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Dando tumbos por la Villa de Don Diego (II)

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Reconozco que no soy capaz de adivinar si las ocurrencias del alcalde de Bilbao son cosa suya o si son la consecuencia directa de eso, tan habitual, que consiste en rodearse de un más que un nutrido equipo de asesores, digámoslo de una forma coloquial, con menos luces que un barco pirata. Sea como sea, lo cierto es que cada vez que habla Juanmari Aburto, además de que sube el pan, nos las deja botando. Y es que, a veces, hay que contar has diez antes de soltar una insustancialidad y, otras veces, cuando alguien representa a una colectividad, es recomendable dejar de un lado la autosuficiencia y esa mala compañera que es la soberbia. 

Sin ir más lejos, la última intervención pública del alcalde, antes de su retirada forzosa por un problema de salud, es una de esas que conocemos “como para enmarcar”: Ante lo que denomina “escalada de protestas que se llevan a cabo en nuestra Villa”, el primer edil “reflexiona” sobre “la posibilidad de trasladar algunas manifestaciones a las aceras”. Como suena… A las aceras. 

Antes de nada, como no pudiera ser de otra forma, y por aquello de que lo cortés no quita lo valiente, desde estas líneas quiero desearle una pronta recuperación de su operación de cadera esperando que todo salga satisfactoriamente. 

Dicho lo cual, vayamos al asunto en cuestión: Lógicamente, debido a su formación universitaria, presumo que la intencionalidad de sus declaraciones públicas, basadas en sus deseos, las hace sabiendo perfectamente que no dispone de competencia alguna en lo referente a la forma legalmente establecida para convocar manifestaciones o concentraciones. De hecho, aún sigue vigente la Ley Orgánica 4/2015 de 30 de marzo, de Protección de la Seguridad Ciudadana que todo el mundo la conoce como “Ley Mordaza”. Según la cual, una agrupación de más de 21 personas ya puede ser considerada una concentración o manifestación. De tal manera, las personas o colectivos que se vean afectados por una problemática concreta tan solo deben realizar una comunicación por escrito con 10 días de antelación (y, en casos de urgencia, hasta con sólo 24 horas de antelación) ante la Autoridad competente en dicha materia que, como he dicho, no es ni el alcalde de Bilbao, ni el de cualquier otro pueblo o ciudad. 

Tengo tan meridianamente claro que nadie se concentra o manifiesta por simple gusto, como que tampoco lo hace por las simples ganas de joder al vecino. Y quién o quiénes lo hacen, además de ejercer un reconocido Derecho Fundamental, lo ejercen para visibilizar una problemática concreta. Lógicamente, nadie puede visibilizar absolutamente nada si convoca una manifestación un martes de febrero, a las 6 de la mañana, en el Pagasarri. Así las cosas, es algo, más o menos, normal, llevar a cabo ese tipo de protestas en el centro de las ciudades, en sus calles principales y/o ante las sedes institucionales o sedes de empresas implicadas el en conflicto social o laboral de turno. 

También es cierto que el alcalde de Bilbao puede desconocer de primera mano algo directamente relacionado con un conflicto laboral ya que estamos hablando de un político de perfil medio-bajo que siempre se ha dedicado, haciendo de ello una profesión, a la actividad pública. De hecho, perfectamente, pudiera ser el máximo exponente en nuestra Villa de Bilbao de eso que, popularmente, se conoce como “puertas giratorias”. Y ahí puede estar una de las claves de sus “reflexiones”: La falta de empatía con terceros afectados por algo que él jamás ha vivido. Valga un simple ejemplo: Cuando el Movimiento de Pensionistas decidió concentrarse en las escalinatas del Ayuntamiento de Bilbao, no tuvo mejor ocurrencia que vallar las escalinatas. Otro tumbo en toda regla que su propio partido (EAJ-PNV) le obligó a rectificar de forma inmediata ya que, desde ese preciso momento, a alguien en Sabin Etxea se le debió encender una lucecita roja y comenzó a percibir de una forma seria que el Sr. Aburto era (y es) una potencial máquina de perder votos. 

