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¿Confías en lo que haga Pedro Sánchez?
Esa es la pregunta real que se va a hacer a los militantes socialistas. Aunque la redacción sea algo más elaborada en realidad la pregunta efectiva es esa. Era de esperar, porque de haberla expresado de forma tan obvia y descarnada como la del titular hubiese sido un cachondeo.
Un referéndum tiene por objeto discernir entre dos opciones claras y excluyentes entre sí. No sirve para la transacción y el matiz sino para la ratificación o no de una opción concreta y determinada.
Igual que pasaba con los duelos entre caballeros del siglo XIX, los refrendos políticos cuentan con la ventaja de resolver de forma inmediata y expeditiva cualquier polémica pero, como aquellos, en absoluto pueden ser parte de una negociación sino que son, justamente, la renuncia expresa y definitiva a ella.
De forma que cuando se trata de decidir sobre cuestiones complejas, por definición incompatibles con una dicotomía: Si-No, un referéndum se convierte en una herramienta inútil o, lo que es peor, en una trampa en la que, bajo la apariencia de escuchar al pueblo, lo que se hace es remover el río a ver lo que se pesca.
Solo en el caso de que el candidato Sánchez hubiese alcanzado un acuerdo suficiente para una investidura (con la imprescindible expresión de quiénes serían los socios que le votarían y cuáles los acuerdos mismos) esta consulta hubiera tenido sentido. Así lo hizo el SPD alemán en diciembre de 2013 con su militancia, a la que preguntó “sí o no” a la gran coalición que garantizaba ciertamente la constitución de una mayoría de gobierno efectiva y que podía ponerse en marcha enseguida, como así ocurrió. Nada que ver con la consulta interna del PSOE que más bien parece preguntar ¿vamos bien?
Ciertamente lo más probable es que cuando el secretario general socialista planteó esta consulta creyese que, en efecto, a estas alturas iba a tener en la mano un acuerdo que le permitiría ser presidente y era evidente que convocar a la militancia le facilitaría el camino frente a un Comité Federal renuente a pactos con los de Iglesias.
La realidad ha sido que, sin ese acuerdo de investidura en la mano pero habiendo prometido el referéndum, no le ha quedado a Sánchez más remedio que tirar adelante con lo que hay, que es bien poco.
El PSOE ha alcanzado y propuesto acuerdos con distintas fuerzas políticas para apoyar la investidura de Pedro Sánchez a la Presidencia de Gobierno. ¿Respaldas estos acuerdos para conformar un gobierno progresista y reformista?
Que los “acuerdos alcanzados” e incluso -nótese- los acuerdos “propuestos” sean objeto de refrendo es como preguntar si se desea que haga sol y buen tiempo. Una pregunta tan cómoda como inane. ¿Quién va a decir que no? Desde luego tampoco lo hará el Comité Federal del PSOE, para el que la consulta ha resultado un cartucho de pólvora mojada.
Sánchez está demostrando que es persona hábil e inteligente pero en esto de la consulta no ha estado fino. Desde el principio amenazaba con ser un error y lo ha sido. A veces las cosas sí son lo que parecen.
Esa es la pregunta real que se va a hacer a los militantes socialistas. Aunque la redacción sea algo más elaborada en realidad la pregunta efectiva es esa. Era de esperar, porque de haberla expresado de forma tan obvia y descarnada como la del titular hubiese sido un cachondeo.
Un referéndum tiene por objeto discernir entre dos opciones claras y excluyentes entre sí. No sirve para la transacción y el matiz sino para la ratificación o no de una opción concreta y determinada.