Blogs Opinión y blogs

Sobre este blog

Al escondite

De nuevo nos tocaba escondernos. Había pocos sitios y nos los conocíamos todos, pero teníamos que conseguir como fuera que no nos descubrieran a la primera. La verdad es que no sé cómo me pude ocultar detrás aquel matojo de hierba, pero aguanté un buen rato sin ser vista. Desde allí, podía ver a todos los demás primos escondidos. Todos con nervios en la cara como si, en lugar de un primo, nos fuera a encontrar Jack el destripador.

Antes de empezar a contar quien se ‘la quedaba’, Marta se acercó a mí y me dijo que no quería esconderse más con nues­tro tío Alberto. ¡Es verdad, siempre la elegía a ella!

Aunque Marta y yo éramos de la misma edad, ella siempre había estado mucho más desarrollada que yo. De más peque­ña, siempre fue más alta, pero, como le vino la regla antes, dejó de crecer y emprendió el duro proceso de transformación del cuerpo. La pobre tuvo que sufrir comentarios soeces de muchos jovencitos y no tan jovencitos que pasaban a su lado.

Aquel domingo, me dijo que cuando se escondían, el tío Alberto la abrazaba como para esconderla y siempre le tocaba una teta. Me pedía ayuda. No recuerdo si Marta volvió algún otro domingo a comer al campo con nosotros. Seguro que sí lo hizo. Pero de lo que estoy segura es de que jamás volvió a esconderse con el tío Alberto.

Ahora, lo pienso y me pregunto si alguna otra prima termi­naría escondida en los brazos del tío Alberto. Y me pregunto si tendría a alguien para contarle lo mal que se sentía cuando su tío le tocaba una teta. ¡Pobre Marta! Me la imagino paralizada por esa violencia, prácticamente, en su niñez, esperando a que por fin la descubrieran para zafarse de aquellas abusadoras manos.

De nuevo nos tocaba escondernos. Había pocos sitios y nos los conocíamos todos, pero teníamos que conseguir como fuera que no nos descubrieran a la primera. La verdad es que no sé cómo me pude ocultar detrás aquel matojo de hierba, pero aguanté un buen rato sin ser vista. Desde allí, podía ver a todos los demás primos escondidos. Todos con nervios en la cara como si, en lugar de un primo, nos fuera a encontrar Jack el destripador.

Antes de empezar a contar quien se ‘la quedaba’, Marta se acercó a mí y me dijo que no quería esconderse más con nues­tro tío Alberto. ¡Es verdad, siempre la elegía a ella!