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¿Qué energía fotovoltaica para qué Araba?

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El término planificación ha sido temido por las mentalidades conservadoras, asociándolo a corrientes políticas progresistas en exceso y hasta comunistas, como gustan de decir en la actualidad los nuevos autoritarismos (Milei, Meono, Orban, Aznar, entre otros). Sin embargo, la planificación sigue teniendo buena salud, al menos formalmente. Así podemos comprobarlo en la política energética del Gobierno vasco, que lenta e interesadamente, va desarrollando unos planes de ordenación del territorio de la CAPV. Estos planes parecen querer ordenar el desarrollo de la política energética, especialmente la producción y transporte de energía basada en fuentes renovables como el sol y el viento, bienes públicos por antonomasia. Su característica principal es en cambio la contraria, a saber: los planes de energías renovables persiguen eliminar la planificación. Veamos.

Las energías renovables tienen una incidencia importante en el territorio cuando las instalaciones son de gran escala y por tanto ocupan grandes superficies y ocupan lugares de alto valor ambiental y agrológico. Esto requiere un régimen de implantación que ordene este desarrollo, tal como dice el Departamento competente del Gobierno vasco. 

La realidad del Plan Territorial Sectorial (PTS) de energías renovables es muy otra, como se pondrá de manifiesto a continuación. El plan prevé unas zonas donde no se podrán construir instalaciones fotovoltaicas. En el resto del territorio, carta blanca. El PTS se limita a decir que en algunas zonas se prima y facilita la construcción de instalaciones de energía renovable. En el caso de las instalaciones fotovoltaicas, por ejemplo, solamente no se construirán instalaciones donde no dé el sol, por así decirlo. Para comprobar de qué manera valora el plan la oportunidad de construir instalaciones fotovoltaicas, tiene interés detenerse en la tipología de zonas que el plan establece y que llama zonas de graduación de aptitud. 

El plan establece cuatro zonas, que define así: zonas de aptitud alta son las “zonas de mayor aptitud para acoger instalaciones”; las zonas de aptitud media son “zonas con menor aptitud que la de las zonas anteriores”; zonas de aptitud baja son las “zonas con menor aptitud que la de las dos zonas anteriores”; zonas de aptitud muy baja son “los terrenos de mínima aptitud” para acoger estas instalaciones. Si no fuese un tema tan serio, la ironía sería la mejor forma de hacer un comentario a tales definiciones. El plan ni se preocupa en decir en qué consiste la “aptitud”, por lo que difícilmente puede otorgarse a estas definiciones ninguna virtualidad desde la perspectiva de la planificación territorial. El trabajo de los autores de estas clasificaciones ha tenido que ser ciertamente agotador.

Frente a esta forma de actuar, habría que reclamar una planificación del territorio que responda a la importancia que el territorio tiene para las personas. Se vive 'en' y 'del' territorio. Lo primero es necesario, pero lo segundo puede llegar a la obsesión por la explotación '“eficiente” de los recursos del territorio pudiendo poner en jaque la sostenibilidad de los modos de vida de las personas que lo habitan.  La energía renovable de “km 0' es importante de cara a la seguridad energética, pero también lo es el cuidado del territorio para conseguir una transición eco-social justa y sostenible, para lo cual es necesaria la planificación. 

Si vivimos 'en' un territorio, ¿cómo queremos que sea ese territorio? Quizá nos interese saber qué veremos cuando viajemos de Gasteiz a Araia, o a Murgía, a Trebiño o a Oion. Lo reconoceremos o, mejor dicho, ¿nos reconoceremos? El territorio y el paisaje no son datos externos a nosotros, sino parte de nuestro ser, de nuestra subjetividad, incluida la e identidad. No se puede simplificar el concepto de la planificación como la demarcación de una amalgama de emplazamientos “aptos” para las energías renovables. Al habitar en nuestros paisajes nos hacemos sabedores de quienes somos y donde estamos, dándonos seguridad y tranquilidad. Evitar eso que pasa en algunas ciudades y que se da en llamar la deslugarización. Las personas de los barrios de grandes ciudades sienten una gran carencia en sus vidas porque, entre otras cosas, no reconocen ni sienten el lugar en el que viven. 

El plan no analiza las consecuencias agrícolas y ganaderas de la implantación de las grandes instalaciones energéticas, quizá porque deja todo abierto a esa implantación, lo que no permite hacer previsiones. Preocupa la falta de consideración y análisis de una materia tan importante como el suministro bienes y servicios agrarios en Araba, que afectan a los demás territorios vascos. Asegurar el futuro del sector agrícola es vital para evitar el vaciamiento de las zonas rurales, haciendo reconocible nuestro territorio.

La conclusión es clara. EL PTS de energías renovables no es un plan, porque no planifica. Al contrario, abre la puerta a una ocupación descontrolada del territorio, lejos de una política que prevea una ocupación medida y equilibrada del mismo, temporalmente concretada y donde la participación y el beneficio de la ciudadanía sea el vector fundamental a llevar a cabo por el plan. El plan por tanto está pensado para facilitar la implantación de instalaciones energéticas de gran escala, por parte de grandes empresas, no para dar una respuesta por los poderes públicos a las necesidades de una planificación energética adecuada. Se trata de una concepción que entiende la planificación como un obstáculo y no como el establecimiento de las líneas de actuación de una política energética clave para el desarrollo sostenible de nuestras sociedades. 

Esta falta de plan se ha empezado a manifestar con hechos como la solicitud por Solaria, empresa del Ibex35, de una autorización para construir tres grandes plantas fotovoltaicas que ocuparían más de 300 hectáreas en Araba y una línea de transporte de energía de más de 100 km hasta Zierbena, con una capacidad de transporte diez veces más grande que la de producción. La solicitud es claramente ilegal, aunque habrá que prestar atención a su recorrido.

El término planificación ha sido temido por las mentalidades conservadoras, asociándolo a corrientes políticas progresistas en exceso y hasta comunistas, como gustan de decir en la actualidad los nuevos autoritarismos (Milei, Meono, Orban, Aznar, entre otros). Sin embargo, la planificación sigue teniendo buena salud, al menos formalmente. Así podemos comprobarlo en la política energética del Gobierno vasco, que lenta e interesadamente, va desarrollando unos planes de ordenación del territorio de la CAPV. Estos planes parecen querer ordenar el desarrollo de la política energética, especialmente la producción y transporte de energía basada en fuentes renovables como el sol y el viento, bienes públicos por antonomasia. Su característica principal es en cambio la contraria, a saber: los planes de energías renovables persiguen eliminar la planificación. Veamos.

Las energías renovables tienen una incidencia importante en el territorio cuando las instalaciones son de gran escala y por tanto ocupan grandes superficies y ocupan lugares de alto valor ambiental y agrológico. Esto requiere un régimen de implantación que ordene este desarrollo, tal como dice el Departamento competente del Gobierno vasco.