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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

La inseguridad segura

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Que la seguridad suele ser un eje de debate en las elecciones es una realidad que nadie puede obviar. En las próximas elecciones a celebrar en Euskadi también debería estar presente. Llama poderosamente la atención que, en estos días de precampaña, no haya salido a colación el dichoso debate, más que nada, porque sigue y sigue creciendo la sensación de inseguridad, especialmente en la capital vizcaína. 

Hace unos días caía en mis manos una información que situaba a Bilbao en el primer puesto del ranking de hurtos. No puedo contrastar la noticia, entre otras cosas, porque aún no se han presentado datos actualizados, cuestión ésta que me hace pensar que ni el maquillaje habitual salva los números. 

Resulta curioso que, cuando todo apunta a la necesidad de endurecer las leyes, aparezcan quienes hablan de un nuevo modelo policial. Me pregunto si ese nuevo modelo pasa por el hecho de que nuestros policías municipales y ertzainas lleven una nariz de payaso, una cachiporra hecha con un globo rosa y zapatos diez números más grandes, o si, por el contrario, se va a encarar de una vez el hecho que a todo ciudadano le resulta evidente: la necesidad de declarar la guerra sin cuartel a la delincuencia. 

Esta pasada semana veíamos un ejemplo más de lo atadas que tienen las manos nuestros ertzainas y policías municipales. Unos imbéciles disfrazados de seguidores del Athletic Club les atacaban con botellas, cohetes y cualesquiera otros objetos susceptibles de ser arrojados para causar daño. Los agentes aguantaron la de dios. Yo mismo fui testigo. Según me cuentan, la orden era clara: aguantar hasta que se pueda y luego replegarse, nada de reprimir el ataque, no sea que se vaya a enfadar la izquierda abertzale porque se les ponga en su sitio a los borregos que atacaron a los ertzainas y que provocaron daños materiales en el estadio de San Mamés. También, dentro de esa fauna, hubo quién se dedicó a atacar a pacíficos aficionados colchoneros en un restaurante de Bilbao. A estas alturas, quiero pensar que estarán debidamente identificados, si no detenidos, como espero que tengan que hacer frente a los graves daños personales y materiales que ocasionaron.

A todo esto, ¿dónde estaba el consejero Erkoreka? Pregunto esto porque llama la atención que sus primeras declaraciones al respecto fueran seis horas después de que los sindicatos de la Ertzaintza denunciaran el ataque y el desastre del dispositivo. ¿Estaría ocupado de igual manera que lo ha estado estos últimos cuatro años? En eso sí que le tengo que dar la razón a los sindicatos de la Ertzaintza: tanto él como sus responsables de equipo son unos verdaderos maestros del escape. Lo cierto es que se les debe exigir que den explicaciones y asuman públicamente sus errores de cara a los propios ertzainas, a las y los aficionados, y a la sociedad en general.  

Errores en la planificación de un dispositivo que pasan por la manifiesta falta de recursos humanos y materiales ya que estuvo totalmente desestructurado ante un partido catalogado de alto riesgo. Sin ir más lejos, me consta que la Brigada Móvil no contaba con su total de efectivos, que había equipos de reacción que no se movilizaron y se dejaron en 'stand by' sin acudir a los incidentes, y que los agentes de la Ertzaintza se vieron del todo sobrepasados. También me consta que los agentes desplegados por Bilbao no contaban con los 'talkies' suficientes para, si en algún momento tenían que actuar, poder estar comunicados y realizar las labores policiales con un mínimo de seguridad. 

Y, esto, sin duda alguna lo podíamos percibir muchos de quienes íbamos a San Mamés a disfrutar de una semifinal copera. Debemos reflexionar socialmente. No es la Ertzaintza ni la Policía Municipal nuestro enemigo. Todo lo contrario. Esto, no quiere decir que se les otorgue una patente de corso para los desmanes. En absoluto. No obstante, nuestros agentes tienen que trabajar pese a que lo cierto sea que la sensación social que flota en el ambiente es que no lo hacen. Ante este hecho me he visto en la obligación de preguntar a más de un amigo (y a no pocos conocidos) sobre los porqués de todo esto.