Es de justicia y del todo necesario hacer un análisis sobre aquella situación: Por desgracia, todo lo referente competencialmente a las pensiones no está -aún- en manos de nuestras instituciones vascas y, ni muchísimo menos, es una competencia municipal. Así, lo procedente hubiese sido concentrarse ante la sede gubernativa competente (que no es otra más que la Subdelegación del Gobierno español en Bizkaia) pero, ese es el fondo, que no las formas. Y son las formas las que evidenciaron al Alkate Aburto ya que, lógicamente, las escalinatas del Ayuntamiento no son suyas: Son del Pueblo. Y si alguien, posiblemente de forma políticamente interesada, decide concentrarse ahí, pues uno, lógicamente, puede estar a favor o en contra, pero nunca debe mear fuera del tiesto acotando con verjas las escalinatas de marras. A mayor abundancia, esas escalinatas podrían englobarse en el término acera ya que no son calzada. 

Pero volviendo a esa “sugerencia” de manifestarse por las aceras de Bilbao también hay algunas “cositas” que no encajan ni a martillazos: Si quedamos en que el peatón era el centro de la actuación urbanística, como eje principal o sujeto activo de la progresiva peatonalización de nuestras calles, ¿Ahora hay que sacar al peatón de las aceras para que las utilicen los manifestantes? Entonces ¿Mandamos al peatón a la calzada? Otro tumbo… Otro sinsentido en estado puro porque, ahora, con esto de las manifestaciones, parece que disponemos de un alcalde que parece que mira más por los coches que entran en Bilbao que por los viandantes que se mueven normalmente por las aceras y que, por cierto, muchos son residentes por lo que -también- son los que le votan (o le votaban). Concretamente llegó a publicitar una ciudad libre de coches, una ciudad donde el peatón le ganase terreno al coche particular… Para variar, humo. Tampoco perdamos de vista que es en vehículo (oficial en este caso) la forma más habitual utilizada en sus desplazamientos por alcalde Aburto. ¿En qué quedamos? 

Es cierto que el regidor local se muestra preocupado por el número “excesivo” de marchas que cortan el tráfico en la capital bizkaina (que, ciertamente, aumentó un 23% el año pasado) pero ¿Manifestarse por la acera es la solución o es la última boutade de Aburto o del elenco de colaboradores del que se rodea? 

Antes he planteado que lo normal no es que quiénes reivindican una problemática de tipo que sea no vayan a hacerlo al Pagasarri a las 6 de la mañana. Tampoco lo van a hacer en la Gran Vía y en fila india… de uno en uno, ni mucho menos lo van a hacer en total silencio y por la noche. Pero tampoco me voy a dedicar a dar ideas a quiénes cobran un sueldo público por “asesorar” ya que podríamos terminar con una propuesta de construcción de un “Manifestródromo” en Artxanda, dónde, por cierto, querían talar tropecientos árboles para hacer un parking asfaltado, asunto que hasta por el que podrían haber dado un dineral a cualquier agencia de publicidad afín para que lo hubiese titulado “Erdi-hiritik Mendira” (del centro de la ciudad al monte, eso sí, en coche). También se podría dotar de un kit de alas a los peatones para que fuésemos volando por encima de los manifestantes de la acera, o, si se quiere, al revés: A los manifestantes de la acera para que se manifestaran volando por encima de los viandantes. 

Por cierto, antes de semejante despropósito, ¿Ha pensado el alcalde en los comerciantes que tienen el acceso a sus negocios en las aceras? ¿Y en los hosteleros? ¿Deberían retirar las terrazas y veladores para que pasara la manifa de turno? ¿Y en eso de entrar y salir de los portales? Qué fácil es “reflexionar” cuando uno habla de la acera del vecino y no de la acera propia. 

