Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Malditos bastardos
Tienen apariencia de humanos pero solo son máquinas de poder entrenadas para vencer. Desconocen la compasión, la empatía y si se saben algo del amor se debe a las canciones. Nos han declarado la guerra. Lo hicieron hace tiempo y desde entonces han sembrado el terror.
El título de la película de Tarantino viene que ni pintado para definirlos: malditos bastardos. Son los millonarios jefes del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esos grandes desconocidos en un tiempo no tan lejano y que ahora revestidos de falsos prestidigitadores sacan conejos envenenados de la chistera.
Su única patria es el poder económico. Debajo de sus trajes a medida esconden psicópatas violadores que jamás tuvieron un sueño en la piel. Delincuentes de guante blanco que brindan con champán mientras el mundo se derrumba a sus pies. Corruptos soberbios que se sueñan inmunes. Son los dueños del mundo: buitres empeñados en devorar hasta nuestro último suspiro.
Son los nuevos becerros de oro ante los que se arrodillan gobernantes pusilánimes capaces de entregar a su pueblo para evitar su propio sacrificio.
Quizá sea porque en lugar de un corazón que late poseen una máquina que hace ruido. Pero, hay que ser muy canalla para proponer medidas que enrojecerían a seres con más dignidad. ¿Cómo gente que se embolsa más de medio millón de euros al año y con una pensión millonaria de por vida puede proponer una reducción del 10% del salario a unos trabajadores ya esquilmados por los recortes? Eso sí, a cambio de que las empresas se comprometan a crear empleo de forma significativa. Si no fuera todo tan dramático, darían ganas de carcajearse.
Y, me pregunto por qué el maldito FMI no invita a las grandes empresas a invertir un 10% más de sus jugosos beneficios en crear puestos de trabajo, salarios nuevos, reduciendo la jornada de trabajo.
Una cuestión retórica dado que los focos del FMI solo alumbran el capital privado. Ignoran el capital público o el capital social y, desde luego, sus luces se apagan ante el derecho al bienestar de la ciudadanía.
A estas alturas, casi todo el mundo sabe que la idea de recortar los sueldos un 10% la ofreció el comisario Europeo de Asuntos Económicos, Olli Rehn -me duele tener que aprenderme los nombres de estos tipos-, y que la expuso en su blog como quien cuenta los atardeceres del lugar donde pasó las vacaciones. El neoliberal finlandés respaldó su propuesta con los casos de Irlanda y Letonia. Dos países con una población al borde del precipicio gracias a las medidas del organismo del que es responsable Rhen.
Las recetas de austeridad no han resultado y el único país que se ha arrojado por el tobogán de los salarios es Grecia. Ya sabemos cómo está la cuna de la sabiduría, los efectos en su pueblo y en su economía.
Sin embargo, los señores de la guerra siguen empeñados en recetar medicinas letales que los más prestigiosos economistas del mundo vienen rebatiendo desde el inicio de la crisis. Todos los estudiantes de Economía saben desde el primer curso que las medidas de austeridad extrema no son la mejor solución para combatir un azote como el de la recesión económica.
Pero, el abominable Dominique Strauss-Kahn, la oscura Christine Lagarde y antes el pernicioso Rodrigo Rato, con toda la maquinaria pensante del FMI no debieron asistieron aquel día a clase. Todos ellos forman parte de un organismo que según Wikipedia tiene como fin “fomentar la cooperación monetaria internacional, garantizar la estabilidad financiera, facilitar el intercambio internacional, contribuir a un nivel elevado de empleo, a la estabilidad económica y hacer retroceder la pobreza”.
Si pagaran a todos esos sátrapas por la consecución de sus objetivos, estarían haciendo cola en la oficina del paro. Pero, ellos pertenecen a la elite de los intocables.
Aunque… a veces, solo a veces, David vence a Goliat y el maligno Dominique Strauss-Kahn ya cayó. La pena es que siempre hay repuesto. Y, luego está su corte de fieles seguidores. Como las asociaciones de empresarios. Aún con la amenaza del 10% sobrevolando sobres nuestras cabezas y sale la CEOE con su propuesta de contratos temporales.
De seguir así, acabaremos pagando por un puesto de trabajo. Recuerdo a un jefe, un periodista sin título alguno, una estrella del periodismo, alguien que como Catilina resultaba encantador cuando no se proponía asesinarte (o despedirte). Siempre nos recordaba que deberíamos pagar por trabajar en aquel periódico.
Me interesa conocer qué hay detrás de esas alimañas que arrebatan la ilusión, la vida a los demás. En el caso de los jefes del FMI, a millones de personas. ¿Cómo fue su infancia? ¿Qué les hicieron sus padres para que se convirtieran en insaciables monstruos? A veces se revelan ellos mismos, como Dominique Strauss-Kahn. En los últimos tiempos magnificas series de televisión nos desvelan historias que podrían estar basadas en cualquiera de los líderes del mundo. Políticos, empresarios amorales... máquinas de hacer daño, entrenados para la mentira y la corrupción. Como en ‘House of cards’. Un 'thriller' politico con el poder como telón de fondo. No se la pierdan. Se aprende mucho.
Es agosto. Hace calor, la luz lo ilumina todo. Vamos a disfrutar más de lo que nos aconsejan. Que esos tipos y otros como ellos no nos obliguen a deshojar cada noche una margarita.
Tienen apariencia de humanos pero solo son máquinas de poder entrenadas para vencer. Desconocen la compasión, la empatía y si se saben algo del amor se debe a las canciones. Nos han declarado la guerra. Lo hicieron hace tiempo y desde entonces han sembrado el terror.
El título de la película de Tarantino viene que ni pintado para definirlos: malditos bastardos. Son los millonarios jefes del Fondo Monetario Internacional (FMI). Esos grandes desconocidos en un tiempo no tan lejano y que ahora revestidos de falsos prestidigitadores sacan conejos envenenados de la chistera.