Pero lo que le va a costar mucho al consejero Josu Erkoreka es justificar lo acontecido en el estadio de Ipurua. Ya ha vuelto a ser interpelado en sede parlamentaria por parte de Elkarrekin Podemos-IU si bien, en esta ocasión, de poco o nada le va a servir su verbo grácil.
Comentaba en un artículo el abogado especialista en derecho deportivo David Salinas-Armendariz que en el campo de El Sadar, en el partido Osasuna-Mallorca, la seguridad privada decidió retirar ikurriñas a seguidores rojillos. El club dijo desconocer las razones y anunció una investigación. En el Elche-Osasuna la Policía Nacional española confiscó banderas de Navarra. En el desplazamiento copero a Valencia aficionados del Athletic Club vieron cómo esa misma Policía Nacional les requisaba ikurriñas antes de entrar al estadio de Mestalla. Proseguía diciendo que “se trata de actuaciones de la autoridad carentes de soporte legal, pues la normativa de aplicación (Ley contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia en el deporte) prohíbe ‘exhibir pancartas, banderas, símbolos u otras señales que inciten a la violencia o al terrorismo, o que incluyan mensajes de carácter racista, xenófobo o intolerante’. Obviamente, la introducción o exhibición de banderas oficiales del Estado español no puede conllevar esa consideración. Tampoco de cualquier enseña no oficial que no lleve consigo tales mensajes que inciten a la violencia o la intolerancia. Aunque los preceptos se abran a la concreta interpretación, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y, en menor medida, las empresas privadas de seguridad contratadas por los clubes en absoluto pueden restringir la libertad de expresión sin una justificación de orden público que no alcanza a entenderse en los casos descritos”.
Parece quedar meridianamente asentado que quienes así proceden, al parecer, cumplen 'órdenes superiores' o 'de arriba' pero nadie alcanza a determinar o identificar su verdadera procedencia (salvo que 'de arriba' sea de 'arriba España'). En cualquier caso, no actúan de forma acorde a la legislación vigente. De hecho, la exceden de forma pública, manifiesta, alevosa y, en ocasiones, hasta con impune 'diurnidad'.
Y todo queda ahí. Jamás se investiga quiénes son los responsables de esas medidas coercitivas y arbitrarias. Tampoco los clubes protegen a sus aficionados cuando, en realidad, les debería faltar tiempo para personarse en tantas demandas como las que fueren necesarias para poner fin a los abusos descritos que, sin la menor de las dudas, atentan contra un derecho tan fundamental como lo es el de la libertad de expresión. Y, de nuevo, esto tampoco lo digo yo ya que lo dice 'eso' que no se quitan de la boca las 24 horas de los 365 días del año, de forma muy especial, las extremas derechas españolas: su desfasada, anacrónica, manoseada, manipulada y más que sobada sacrosanta Constitución de 1978.
¿Qué ocurriría si al ultraderechista Tebas Medrano le diese por prohibir las ikurriñas en San Mamés, Anoeta, Mendizorroza, El Sadar, Ipurua y en el resto de los estadios de fútbol vascos? ¿Se iban a plegar esos clubes ante dicha imposición por el hecho de que participan en una competición organizada por una entidad privada? ¿Iba a entrar la Ertzaintza o la Policía Foral navarra a desalojar, identificar y proponer a sus portadores para posteriores sanciones administrativas cuando en ningún momento estarían transgrediendo precepto legal alguno?
