El epílogo de la OPE de Osakidetza

Cuatro años han pasado desde aquel primer capítulo. Era junio de 2018 cuando desvelé el acta de manifestaciones que pronosticaba los resultados de los exámenes de las oposiciones de Anestesiología y Traumatología de la OPE de Osakidetza.

Aquella impunidad con la que se había gestado un modelo por el cual unas pocas personas gozaban de ventaja para acceder a una plaza fija en nuestro sistema público de salud parecía saltar por los aires. O eso pensaba yo cuando ideé poner negro sobre blanco ante un notario el resultado de unas oposiciones cuyo resultado estaba ya cantado.

Fue duro para alguien como yo, alejada de aquel ‘vox populi’, conocer que las oposiciones de las especialidades hospitalarias de Osakidetza vulneraban todo principio de igualdad de oportunidades. Era tan burdo el sistema clientelar generado que resultaba hasta difícil de creer. Sin embargo, que las actas acertaran de pleno el resultado de quienes serían las notas más altas en las dos especialidades no daba lugar a dudas.

Lo complicado era probar lo que algunos llamaron anomalía y que se trataba de un fraude en toda regla. Pese a que se hacían denuncias ‘in voce’ de lo que año tras año ocurría en las oposiciones de Osakidetza, no había pruebas que demostrasen la estafa. Las actas notariales supusieron tal evidencia que se pudo comenzar a tirar del hilo esperando que alguien tirase de la manta. Pocos osaron hacerlo y quienes lo hicieron se han visto represaliados de una u otra forma.

Pude acceder a revisar las actas de los diferentes tribunales de las oposiciones de las especialidades hospitalarias y comprobar que solo hacía falta un poco de interés para ir atando cabos. Era todo tan burdo que rozaba lo grosero pese a tener que leer entre renglones cubiertos de cinta correctora que pretendían tapar lo más evidente.

Una vez tuve posibilidad de acceder a los exámenes de la especialidad de anestesiología, pude comprobar que todos ellos tenían el nombre de su autor o autora escrito en la parte superior con la misma grafía. Unos documentos que debían mantener el anonimato lo habían perdido. Y lo que parecía una pieza crucial en el capítulo de la investigación judicial no parece haberlo sido.

El Ararteko, en el informe que elaboró, no tuvo dudas, tampoco la Fiscalía, cuyo decreto era claro. Incluso el entonces consejero de Salud, Jon Darpón, dejó su cargo acreditando su responsabilidad política ante tal escándalo.

En siguientes capítulos comenzaron a desfilar imputados e imputadas por dependencias judiciales y también denunciantes y denunciantas por despachos de Osakidetza. Todo bajo un silencio atronador que facilita que lo punible consiga ser impune.

Esta semana se ha conocido que se da por concluida la investigación judicial pese a que algunos sindicatos habían pedido más tiempo para conseguir que se tuvieran en cuenta otras pruebas excluidas de las pesquisas, como los exámenes de las especialidades denunciadas. Sin embargo, parece cerrarse esa posibilidad. Se acabó el capítulo con pocas esperanzas de que dé lugar a otro.

Hace cuatro años pensé, pobre ilusa de mí, que las actas serían el elemento clave para acabar con un modelo tan injusto como cruel con tantas y tantos profesionales médicos. Sin embargo, ya hace tiempo que hubiese registrado una tercera acta adivinando que todo quedaría como estaba. El gatopardismo ha sido el principio por el cual se ha regido todo, también el renovado modelo de oposiciones médicas que permitirá que el patrón continúe. Nada habrá acabado, todo seguirá igual.