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Resituarse y resistir es vencer

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Inicios. Tiempos de inevitable reflexión en el nacionalismo institucional. Toca. Sí, toca. Toca reflexionar, toca adecuarse y cambiar lo que haya que cambiar con audacia responsable, con responsabilidad y audacia. Toca y no podemos mirar a otro lado ni ponernos de perfil. Momentos de zozobra o inquietud en una cadena que el próximo julio cumplirá 130 años. Hablo del instrumento eficaz que pergeñó Sabino Arana para que ciertamente Euskadi fuera la patria de los vascos. Entiendo que nos jugamos seguir siendo la columna vertebral de esta sociedad en su construcción nacional. Y lo hago en base a lecturas, escrituras y reflexiones. Templanza y luces largas. Y si hay que resituarse y resistir, se hace.

Antecedentes. Y, así, confieso que mi afición imperecedera a la lectura y a la escritura me viene del aita. El aita fue un lector impenitente. Lo recuerdo leyendo y rodeado de libros. Recuerdo su biblioteca, armarios, cajones y rincones atiborrados de libros. Lo estoy viendo en el pasillo de casa subido a una vieja silla en un equilibrio muy inestable apoyándose en su única pierna con una ama que miraba a otro lado asustada y temerosa de lo peor volviéndose a la cocina. Prefería no mirar. El aita escribió en euskera durante largos años en aquel “Zeruko Argia” de los Capuchinos que le daban la cobertura eclesial necesaria durante tiempos oscuros, tristes y represivos de la dictadura franquista. Un “Zeruko Argia” (hoy “Argia”), cual imprescindible refugio, tabla de salvación, esperanza imperecedera para mantener la llama viva del euskera escrito, de la cultura vasca, de la libertad, de la futura democracia que, fijo, volvería. Era la llama de Euskadi y su autogobierno. Gudari, preso, miembro impenitente de la llamada resistencia vasca que me inculcó y me inoculó igual que a mi hermana Arantxa y a mi hermano Juanramón las virtudes de la democracia, la libertad y el inquebrantable profundo amor a Euskadi, la cultura vasca y al euskara. Y a tender puentes entre diferentes. Eskerrik asko, aita. Betirako.

Hermes. Y así he tenido últimamente la oportunidad de rebajar el volumen de lecturas pendientes. Libros y revistas varias. Dos han sido las revistas que esperaban largamente su lectura y que con un pequeño-gran retraso les ha tocado su turno. Las revistas 'Hermes' números 73 y 74, publicación periódica de la Fundación Sabino Arana, son dos interesantísimos ejemplares con unos contenidos muy apasionantes, diría yo. Con el agradecido permiso actualizado de los responsables e interpelados de dichas dos revistas releo ideas que considero de rabiosa actualidad. Extracto algunas: nacionalismo, democracia, identidad y euskera son algunas de ellas. Las parafraseo y me las adecúo pues a mi persona en todo lo que coincido con lo leído con suma atención: mi nacionalismo viene fundamentalmente de mi contexto social y familiar en el que nazco y vivo. Dos ejemplares que invitan a resituarse. Siempre lo hemos hecho.

Mi persona. Soy de Donostia, mi lengua materna es el euskara, mi identidad es la vasca y mi nacionalismo, más ideológico, es también un nacionalismo de naturaleza cultural e identitario. De pequeñito así ha sido. Mi familia fue una de las típicas perdedoras de la Guerra Civil: aita y tíos gudaris del Batallón Saseta presos, uno de ellos muerto en Peña Lemona. Resistencia vasca, Aberri Egunas familiares, canciones, símbolos, ikurriñas escondidas en libros, etc. Así he crecido. En esas circunstancias y ese entorno. Hasta ser lo que soy. Y es desde ahí desde donde yo, José Manuel Bujanda, tomo la conciencia de la necesidad de defender, enriquecer y fortalecer la identidad vasca. Y para ello soy consciente de que hace falta una identidad política y estructuración política. La vida es resistir y resituarse. Todos lo hemos hecho particular y colectivamente.

Todo cambia, menos el cambio. Soy nacionalista vasco como reflejo de defensa y respuesta a favor de Euskadi, la nación y de la cultura vasca. Entiendo que nación e identidad cultural constituyen elementos de integración y de empaste social. Soy miembro de EAJ-PNV porque entiendo su encaje en esta línea de defesa de la democracia, libertad y de Euskadi. Soy miembro y participo emocionalmente de un partido cuyo nacionalismo vasco se proyecta proactivamente a futuro. Ser nacionalista vasco hoy, ser miembro y militante de EAJ-PNV hoy, significa interpretar y leer correctamente el mundo, en nuestro país, en nuestra sociedad y sobre todo tener la inteligencia de percibir los cambios que se están produciendo incluso sin darnos cuenta del todo y actuar en consecuencia. Sí, actuar en consecuencia sin ponernos de perfil. Pretendo hablar de aceptar la diversidad, la pluralidad, la complejidad y buscar en consecuencia una práctica política que responda al, quizá, nuevo, o renovado, interés general.

