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Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

España al revés

Concentraciones ante la sede del PSOE en Ferraz.

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Yo no sé por qué se insiste tanto en reivindicar al apóstol Santiago como patrón de España, cuando es tan evidente nuestra tendencia nacional a colocarnos bajo la permanente advocación de Gila. Si el genial humorista podía ponerse en contacto con el enemigo y acordar con él cómo se iban a desarrollar los próximos combates, ¿no podría Sánchez descolgar el teléfono para hablar con el presidente de Vox y proponerle más o menos esto: “Oye, Santiago, ¿por qué no sueltas alguna burrada que nos podría venir bien a los dos? A mí, por ejemplo, me haría una ilusión tremenda que alguien me amenazara con colgarme de los pies, como a Mussolini. Piénsatelo”?

No me cuesta imaginar la escena, considerando que, según Sánchez Feijóo, la incitación del dirigente de Vox al linchamiento popular del presidente del Gobierno forma parte de “una estrategia diseñada por el Partido Socialista y el señor Sánchez”. Es decir, que no fue la de Santiago Abascal una amenaza real, sino de diseño, porque les venía bien a amenazantes y amenazados. La España más española, la de verdad, la de siempre, es así de imaginativa y creadora. Aquí no somos unos tristes como en otros países europeos. Aquí llamamos al pan, pan y a la agresión verbal un simple recordatorio histórico, una alegoría o una metáfora, que también tenemos nuestros estudios y nuestra parte de cultura y sabemos compaginar lo cañí con lo ilustrado.

Es verdad que a veces nos pierde nuestro innato sentido de la improvisación. Con frecuencia nos ocurre lo que a esos entrañables atracadores de banco de la película de José María Forqué, incapaces, en su total inutilidad, hasta de sincronizar los relojes; y, por supuesto, de saber estar en su sitio. Esto último -no saber estar en el sitio que nos corresponde- es algo que nos suele salir muy bien cuando atravesamos momentos de alta confrontación política. Momentos que nos cogen con tales ganas de combate que todos quieren hacer de todo aunque no esté en su mano hacerlo. Y en ocasiones, como la presente, se cambian los papeles de mando y hasta los mensajes ideológicos, dando, así, la impresión de que España está un poco al revés.

Ya empezamos la legislatura dando la nota: con un candidato a la presidencia del Gobierno asegurando solemnemente en el Congreso de los Diputados que no quería serlo; seguimos luego con ese mismo señor que, por no alcanzar lo que no quería, promueve un alzamiento nacional callejero (un 15-m de derechas) para desprestigiar al presidente que sí quería serlo; con los prebostes del PP empeñados en dar clases al PSOE sobre cómo hay que ser socialista de verdad; con esos constitucionalistas convencidos de Vox, que denuncian golpes de Estado de la izquierda se largan del Parlamento, para sumarse a quienes cantan el “Cara al sol” frente a la sede socialista de Ferraz, pidiendo la muerte del presidente antes de ponerse a rezar (seguramente por la salvación de su alma, que lo cortés no quita la valiente); monárquicos de siempre que ahora les hacen competencia desleal a los republicanos de toda la vida, con ese “Felpudo VI” que han adjudicado al monarca; con jueces que abandonan su apoliticismo, situándose en la vanguardia política frente a los supuestos desmanes del actual Gobierno…

Sólo falta añadir un “Señoras y señores, pasen y vean”. Porque escenarios no faltan. Y ahora parece que el de las instituciones comunitarias europeas es el ideal para exportar el berrinche de PP y Vox por no haberse hecho con el Gobierno y convertirlo en algo tan internacional como la guerra de Putin contra Ucrania o las matanzas israelíes en Gaza. La indignación de los nacionales de España ya no cabe en los límites de la patria común e indivisible y necesita una adecuada expansión por el extranjero, aun a costa de erosionar la imagen del país, que al fin y al cabo es por una buena causa.

Los nacionales de toda la vida han convertido la política en un espectáculo continuo, que a veces resulta bastante cómico. Porque ocurre también que aquí nos encontramos con políticos incapaces de asumir que su tiempo ha pasado; y con expresidentes de Gobierno que llevan mal su jubilación y aspiran a seguir teniendo mando en plaza, con la sensación de ridículo que tal actitud inspira.

De hecho, cada vez que veo a Aznar dando el coñazo al país sobre los males que le aguardan, me entran las dudas sobre si es realmente Aznar o algún desaprensivo que está haciendo de Aznar; hasta llegar a la conclusión de que simplemente se trata de un muñeco de guiñol con grabación incorporada, siempre la misma, hablándonos de que está a punto de romperse España, la Constitución y todo lo que haya que pueda ser rompible.

Pues, al parecer, este personaje cada vez más guiñolesco es el que impone al PP y a su presidente lo que hay que hacer en cada momento de crisis nacional que sacude al país. Sin olvidar, claro está, los pellizcos de monja que cada dos por tres le prodiga a Feijóo la presidenta Ayuso para enderezar los pasos del Gran Timonel cuando se desvía de la buena senda y exhibe un tono dialogante que le aparta de las puras esencias del partido.

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