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Cuarenta años de espera
Hay cosas que uno no elige. Ser del Athletic es una de esas cosas. Si fuera por elegir y en el fútbol solo fuera importante ser el mejor, y no cómo uno llega a serlo, sería tan sencillo como ser del Manchester City, el Real Madrid, el Barça o el PSG.
Pero sí es importante cómo uno llega a triunfar. Y por eso, naces a un club y te mantienes fiel a él. Disfrutas del juego de otros, pero hay colores que aceleran tu pulso. En mi caso y en el de tantos vizcaínos o vizcaínas y personas de cualquier otra parte del mundo, que adoran una forma peculiar de entender el fútbol, el rojo y el blanco del Athletic Club son símbolo de transversalidad ideológica o económica, colores de piel, fe religiosa o ausencia de esta. No voy a decir que fútbol de km cero, pero casi.
Este año se iban a cumplir cuarenta desde que, a mis dieciséis, acudí a Bilbao, desde la cercana Galdakao, donde vivía y donde vivo, acompañado de mi padre, que entonces tenía treinta y nueve, a ver la gabarra . Mi recuerdo de aquel día, a pesar de que yo ya era suficientemente mayor, o quizás porque ya empiezo a serlo demasiado, no puede ser completamente cierto. Hay partes que, inconscientemente, he debido añadir para aumentar su épica.
En ese recuerdo, yo estaba rodeado de miles y miles de personas, junto al Puente de San Antón, al lado de la iglesia bilbaína del mismo nombre. Ambos aparecen en el escudo del Club, a la izquierda de las barras rojas y blancas características del Athletic desde casi su fundación.
Pensado en perspectiva, la gabarra casi en Atxuri me parece imposible. En primer lugar porque, probablemente, el objetivo del barco era el mismo que hoy: el Ayuntamiento de la Villa. En segundo lugar, aún más importante porque, aunque la barcaza no necesita demasiado calado y la subida se hace siempre con la pleamar, que iza a la Ría del Ibaizabal y el Nervión hasta lo más alto, en este castizo barrio fundacional de nuestro Bilbao, la corriente de agua se hace angosta y las maniobras marineras no serían posibles.
Sin embargo es el recuerdo que mantengo. Me parece precioso y tiene lógica histórica y olor a familia. A mi padre, que me acompañaba, y a una familia enorme que comulgó aquel día por última vez, en una eucaristía no muy antigua.
Aunque hay algún precedente del primer cuarto de siglo respecto a la ría y las celebraciones futbolísticas en Bilbao, cuando el Club Olabega celebró su triunfo en la serie B de la liga, aquel 1984 era solo el segundo año en que la gabarra formó parte de la celebración. Sin embargo, todos pensamos que siempre fue así. Pero no. Las celebraciones anteriores a 1983 de Liga o Copa, se celebraron viendo pasar a la plantilla en un mucho más vulgar autocar.
Por eso, lo que hemos vivido hoy es tan especial. Porque es una tradición antigua ahora, pero escasa de celebraciones desde que se eligió. El fútbol ha cambiado. Ningún otro club de nuestro entorno cercano mantiene una filosofía que asegura, casi siempre, muy pocas posibilidades de triunfos deportivos. Elegir jugadores de una manera tan restrictiva, aún con sus fórmulas “innovadoras” de algunos casos, hace mucho más complicado construir un grupo como el que este año está llevando al Athletic a los buenos resultados. A una plaza europea, ya confirmada con la victoria en esta Copa, y a esta final ganada con superioridad, pero sufrimiento.
Acabo de presenciar el paso de la gabarra, una embarcación de clase “pontón”, tan característica de estas rías y puertos industriales de la Costa Cantábrica. Me encuentro junto al balcón del barrio de Olabeaga desde donde la he visto y grabado. A cien metros, el Itsasmuseum Bilbao o Museo de la Ría, donde habitualmente descansa la gabarra cuando no se usa (literalmente casi siempre). Hoy no. Hoy ha pasado frente a mí, con las orillas repletas de aficionadas y aficionados rojiblancos cantando, gritando alegremente y emocionados. Como yo.
Hay cosas que uno no elige. Ser del Athletic es una de esas cosas. Si fuera por elegir y en el fútbol solo fuera importante ser el mejor, y no cómo uno llega a serlo, sería tan sencillo como ser del Manchester City, el Real Madrid, el Barça o el PSG.
Pero sí es importante cómo uno llega a triunfar. Y por eso, naces a un club y te mantienes fiel a él. Disfrutas del juego de otros, pero hay colores que aceleran tu pulso. En mi caso y en el de tantos vizcaínos o vizcaínas y personas de cualquier otra parte del mundo, que adoran una forma peculiar de entender el fútbol, el rojo y el blanco del Athletic Club son símbolo de transversalidad ideológica o económica, colores de piel, fe religiosa o ausencia de esta. No voy a decir que fútbol de km cero, pero casi.