Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Por ser mujer, candidata a rectora y querer hablar
Hace escasos días en el campus de Vitoria de la UPV/EHU un grupo no muy numeroso de personas impidieron que la única candidata al rectorado de esta institución, Nekane Balluerka, pudiera exponer su programa de gobierno. Tras una pancarta impidieron por la fuerza que la profesora Balluerka accediera al salón de grados del edificio de Las Nieves. Por la fuerza quiere decir literalmente eso, utilizando la fuerza física al tiempo que se gritaban las consabidas consignas tan relacionadas con el mundo académico como Hemendik alde. Nada nuevo, lo habitual.
Sin embargo, creo que es hora de denunciar el contenido profundamente machista de este tipo de actitudes y con ello la enésima falacia de estas revoluciones tuiteras. A Nekane Balluerka no le dejaron hablar por ser mujer, ser candidata al rectorado de la UPV/EHU y presumir que iba a decir cosas que no les iban a gustar a quienes machistamente le impidieron siquiera tomar la palabra. Si Nekane se hubiera llamado Arnaldo, hubiera ido a la universidad a hacer campaña y a decir cosas que a los de la pancarta les parecen el no va más, por supuesto que habría pasado hasta el salón de grados, habría dicho lo que le pareciera bien y quienes estaban el otro día tras la pancarta habrían aplaudido con las orejas.
Pero Nekane tiene nombre de mujer y allí estaba al mando del cotarro un macho alfa que se encargó de que aquella mujer no pudiera ni empezar a hablar. Alguien se lo dijo allí mismo, que si le parecía de recibo no dejar hablar a una mujer. “Tratamos igual a las mujeres y a los hombres”, dijo el macho alfa, orgulloso de su reflexión. Igual de machistamente, sí, porque el machismo de su acción no está solamente en el hecho evidente de que a quien no permitió hablar era una mujer, sino en que su performance es profundamente machista. Que todo estuviera comandado por un macho alfa que era quien daba consignas y negaba el paso (por la fuerza, repito) y la voz (por la fuerza también) a la candidata, que un macho beta se apostara junto a otros en la puerta de enfrente por si la candidata decidía, como pareció ser en un momento, dirigirse a otro espacio y poder hablar, que al gesto de macho alfa todos gritaran y empujaran cada vez que se producía un movimiento, por leve que fuera, de la candidata tiene todos los ingredientes de una actuación que rezuma machismo por todos los poros. No solo es la intransigencia, la negación de la palabra, el desprecio por el debate, es también la actitud machista.
Y había mujeres entre las que seguían sin rechistar el guión marcado por el macho alfa. Ninguna de ellas tuvo el valor de pedirle que dejara a aquella otra mujer hablar. Al contrario, si macho alfa comenzaba a empujar y gritar, ellas seguían la consigna y gritaban contra la mujer que solamente pretendía exponer un programa de gobierno para la universidad. Irónicamente aparecía por allí un cartel contra la educación patriarcalista en la universidad. No entro ahora en lo desconcertante de ese lema, sino en que fuera exhibido con toda impudicia por quienes estaban en aquel acto dando las muestras más evidentes más que de patriarcalismo del machismo más rampante. Repito, ni una sola de aquellas mujeres movió un dedo para permitir que una mujer tomara la palabra y no lo hicieron porque el macho alfa era quien estaba al mando de aquello.
En un momento determinado, logré preguntar a uno de los que impedían por la fuerza el paso por qué no permitían a la profesora Balluerka hablar y le planteaban su protesta: “porque no nos sale de los cojones”, fue la respuesta. Cuando ya la candidata dio por hecho que no podría acceder al salón de grados ni hablar, tuve ocasión de decirle al macho alfa, precisamente a él, que comenzaba a explicarme de dónde puede surgir la gente que acaba votando a Donald Trump. “Yo estoy encantado con que haya ganado”, fue su respuesta. Ya lo ven, testosterona de cojones y de Trump era lo que sobraba por allí. Faltaba libertad, palabra, debate. Y Nekane sigue llamándose Nekane y no Arnaldo, sigue siendo mujer y no hombre, sigue siendo candidata al rectorado y aquellos seguidores del macho alfa, y las seguidoras, siguen sin saber si lo que tenía que decir Nekane les parecía bien o mal, porque no le dejaron hablar. Por cojones.
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