Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

Por favor, póngase a la cola

21 de enero de 2021 20:05 h

0

La Democracia Representativa, aquella mediante la cual la ciudadanía delega en los partidos políticos su participación en las decisiones políticas, está en crisis. De hecho, lleva ya tiempo en crisis. Una crisis basada en la desconfianza y el descrédito que nuestra clase política y nuestros gobernantes han generado en la sociedad y acentuada por una constante falta de transparencia y ausencia de rendición de cuentas.

La ciudadanía se siente cada vez menos representada viendo que sus políticas y políticos, a quienes votaron, piensan más en ellos mismos que en quienes están fuera de las instituciones. Esta creciente desconfianza cala en una sociedad desgastada y que sufre una fatiga pandémica tras casi un año en que cada mañana se levanta escuchando la adopción de nuevas medidas entre un alud informativo de desavenencias políticas entre los diferentes gobiernos y partidos.

Los muros de las instituciones parecen ser cada vez más gruesos acrecentando la distancia existente entre gobernantes y gobernados. Regidores municipales insisten a su ciudadanía en la no celebración de festejos de santos o copas deportivas, al tiempo que reciben a los equipos ganadores o izan banderas a puerta cerrada, pero eso sí, con la presencia de concejales y concejalas de todas las formaciones como si por una vez la democracia representativa si tuviera la función de representar a todos y todas. Y ocurre que hay quien cunde con el ejemplo y se pone a celebrar también. Porque pese a que se insiste en ser solidarios, algunos creen que no hace ningún daño a nadie saliendo a berrear y saltándose todas las medidas como quien coge el coche habiendo bebido.

El individualismo es algo que llevamos tiempo consumiendo y ahora, apelando al sentimiento colectivo, nos quieren hacer pensar que “nadie quedará atrás” cuando lo que impera es un “sálvese quien pueda” que choca frontalmente con la responsabilidad social y el bien común que para algunos no es más que un eslogan. Y en ese “sálvese quien pueda” hay dos gerentes de hospitales vascos, concejales en el ayuntamiento de Bilbao en el pasado, y que, acostumbrados a tener pase vip y no tener que esperar nunca una oportunidad, se han puesto los primeros a la cola.

Y si fueran buenos gestores sabrían que el capitán es el último en abandonar el barco hasta no poner a salvo al resto de la tripulación. Pero están faltos de compromiso con la ciudadanía y de ética y gente así contribuye a que el buque insignia de la salud pública vasca haya chocado con el iceberg en el que se ha convertido la gestión de esta pandemia en general y el plan de vacunación en concreto. Y estos dos capitanes de barco, los gerentes de los hospitales de Santa Marina y Basurto, lejos de cumplir con su responsabilidad, han optado por el “ande yo caliente, ríase la gente” y abandonar el barco con una torpeza digna de dos focas cuando salen del agua.

El individualismo es algo que llevamos tiempo consumiendo y ahora, apelando al sentimiento colectivo, nos quieren hacer pensar que 'nadie quedará atrás' cuando lo que impera es un 'sálvese quien pueda' que choca frontalmente con la responsabilidad social

La gente tiene ahora más claro que nunca que quienes realizan un esfuerzo titánico diario son el personal que trabaja en Osakidetza y que, gracias a esas personas extenuadas, que trabajan al límite y sin los recursos necesarios, se consigue mantener la calidad del servicio. Sin embargo, es el proceder de los dos gerentes, “personas amigas puestas a dedo”, el que deteriora la credibilidad y la confianza de la sociedad en las instituciones y contribuyen convertirlas en reinos de taifas.

Ahora le toca mover ficha al Departamento de Salud de Gotzone Sagardui, del que se espera que no sólo abra una investigación, sino que se lleve a cabo con el rigor que debe y con unos objetivos que atiendan al principio de transparencia y que concluya en una rendición de cuentas. El Gobierno se lo debe a la ciudadanía, la investigación interna no puede ser de nuevo un instrumento que sirva de excusa para ocultar y acrecentar las suspicacias de la ciudadanía hacia quienes gestionan los servicios públicos, salpicando una vez más a Osakidetza como ya ocurrió con las irregularidades de la OPE.

La sociedad vasca no se merece que nadie se le cuele. Tampoco quienes acostumbrados a ser vips y no esperar colas han pasado por alto que esta vez son los más vulnerables y el personal médico los que van primero.

La Democracia Representativa, aquella mediante la cual la ciudadanía delega en los partidos políticos su participación en las decisiones políticas, está en crisis. De hecho, lleva ya tiempo en crisis. Una crisis basada en la desconfianza y el descrédito que nuestra clase política y nuestros gobernantes han generado en la sociedad y acentuada por una constante falta de transparencia y ausencia de rendición de cuentas.

La ciudadanía se siente cada vez menos representada viendo que sus políticas y políticos, a quienes votaron, piensan más en ellos mismos que en quienes están fuera de las instituciones. Esta creciente desconfianza cala en una sociedad desgastada y que sufre una fatiga pandémica tras casi un año en que cada mañana se levanta escuchando la adopción de nuevas medidas entre un alud informativo de desavenencias políticas entre los diferentes gobiernos y partidos.