Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La herencia de un lehendakari socialista
Fortalecido por la fuente de sacramentos que le ha arrancado al Gobierno del PP para activar el “músculo vasco”, Andoni Ortuzar se ha venido arriba; y tan arriba, que le han entrado calorías socialdemócratas. Ha llegado a decir, con cierta exageración, que Euskadi es hoy la región más socialdemócrata de Europa. Ignoro si ha querido, así, resaltar la bondad política del PNV; o delatar su intención de engullir, entre tropiezo y tropiezo, espacios políticos diferentes a los suyos. Pero no le falta razón al dirigente nacionalista, teniendo en cuenta que, en el conjunto de España, Euskadi figura como referencia de un modelo de bienestar envidiado y reconocido.
Las razones que expliquen este hecho pueden ser variadas. A mí se me ocurre que, si somos la reserva socialdemócrata de España, a lo mejor es porque había por aquí socialistas que lo hicieron posible, desde la oposición o en el Gobierno. Porque también han gobernado. Y hasta han gobernado en solitario con un lehendakari, Patxi López, que ha devuelto a este país la igualdad que otros le venían negando. Empezando por liquidar esa desigualdad radical (existencial, podríamos decir) que imponía ETA, al decidir sobre los ciudadanos que podían vivir o tenían que morir en función de las “ideas nacionales” que defendieran.
Hoy, afortunadamente, y tras el cambio socialista, ETA es ya pasado. Como son pasado los planes de Ibarretxe y las prioridades obsesivas del nacionalismo, sustituidas por la agenda social que ese Gobierno priorizó y puso en marcha, aunque no lo tuviera fácil desde sus propios inicios. Porque tuvo que lidiar con quienes le negaban el derecho a gobernar por no ser del PNV; con el nacionalsindicalismo de ELA y LAB, que le recibieron con una convocatoria de huelga general preventiva; con quienes se oponían a las medidas de tolerancia cero frente al terrorismo y sus apoyos políticos; con quienes pusieron trabas al diálogo social con sindicatos y empresarios para hacer frente a la crisis; con quienes no aceptaron las reformas para mejorar la sanidad y la enseñanza públicas…
Y tuvo que hacer frente a quienes, al tiempo que aseguraban que Euskadi estaba al borde de la quiebra, paralizaron la reforma fiscal necesaria para sostener el Estado de bienestar: porque “la vaca no daba más leche”; porque deberíamos ajustarnos al Estado de bienestar “que nos podíamos pagar”; o porque si el Gobierno quería tener más recursos podía encarecer las matrículas universitarias, las tasas académicas, los billetes de Metro y tranvía, la compra de vivienda o la Sanidad, como proponía el hoy Lehendakari Urkullu en sus tiempos de oposición bloguera.
Pero todo eso es pasado también, porque la realidad se ha empeñado en evidenciar que el cambio socialista no ha sido flor de un día. De hecho, objetivos perseguidos por el Gobierno de Patxi López (como la Ley de Vivienda o la compensación por copago farmacéutico a los jubilados con menores rentas) se pusieron en marcha en la pasada legislatura, con el PSE-EE en la oposición. Como ocurrió, igualmente, con la reforma fiscal, y no por especial iniciativa del primer Gobierno de Urkullu, que empezó su mandato intentando imponer recortes por valor de 1.500 millones de euros, en unos Presupuestos fallidos, porque el Partido Socialista los frustró. No se podía hacer otra cosa, según el Gobierno del PNV de entonces, un fiel seguidor de las políticas socio-económicas del Gobierno del PP.
Y, sí, se podía. Era posible hacer cosas distintas a las que imponía el Gobierno de Mariano Rajoy. De ahí que, tras su primer fracaso presupuestario, el PNV y su Gobierno suscribían un acuerdo con el Partido Socialista para, entre otras cosas, impulsar la economía productiva y la creación de empleo, luchar contra el fraude fiscal y a favor de un nuevo sistema tributario, y por el sostenimiento de nuestro modelo social y de los servicios públicos esenciales. Un acuerdo que partía de la necesidad de hacer frente a las “recetas económicas” de la derecha para luchar contra la crisis y “sostener el Estado de bienestar”. Un acuerdo que, en lo sustancial, se ha prolongado con el que, en la presente legislatura, ha servido de base para el presente Gobierno de coalición de PNV y PSE-EE.
Hoy es el día en que los dirigentes nacionalistas muestran un verdadero “orgullo nacional” por la solidez de nuestro modelo de bienestar, que aguanta bastante mejor que en otras Comunidades Autónomas de España. El que supieron defender los socialistas desde el Gobierno Vasco y luego desde la oposición en los peores años de la crisis: frente a los recortes del PP y a los que, posteriormente, el PNV quiso aplicar en su día. Convendría tenerlo en cuenta para que nadie se llame a engaño en el futuro. Y porque es de justicia reconocer que, afortunadamente, la sombra del cambio que introdujo el Lehendakari Patxi López en Euskadi sigue siendo muy alargada. Es la mejor herencia que ha tenido este país en mucho tiempo.
Fortalecido por la fuente de sacramentos que le ha arrancado al Gobierno del PP para activar el “músculo vasco”, Andoni Ortuzar se ha venido arriba; y tan arriba, que le han entrado calorías socialdemócratas. Ha llegado a decir, con cierta exageración, que Euskadi es hoy la región más socialdemócrata de Europa. Ignoro si ha querido, así, resaltar la bondad política del PNV; o delatar su intención de engullir, entre tropiezo y tropiezo, espacios políticos diferentes a los suyos. Pero no le falta razón al dirigente nacionalista, teniendo en cuenta que, en el conjunto de España, Euskadi figura como referencia de un modelo de bienestar envidiado y reconocido.
Las razones que expliquen este hecho pueden ser variadas. A mí se me ocurre que, si somos la reserva socialdemócrata de España, a lo mejor es porque había por aquí socialistas que lo hicieron posible, desde la oposición o en el Gobierno. Porque también han gobernado. Y hasta han gobernado en solitario con un lehendakari, Patxi López, que ha devuelto a este país la igualdad que otros le venían negando. Empezando por liquidar esa desigualdad radical (existencial, podríamos decir) que imponía ETA, al decidir sobre los ciudadanos que podían vivir o tenían que morir en función de las “ideas nacionales” que defendieran.