Y no hablo de marcianadas. Tampoco sería nada extraño que a un elemento ultraderechista español le diese por ahí. ¿A qué ultraderechista español y mucho español no le 'pondría' prohibir el uso de una ikurriña o de una 'senyera'? Que yo sepa, a ninguno. Hasta tienen el precedente de otro tipo de eventos, como el de Eurovisión, entidad más pública que privada que ordenó retirar una ikurriña por considerarla bandera de una organización terrorista. Como suena. Y a la corporación pública RTVE no le quedó más remedio que disculparse, más que nada, porque se lo exigieron taxativamente desde el propio Gobierno vasco. Tres cuartos de lo mismo ocurrió con la bandera palestina. También exigieron una disculpa, pero les dijeron que Palestina no participaba en la frikada de Eurovisión porque no es Europa. Al parecer, Israel (que participa) debe serlo y, si nos ponemos estupenditos, hasta participa ese gran territorio europeo de Oceanía llamado Australia. En fin…
Y, ya ciñéndome a mi villano localismo, ¿qué pasaría si en San Mamés apareciesen 500 banderas palestinas el próximo partido contra el Valencia? A ver si me aclaro: si yo puedo llevar por la Gran Vía de Bilbao una bandera de Palestina sin que nada me pueda ocurrir o si, con el consenso del resto de socios, puedo meterla en mi txoko o en mi casa, ¿no podría introducirla y exhibirla en San Mamés? ¿Dónde está escrito que no pueda hacerlo? ¿Acaso en alguna circular firmada por el franquista Tebas? Lo pregunto porque no encuentro tal prohibición en los estatutos ni reglamentos vigentes. Mientras tanto, procede aplicar el principio de reserva, según el cual, todo aquello que no está prohibido está permitido.
Mucho me temo que hay quién aún no ha entendido tres cosas muy básicas. En primer lugar, que el Athletic Club es de sus socias y socios. En segundo lugar, que San Mamés es la casa de las y los citados; y, en tercer y último lugar que, técnicamente, el club es una suerte de txoko gigante. Así las cosas, ni el ultra Tebas Medrano, ni la 'seguridad privada' del club, ni la Ertzaintza, ni el mismísimo 'sursum corda' puede impedir lo que hagamos o dejemos de hacer en nuestra propia casa siempre y cuando observemos la legalidad vigente. A este respecto procede recordar que la Ertzaintza es competente para, expresamente, retirar enseñas que inciten a la violencia o por motivos de seguridad siempre y cuando sean debidamente motivadas y, más, si por ello se imponen sanciones, cosa que no está nada claro en el caso de banderas palestinas. En cualquier caso, lo que queramos hacer sería una decisión exclusiva, democrática y asambleariamente adoptada por todas y todos los socios, y por nadie más. Y por nadie más es, exactamente eso: por n-a-d-i-e más. Algo muy sencillo de comprender para quien quiera comprenderlo e, incluso, para quien no quiera hacerlo.
Y dudo mucho que a la inmensa mayoría de los propietarios legítimos de nuestro club (las y los Socios) nos diese por prohibir algo que es del todo legal, máxime si pretende imponerlo un exportavoz de Fuerza Nueva -ahora- dedicado a enredar en el fútbol… A tratar de imponer su fascista ideario político en el deporte y, en definitiva, a crear problemas donde no los hay.
Siempre nos han intentado meter en la cabeza eso de que mezclar el deporte con la política no es nada aconsejable. Por regla general, quienes intentan implementar ese tipo de axioma son los mismos que aplaudían con las orejas que Felipe de Borbón ejerciese de abanderado en unos Juegos Olímpicos o los mismos que viralizaron la foto de su hermana mayor caracterizada de cherokee, comanche o arapahoe (ni idea) con sus pinturas de guerra rojas y amarillas en la cara y sustituyendo el penacho de plumas por un sombrero Panamá dotado de cinta rojigualda (como la correa del reloj, los collares, las pulseritas y hasta los mocasines) hecha -de nuevo- un fardelón. Eso no es política, claro, pero tenemos que asumir que el pulpo es un animal de compañía. Por ahora. Lógicamente, en esa familia les han inculcado que el patriotismo se limita a la exaltación sus símbolos familiares y nacionales, pero, al parecer, nada relacionado con su patrio fisco.
Ciertamente, no está bien eso de mezclar la política con el deporte (con el fútbol en este caso) pero debemos determinar quién es el que hace política con todo esto. ¿Quién ordena la prohibición de exhibir una determinada bandera en un recinto deportivo o quién la porta?