Ya, sin tanta coña, ¿Todas las soluciones a los problemas que tenemos en Bilbao van a ser de este pelo? ¿Dejamos las aceras a los manifestantes y los que no nos manifestemos andamos por la calzada? ¿Y si nos atropellan, aunque sea a 30 por hora? ¿Y si, encima, nos multan? Pero nos podemos dar con un canto en las narices porque, por ahora, al menos ninguna mente pensante le ha dicho a “Gure Juanmari” que proponga hacer “telemanifestaciones” o manifestaciones virtuales… Al tiempo. Y, a todo esto, estoy pensando a ver por dónde van a circular las bicis y los patinetes eléctricos si acabamos por bloquear nuestras aceras. Sobre el particular, dice Aburto que, personalmente, les dice a usuarios de bicis y patines eléctricos que bajen a la calzada, pero para qué engañarnos, tampoco veo al alcalde andando por la ciudad en tal pedagógica actitud. Más bien, imagino que, de ser como dice hacerlo, puede interpelar a gritos a los presuntos infractores bajando la ventanilla de su vehículo oficial. 

Es lo que tiene meterse en camisa de once varas por notoriedad, que no por necesidad. ¿Cuántos de los casi 18.000 votos que ha dejado en su camino el alcalde Aburto cree que puede recuperar con este tipo de tumbos? Evidentemente, no tiene ninguna pinta de perpetuarse en la Alcaldía de Bilbao pero, al paso que lleva, puede doblar la pérdida de confianza electoral a modo de “curiosa herencia” para la o el que le preceda. Y, por ir un paso más allá, como la persona llamada a sucederle sea parte de su actual elenco de asesores, colaboradores, del grupito de los eternamente fotogénicos sonrientes, o alguien de esos que llama “su equipo”, ese pegamento es muy difícil de eliminar de la noche a la mañana. Y no es nada raro que llame “equipo” a los que le dicen que está muy guapo con una montura granate en sus gafas, que ejecuta bien el aurresku, o que, por decirle, hasta pueden decirle que es un buen usuario de las bicicletas públicas. Hasta por decir se refiere como “mis chicos” a sus escoltas de la Policía Municipal de Bilbao. Supongo que no se refiere a quienes reclaman sus derechos laborales en un Pleno del Ayuntamiento… A los mismos que, cuando deja el micro abierto, les llama de todo menos guapos. 

En fin, dejo aquí esta segunda parte dedicada a los “tumbos” de quién, desde mi punto de vista, es el peor alcalde de nuestra Villa de Bilbao desde la democracia. Y lo digo porque, de seguir con el asunto Aburto, nos podría dar para una entrega de 25 fascículos en los que, también, podríamos regalar las piezas del futuro parking de El Ensanche. Así que, por petición popular, en el siguiente artículo cambiaré de asunto e intentaré analizar qué pasa con el Lehendakari (al que han obligado que pase a ser emérito) en relación con el jaleo que han organizado con el tinglado del Guggenheim de Urdaibai. Recordemos que el Lehendakari Urkullu ha optado por que no le acaben por salpicar esas cacas, por lo que ha vuelto a ser desautorizado en público y, ello, pese a que el VAR ha dicho que prorroga en dos años el tiempo añadido al partido. Al partido en juego, se entiende. O no: Es igual. 

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Reconozco que no soy capaz de adivinar si las ocurrencias del alcalde de Bilbao son cosa suya o si son la consecuencia directa de eso, tan habitual, que consiste en rodearse de un más que un nutrido equipo de asesores, digámoslo de una forma coloquial, con menos luces que un barco pirata. Sea como sea, lo cierto es que cada vez que habla Juanmari Aburto, además de que sube el pan, nos las deja botando. Y es que, a veces, hay que contar has diez antes de soltar una insustancialidad y, otras veces, cuando alguien representa a una colectividad, es recomendable dejar de un lado la autosuficiencia y esa mala compañera que es la soberbia. 

Sin ir más lejos, la última intervención pública del alcalde, antes de su retirada forzosa por un problema de salud, es una de esas que conocemos “como para enmarcar”: Ante lo que denomina “escalada de protestas que se llevan a cabo en nuestra Villa”, el primer edil “reflexiona” sobre “la posibilidad de trasladar algunas manifestaciones a las aceras”. Como suena… A las aceras.