Después de explicaciones varias me han quedado claras una serie de cuestiones como que la dirección política y policial está en manos de acomplejados, gentes que nunca van a poner su estatus en peligro tomando decisiones o ejerciendo la responsabilidad que les ha sido encomendada. A todo esto, ¿qué tiene que decir la izquierda abertzale vasca? ¿Por qué no se ha pronunciado dicho sector político en relación con todo lo acontecido el pasado jueves en Bilbao? ¿Hicieron bien o mal nuestros ertzainas? 

Lo dicho. Estamos en manos de acomplejados que nos van a terminar conduciendo, una de dos a una situación similar a la que estamos presenciando en Suecia, o lo que es peor, al fascismo. Porque tengamos en cuenta que la seguridad, más concretamente la falta de ésta, es el caldo de cultivo del cual se nutre el fascismo para promulgar el recorte de libertades. Lógicamente, que trabajen nuestros ertzainas y policías municipales pero que lo hagan con la debida planificación y con los medios suficientes. No olvidemos que les pagamos para que nos protejan y, si tengo que decir la verdad, yo, el día de marras, no tuve la sensación o percepción de seguridad cuando me dirigía hacia mi puerta de San Mamés. 

Un último apunte volviendo al estadio, esta vez dentro. Sabemos que, tras una información suministrada por un tercer cuerpo policial, fue interceptado un autobús repleto de elementos ultras procedentes de Madrid. Para esquivar posibles controles policiales hicieron un rodeo accediendo a Bizkaia por la localidad cántabra de Ramales. De poco o nada les sirvió ya que fue retenido por la Ertzaintza en un área de servicio. Y aquí llega mi sorpresa: en vez de ser obligado a dar la vuelta para que volviesen por dónde habían venido (que no sería la primera vez que se obra así), se opta por “escoltar” hasta Bilbao a los ultras del Atlético de Madrid que tenían entrada, quedando custodiados el resto. 

No voy a entrar a valorar en este momento a la directiva o la propiedad del Atlético de Madrid, que facilita entradas a esas gentes que se desplazan a lo largo y ancho de la geografía del Estado a cualquier cosa menos a animar a su equipo. Normalmente, se desplazan a delinquir. No olvidemos que se trata del mismo grupo ultra relacionado con los asesinatos del donostiarra realzale Aitor Zabaleta y del deportivista coruñés Javier Romero, “Jimy”. Tampoco perdamos de vista que en la grada visitante de San Mamés se encontraba un ultra en libertad provisional, imputado por un delito de odio y otro contra la integridad moral. Curiosamente, y por orden judicial, no puede acercarse a estadios deportivos madrileños, pero sí lo puede hacer en otros estadios. En lo que nos atañe, ¿quién decidió que este tipo y el resto de su edificante compañía entrasen al estadio (aunque media hora más tarde, y quedasen retenidos un buen rato tras el partido)?  Lo digo porque este tipo de decisiones lo son de rango policial y, desde luego, el incompetente responsable de adoptarla se lo tendría que hacer mirar muy seriamente. 

Pero, porque no hay mal que por bien no venga, quién les da las entradas nos lo ha puesto a huevo: el Atlético de Madrid no suministrará entradas a la afición del Athletic Club. Pues perfecto, porque imagino que la medida será -debería ser- recíproca. ¿No habíamos quedado que los ultras no pueden entrar en los estadios de fútbol? Pues eso. 

Que la seguridad suele ser un eje de debate en las elecciones es una realidad que nadie puede obviar. En las próximas elecciones a celebrar en Euskadi también debería estar presente. Llama poderosamente la atención que, en estos días de precampaña, no haya salido a colación el dichoso debate, más que nada, porque sigue y sigue creciendo la sensación de inseguridad, especialmente en la capital vizcaína. 

Hace unos días caía en mis manos una información que situaba a Bilbao en el primer puesto del ranking de hurtos. No puedo contrastar la noticia, entre otras cosas, porque aún no se han presentado datos actualizados, cuestión ésta que me hace pensar que ni el maquillaje habitual salva los números.