Pertenezco y milito en un partido nacionalista de corte humanista. Soy, creo, consciente de que en la medida en que esa sociedad cambia también se deben a su vez cambiar, o al menos variar o evolucionar, paradigmas que hasta hoy nos eran referenciales, y que pasan a ser más complejos, siempre reflejos de esos cambios que se están dando ante nuestros, a veces, perplejos ojos. Nada es inmutable salvo los principios ideológicos, políticos y fundacionales. Todo cambia menos el cambio. Cambiar no es renunciar. Cambio como evolución. Pragmatismo no es cesión. No hay que confundir anécdota con categoría. Sí, cambiemos lo que haya que cambiar. Si hay que resituarse, pues eso, a resituarse. Sin temor. Es futuro colectivo. Condenados a acertar. Katea ez da eten. Larga cadena resituándose. Y resistiendo. Como hoy.

Euskera. En los ejemplares antes mencionados se reflexiona también acerca del euskera. Y entiendo también y en este sentido que el euskera es un tesoro a preservar pues constituye patrimonio no sólo de los vascos sino de la humanidad. Tenemos que conseguir que el euskera sea parte del futuro como expresión de una comunidad plural y diversa. Nuevos retos para con los de aquí y para con los que nos vienen de otras partes del mundo. Nadie debe interiorizan la narrativa sobre el euskera en términos de exclusión y de barrera pues se generaría un flanco muy débil como instrumento de comunicación y como herramienta en aras de construir socialmente la realidad y las circunstancias que conformen las vivencias personales de cada uno y una. Nuevos retos, nuevas soluciones, nuevas reflexiones. Cambiemos lo que haya que cambiar. Y resituarse y resistir. Resituarse, pues. Audacia.

Reflexión y adecuación. Aquí el fruto de las lecturas de los dos ejemplares de 'Hermes' focalizadas en los temas aquí tratados con lentes y gafas que intentan ser proactivas cara a un futuro que ya nos está tocando a la puerta con cambios de todo tipo. Entiendo que son temas y cuestiones poliédricas, susceptibles de ser interpretadas en función de vivencias y creencias diversas. Temas que han estado desde hace tiempo encima de nuestra mesa, que lo están y que lo estarán en un futuro. Así, siempre nos quedará seguir leyendo y aprendiendo de todo y sobre todo. Toca. Sí, toca. Toca reflexionar, toca adecuarse, toca cambiar lo que haya que cambiar con audacia responsable. Con responsabilidad y audacia. Toca y no podemos mirar a otro lado ni ponernos de perfil. Nos jugamos seguir siendo la columna vertebral de esta sociedad. Reflexión y adecuación. La necesaria. Y acertar, porque estamos obligados a hacerlo. Suerte. A resituarse tocan.

Inicios. Tiempos de inevitable reflexión en el nacionalismo institucional. Toca. Sí, toca. Toca reflexionar, toca adecuarse y cambiar lo que haya que cambiar con audacia responsable, con responsabilidad y audacia. Toca y no podemos mirar a otro lado ni ponernos de perfil. Momentos de zozobra o inquietud en una cadena que el próximo julio cumplirá 130 años. Hablo del instrumento eficaz que pergeñó Sabino Arana para que ciertamente Euskadi fuera la patria de los vascos. Entiendo que nos jugamos seguir siendo la columna vertebral de esta sociedad en su construcción nacional. Y lo hago en base a lecturas, escrituras y reflexiones. Templanza y luces largas. Y si hay que resituarse y resistir, se hace.

Antecedentes. Y, así, confieso que mi afición imperecedera a la lectura y a la escritura me viene del aita. El aita fue un lector impenitente. Lo recuerdo leyendo y rodeado de libros. Recuerdo su biblioteca, armarios, cajones y rincones atiborrados de libros. Lo estoy viendo en el pasillo de casa subido a una vieja silla en un equilibrio muy inestable apoyándose en su única pierna con una ama que miraba a otro lado asustada y temerosa de lo peor volviéndose a la cocina. Prefería no mirar. El aita escribió en euskera durante largos años en aquel “Zeruko Argia” de los Capuchinos que le daban la cobertura eclesial necesaria durante tiempos oscuros, tristes y represivos de la dictadura franquista. Un “Zeruko Argia” (hoy “Argia”), cual imprescindible refugio, tabla de salvación, esperanza imperecedera para mantener la llama viva del euskera escrito, de la cultura vasca, de la libertad, de la futura democracia que, fijo, volvería. Era la llama de Euskadi y su autogobierno. Gudari, preso, miembro impenitente de la llamada resistencia vasca que me inculcó y me inoculó igual que a mi hermana Arantxa y a mi hermano Juanramón las virtudes de la democracia, la libertad y el inquebrantable profundo amor a Euskadi, la cultura vasca y al euskara. Y a tender puentes entre diferentes. Eskerrik asko, aita. Betirako.