Carolina Yuste, actriz: “No voy a acallar lo que siento para proteger mi parcelita de privilegio”
La sonrisa de la actriz Carolina Yuste (Badajoz, 1991) no ha dejado de verse en la semana que ha durado el Festival Internacional de Cine de Sahara (FiSahara). Bajo ella se esconde la preocupación por las emociones que le llegarán una vez abandone el campamento de refugiados de Ausserd, en Tinduf, Argelia, pero mientras tanto no para de mostrar su cara más amable y divertida. “No puedo permitirme estar mal, no sería justo”, reconoce en una entrevista con este periódico mientras juega con el niño de la familia que le acoge durante estos días.
Las proyecciones del festival son por la noche, una vez el sol cae y las altas temperaturas en medio del desierto dan una tregua. Yuste se pasea entre los espectadores antes de ver la película que toca, en esta ocasión, La guerra de Beatriz de los directores Bety Reis y Luigi Acquisto, la primera película después de que Timor Leste lograse su independencia. Las imágenes de la película son duras ya que muestran la masacre perpetrada en el territorio por las fuerzas de ocupación indonesias. Tan duras que la actriz prefiere marcharse a la proyección para niños que tiene el festival donde están viendo Campeonex de Javier Fesser. “Estas películas son muy necesarias, pero ya estamos aquí, estamos viviendo realidades verdaderamente duras y hay momentos en los que no puedo. A veces solo quiero estar con los niños que de repente te miran, te sonríen de oreja a oreja y te derrites, pero no en el plan que dicen algunos en redes sociales de 'es que son felices con tan poco', eso lo odio profundamente. Si venimos aquí es para conocer esta realidad, tratar de entenderla y visibilizarla”, confiesa.
¿Cómo está siendo la experiencia de estar por primera vez en los campamentos de refugiados saharauis para usted?
Bien, aunque definirlo es algo muy raro. Es verdad que ya he estado en otros campos de refugiados, con lo cual el impacto inicial no es tan fuerte, supongo que de alguna manera yo ya sabía lo que me podía encontrar. Creo que en este tipo de situaciones te disocias un poco e intentas ser lo más práctica posible y no verlo todo desde tu prisma de mujer blanca occidental. Te das cuenta de que lo que están pasando aquí es injusto y es frustrante cuando entiendes que el país donde vives es responsable de un montón de sufrimiento. Yo estoy bien, si dijera que estoy mal me parecería que tendría un morro que te cagas. Yo no he venido aquí a estar mal y no puedo permitírmelo, no sería justo. Creo que las hostias cuando tienes estas vivencias te vienen cuando vuelves. La angustia te viene cuando te vas a tu casa y estás en tu cama suave, te duchas con agua caliente, te lavas tus dientes y te acuerdas de todas las caritas que has estado viendo durante una semana, y piensas ‘Ellos están allí y yo aquí’.
Lo que no quiero es que mi trabajo defina mi existencia en el mundo. Me gusta trabajar poco, bonito y no tener esa presión de trabajar o producir constantemente
Este festival de cine es distinto a la gran mayoría, en los que muchas veces la cultura o el propio cine es lo que menos importa.
Este es uno de los festivales del mundo que más sentido tiene. La gran mayoría de festivales son una performance y un show para otras cosas.
¿Cuesta querer forjar una carrera como actriz teniendo esa sensibilidad o siendo activista?
Depende de lo que quieras hacer. Lo que no quiero es que mi trabajo defina mi existencia en el mundo. Es mi trabajo, pero yo no soy solo actriz. A mí me gusta trabajar poco, bonito, con equipos guays y proyectos que me apetezcan, pero yo no tengo esa presión de tener que trabajar o producir constantemente. Yo quiero hacer dinero para que mi familia esté tranquila y eso significa beneficiarme de un sistema que existe y que es un carro en el que estamos todos. A día de hoy ser activista no me ha perjudicado, estoy currando un montón, me siguen llamando para proyectos, aunque considero que las cosas que digo o por las cuales me manifiesto son de cajón de madera, no estoy diciendo cosas muy locas. No voy a acallar lo que siento para proteger mi parcelita de privilegio. Aunque he aprendido que mi capacidad de acción es muy chiquitita.
Pero, aunque la capacidad sea chiquitita, escuchar a personajes públicos hablar abiertamente sobre causas como esta o renunciando a proyectos por sus principios da esperanza. ¿No?
Lo que pasa es que yo puedo permitirme decir que no a proyectos de mierda porque me puedo pagar el alquiler. Yo no sé qué sucedería si fuera de otra manera. Tenemos una responsabilidad, hace tiempo una chica de 16 años vino a hablar conmigo y me contó que gracias a las películas y las entrevistas que hacía se había atrevido a decirle a sus padres que era lesbiana. Yo creo en la gran herramienta que es el arte para generar eso. El amor es la gran revolución de este mundo. Cuando eres tan consciente de las cosas que pasan acabas agotada y te anestesias, porque necesitas salir adelante, porque si no, es agotador.
Es muy difícil encontrar a una persona no binaria encargándose de la fotografía o a un protagonista negro. ¿Dónde están?
¿Qué supuso para usted ganar el Goya a mejor actriz con 'Carmen y Lola'?
Me dio mucho más trabajo. Para mí supuso conquistar un espacio en el que los demás me vieron.
Después de la gala dijo que era un orgullo haber ganado con un proyecto en el que los puestos de dirección estuvieran formados por mujeres.
Claro, en puestos en los que las jefas de departamento sean mujeres, que ahí es donde cambia todo. Una película es drásticamente diferente si quienes eligen cómo contar la historia son mujeres.
¿Todavía cuesta encontrar a mujeres en puestos de dirección en el cine?
No solo mujeres, también cuesta muchísimo que haya diversidad. Es muy difícil encontrar a una persona no binaria encargándose de la fotografía o a un protagonista negro. ¿Dónde están en España? Vamos de que somos modernos, pero todavía cuesta mucho ver una diversidad real en la ficción y entre los trabajadores del mundo del cine.
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