Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El cálido invierno que vivimos
Es posible que cuando se publiquen estas líneas, Euskadi se encuentre bajo un temporal de frío y nieve, pero es indudable que hasta el día de hoy estamos viviendo un invierno de lo más atípico para estas latitudes. A finales de enero no hemos sufrido ningún temporal importante, ni olas de frío polar ni los clásicos desbordamientos de ríos y las consiguientes inundaciones. Todo lo contrario, hemos disfrutado de un tiempo prácticamente seco y soleado, con temperaturas agradables respecto a las habituales en estas fechas. Basta ver las terrazas llenas en una ciudad como Vitoria- Gasteiz, una imagen muy poco habitual en un mes de enero.
Este inusual invierno ha conseguido que cambien las conversaciones en los ascensores vascos. En lugar de quejarnos del frío, la lluvia o la nieve, hemos pasado a hablar de lo “raro” que anda el tiempo últimamente. Ya nadie habla de aquel anticiclón de las Azores, tan mentado antaño en los espacios meteorológicos televisivos y del que no se ha vuelto a saber nada. Ahora se habla del cambio climático y del fenómeno de “El Niño”, sin saber muy bien como funcionan, pero que indudablemente dan para mucha conversación, hilada en base a retazos de información adquirida un poco de aquí y de allá.
Es cierto que, tras la Cumbre de París sobre el cambio climático, este tema ha estado en boca de todos, aun a pesar de verse eclipsado por los atentados de París o las elecciones generales. Sin embargo, mi percepción es que el cambio climático tiene poco calado en la sociedad a pesar de la gravedad de sus posibles (y más que probables) consecuencias, no para nuestro planeta, sino para nuestra sociedad, para la forma de vida tal y como la entendemos. Por eso, no se plantean demasiados cambios a nivel individual. Como siempre, se supeditan a las medidas que puedan tomar los gobiernos para revertir algo que ya ha empezado y cuyas consecuencias ya estamos sufriendo.
Especialmente preocupantes son las actitudes de quienes ven una oportunidad de negocio en el cambio climático y sus efectos. Son quienes no han entendido nada, a quienes les da lo mismo robar el futuro a las próximas generaciones con tal de llenar sus cuentas corrientes. Es el cortoplacismo capitalista, que no ve más allá de sus balances de resultados, que trata a las personas y los animales como mercancía y no perciben que destruir ecosistemas y arrasar con todos los recursos del planeta nos deja al borde de la catástrofe. Se habla de nuevas rutas de comercio gracias a la desaparición de la banquisa ártica, de nuevas oportunidades para ciertos cultivos en latitudes donde hasta ahora eran imposibles, de incrementar rendimientos agrícolas gracias a la nueva situación climática local o de “garantizar el crecimiento” a través de la implementación de energías renovables, tal y como afirmó el propio lehendakari Urkullu durante la Cumbre de París. Poco pan para hoy y mucha hambre para mañana.
Es triste que, a pesar de la difusión que llevan haciendo científicos y colectivos ecologistas desde hace más de 30 años, la ciudadanía no perciba el cambio climático como un problema grave a afrontar cuanto antes con medidas radicales. Hace poco escuchaba a una persona decir que en Euskadi la incidencia del cambio climático será mínima, que un par de grados más o menos no van a ninguna parte y que si el nivel del mar aumenta unos centímetros ni lo íbamos a notar. Seguro que cambian de opinión cuando lleguen millones de refugiados climáticos o cuando las estanterías de los supermercados se vacíen de productos que antes se cultivaban en zonas que se han visto afectadas por sequias o inundaciones severas. No es mi intención ser pájaro de mal agüero, pero hay que tener en cuenta todos los factores, no solamente los que nos interesan.
El clima es un sistema demasiado complejo como para que controlemos todos y cada uno de los factores que lo condicionan. Cualquier cambio mínimo puede traer consecuencias catastróficas, o todo lo contrario. Por eso debería ser un tema que tratemos con mucha seriedad y no nos expongamos innecesariamente a apuestas con objetivos de dudosa fiabilidad. Los riesgos son los mismos tanto para un calentamiento de 1,5 como de 2 grados de aquí a fin de siglo. Pensar que es algo que podemos controlar de forma tan sencilla es simplemente una ilusión. Y un riesgo que no deberíamos correr.
Es posible que cuando se publiquen estas líneas, Euskadi se encuentre bajo un temporal de frío y nieve, pero es indudable que hasta el día de hoy estamos viviendo un invierno de lo más atípico para estas latitudes. A finales de enero no hemos sufrido ningún temporal importante, ni olas de frío polar ni los clásicos desbordamientos de ríos y las consiguientes inundaciones. Todo lo contrario, hemos disfrutado de un tiempo prácticamente seco y soleado, con temperaturas agradables respecto a las habituales en estas fechas. Basta ver las terrazas llenas en una ciudad como Vitoria- Gasteiz, una imagen muy poco habitual en un mes de enero.
Este inusual invierno ha conseguido que cambien las conversaciones en los ascensores vascos. En lugar de quejarnos del frío, la lluvia o la nieve, hemos pasado a hablar de lo “raro” que anda el tiempo últimamente. Ya nadie habla de aquel anticiclón de las Azores, tan mentado antaño en los espacios meteorológicos televisivos y del que no se ha vuelto a saber nada. Ahora se habla del cambio climático y del fenómeno de “El Niño”, sin saber muy bien como funcionan, pero que indudablemente dan para mucha conversación, hilada en base a retazos de información adquirida un poco de aquí y de allá.