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Los otros efectos secundarios

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Casi desde el inicio de esta pandemia, la ciudadanía ha estado sometida a una ingente cantidad de información diaria. El papel que juega la inmediatez en la sociedad de la comunicación genera no sólo un volumen importante de información sino la ausencia de una crítica que toda sociedad debería hacer.

Según el estudio “Seguimiento informativo y percepción del riesgo ante la COVID-19 en España” realizado por la Revista Científica de Comunicación y Educación, Comunicar, la sobreexposición informativa a la que la población se vio sometida los primeros meses de pandemia, facilitó la propagación de noticias falsas, con el alcance psicológico y social que este fenómeno pudo implicar en una población inmersa en un contexto de estrés.

Además, una exposición acrítica y sin una adecuada profundización en los contenidos genera la llamada posverdad o si lo prefieren distorsión de la realidad. El asesor en comunicación, Antonio Gutiérrez-Rubí, llama a esta sobreabundancia informativa infodemia y señala que, junto con las 'fake news', están condicionando la gestión de la comunicación a nivel global y, por ello, se hace necesaria más que nunca una comunicación clara y profesional por parte de los gobiernos.

Seguramente gestionar la comunicación está teniendo una dificultad análoga a la que pueda suponer gestionar la propia crisis, tanto la sanitaria, como la social y la económica, pero al menos, una prioridad debería ser que los objetivos sanitarios, sociales, económicos y comunicativos estuvieran perfectamente alineados. Es evidente que hemos entrado en bucle y que somos incapaces de salir de un ciclo en el que se imponen restricciones y se relajan y, como consecuencia de ello, la tasa de incidencia baja y sube volviendo a donde estábamos. Pero más sorprendente es que, mientras se nos lanzan mensajes desde las instituciones para que limitemos la vida social al tiempo que se cierra el interior de la hostelería, se nos invite a comprar bonos para gastar en los bares y restaurantes de nuestra ciudad. La ciudadanía no puede asimilar tanta información, pero, peor aún, no puede asimilar información contradictoria de quien les ha tocado gestionar esta pandemia.

La inmediatez es uno de los elementos clave en la comunicación de crisis que, sin embargo, choca frontalmente con el principio de precaución impuesto para el análisis de posibles efectos de vacunas como AstaZeneca o Janssen. Los tiempos en investigación colisionan con informar de manera rápida por la necesidad de neutralizar cualquier atisbo de pánico que pudiera transformarse en una nueva crisis, la de falta de credibilidad y pérdida de confianza.

Sin embargo, me pregunto si la ciudadanía confía más en las personas expertas o en la clase política en torno a todo lo que tenga que ver con las vacunas o son los propios dirigentes los que, con sus decisiones apresuradas y a veces contradictorias, cultivan la desconfianza. Y es que llama la atención que la EMA, Agencia Europea del Medicamento, haya concluido que AstraZeneca es apta para mayores de dieciocho años y nuestros y nuestras dirigentes ya han determinado vacunar únicamente con los viales de Oxford a las personas mayores de sesenta años. A quién le importa lo pueda decir la EMA en relación a la vacuna Janssen, si la ciudadanía ya ha sido bombardeada con píldoras anestesiantes mientras decenas de opinólogos, que no expertos, habrán desfilado por los platós de televisión sumando a la infodemia, infoespectáculo y tal vez, los diferentes gobiernos tengan de antemano decidido a quién administrar la vacuna norteamericana al margen de lo que diga la ciencia.

Vivimos en una sociedad con prisas, más acostumbrada a poner tiritas, cuesten lo que cuesten, que a prevenir heridas. Y donde la precaución no tiene cabida porque la inmediatez, aunque tenga efectos secundarios, es prioritaria.

Casi desde el inicio de esta pandemia, la ciudadanía ha estado sometida a una ingente cantidad de información diaria. El papel que juega la inmediatez en la sociedad de la comunicación genera no sólo un volumen importante de información sino la ausencia de una crítica que toda sociedad debería hacer.

Según el estudio “Seguimiento informativo y percepción del riesgo ante la COVID-19 en España” realizado por la Revista Científica de Comunicación y Educación, Comunicar, la sobreexposición informativa a la que la población se vio sometida los primeros meses de pandemia, facilitó la propagación de noticias falsas, con el alcance psicológico y social que este fenómeno pudo implicar en una población inmersa en un contexto de estrés.