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Rigor y compromiso ante la incertidumbre

16 de marzo de 2021 21:21 h

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La imagen de las olas, como fenómeno permanente unas veces más calmado y otras más virulento y con el riesgo de resacas, simboliza a la perfección la amenaza permanente de la pandemia del coronavirus. No se trata, sin embargo, de tomar el ejemplo de manera superficial que nos podría llevar a la interpretación del surfeo. No. Se trata de tomarlo en consideración para reflexionar sobre cómo gestionar este fenómeno y seguir avanzando intentando que los efectos sean lo menos negativos posible.

Llegó una primera ola y logramos superarla, también la segunda con tres picos sucesivos, pero debemos seguir actuando con la máxima atención y rigor porque el virus sigue entre nosotras y nosotros. La situación ha mejorado pero la incertidumbre se mantiene. La predicción es incierta y es difícil adelantar cuál será el escenario los próximos meses, semanas e incluso días. Dentro de la segunda ola, que hay quien considera como tercera ola o como ola de invierno -acabamos de superar el tercer pico epidémico que se conformó las pasadas Navidades-, nada nos asegura que no vayamos a encontrarnos con nuevos ascensos de la curva de contagios.

Ante esta marejada con oleadas sucesivas, lo único cierto es que está en nuestra mano tomar las decisiones para evitarlo. En este sentido, este próximo mes -desde la semana pasada hasta la segunda quincena de abril- va a ser determinante. La coyuntura es de alta incertidumbre y nuestra única certeza es que el rigor y el compromiso, individual y colectivo, es la estrategia más eficaz en la lucha contra la pandemia.

A lo largo de este último año hemos acumulado una amplia experiencia; contamos con lecciones aprendidas, pero somos conscientes también de la incertidumbre que genera el desconocimiento sobre la extensión y propagación del virus entre la ciudadanía. En estos momentos se mantienen factores que alimentan la incertidumbre: la extensión de las nuevas variantes del virus; las dudas científicas en torno a una de las vacunas; el estancamiento en la tendencia descendente de todos los indicadores; el repunte en la tendencia que se está produciendo en países de nuestro entorno; y el efecto negativo que pudieran tener la relajación social, incluso en el reconocimiento de contactos posibles de los casos positivos y la necesidad de cumplir con la cuarentena, tras un largo año de pandemia.

Como contrapunto, contamos también con certezas que nos abren un horizonte de mayor esperanza. Desde el día 27 de diciembre de 2020 en que se administró la primera vacuna hemos avanzado en la inmunización de colectivos que resultaban especialmente vulnerables. Así, en estos momentos, las personas ingresadas en residencias junto al personal sanitario y socio-sanitario se encuentran inmunizadas prácticamente en su totalidad.

En todo caso, la gravedad de la situación se mantiene. No solo por el estancamiento en el descenso de los casos positivos detectados, sino también porque el sistema sanitario se está viendo en la actualidad más tensionado que en las olas anteriores. A este factor se añade, además, la fatiga creciente que genera la lucha diaria contra una enfermedad que no acaba de remitir. Debemos tener en cuenta que en este mes de marzo la ocupación de camas UCI ha superado el umbral del 35%. Podemos decir, por lo tanto, que, aunque remita la ola, la situación que deja sigue siendo de alta preocupación. Por esta razón, caso de que enfrentáramos una nueva ola, el punto de partida sería más alto, esto es, de mayor tensionamiento que en el inicio de las anteriores olas.

Este dato supone una invitación al rigor y la cautela en unos momentos en los que crece la movilidad y nos acercamos a periodos de vacaciones, propicios para el encuentro familiar y social con más contacto con personas no habituales en nuestra burbuja de relaciones. Este escenario incluye la posibilidad de una mayor afección negativa de las variantes mutadas del virus. La variante británica, con una prevalencia superior al 65%, se ve acompañada ahora por otras del SARS-CoV-2 que han comenzado a circular en otros países y que pudieran transmitirse también en nuestro caso.

Ante esta situación tenemos una única alternativa: evitar una nueva transmisión comunitaria que acabe multiplicando la Tasa de Incidencia Acumulada en muy pocos días. Hemos conocido un año de rigor y corresponsabilidad, la única alternativa es mantener la tensión para evitar una vuelta atrás. Nos corresponde poner en valor todo el esfuerzo realizado y mantener el compromiso. Debemos evitar la interacción social con personas que no formen parte de nuestro círculo de convivencia. Debemos mantener la distancia interpersonal. Cumplir con el número máximo de personas por agrupamiento. Debemos evitar espacios cerrados, mal ventilados y con concurrencia de personas. Utilizar siempre la mascarilla como elemento de protección personal y recordatorio permanente de la situación que estamos padeciendo. Debemos evitar la movilidad no imprescindible. Comunicar la relación de personas de contacto en los casos positivos y guardar el periodo de cuarentena obligado. Debemos asumir que la administración de la vacuna exige seguir cumpliendo todas las medidas.

La única alternativa posible es cumplir con todo rigor las medidas de prevención que se han adoptado. Este compromiso personal constituye nuestra mayor certeza y el medio realmente eficaz para contener el virus, preservar la salud pública y salvar vidas. 

La imagen de las olas, como fenómeno permanente unas veces más calmado y otras más virulento y con el riesgo de resacas, simboliza a la perfección la amenaza permanente de la pandemia del coronavirus. No se trata, sin embargo, de tomar el ejemplo de manera superficial que nos podría llevar a la interpretación del surfeo. No. Se trata de tomarlo en consideración para reflexionar sobre cómo gestionar este fenómeno y seguir avanzando intentando que los efectos sean lo menos negativos posible.

Llegó una primera ola y logramos superarla, también la segunda con tres picos sucesivos, pero debemos seguir actuando con la máxima atención y rigor porque el virus sigue entre nosotras y nosotros. La situación ha mejorado pero la incertidumbre se mantiene. La predicción es incierta y es difícil adelantar cuál será el escenario los próximos meses, semanas e incluso días. Dentro de la segunda ola, que hay quien considera como tercera ola o como ola de invierno -acabamos de superar el tercer pico epidémico que se conformó las pasadas Navidades-, nada nos asegura que no vayamos a encontrarnos con nuevos ascensos de la curva de contagios.