Casas diseñadas para promover la igualdad entre hombres y mujeres: la revolución de la arquitectura feminista

Maialen Ferreira

19 de julio de 2022 21:46 h

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El año 2016 supuso un punto de inflexión que cambió el rumbo de la arquitectura después de que dos sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Madrid y del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía anularan unos planes urbanísticos por no tener evaluaciones de impacto de género. A partir de esas sentencias, llegaron otras del Tribunal Supremo que reforzaban la idea de que el urbanismo tenía una dimensión de género. El hecho de que existan estas sentencias ha hecho que tanto las administraciones como los grandes promotores hayan introducido este tema en el centro del debate urbanístico. Desde entonces, ha cambiado por completo la percepción y el interés de todos los agentes involucrados y la arquitectura con perspectiva de género ha pasado de ser un tema que algunas arquitectas propugnaban de manera minoritaria a estar de actualidad y revolucionar tanto las viviendas, como las calles y hasta las estaciones de tren.

Una de las grandes referentes en este ámbito y asesora de varias administraciones a la hora de elaborar normativas de vivienda y urbanismo con perspectiva de género, es la doctora arquitecta Inés Sánchez de Madariaga. “El cambio es muy importante y hay muchas comunidades autónomas que han legislado sobre ello”, explica a este periódico. A modo de ejemplo, pone la conocida como LOTUS, la Ley de Ordenación Territorial y Urbanística Sostenible de Extremadura, aprobada en 2018 y que por primera vez incluye un articulado extenso, amplio y sistemático en las leyes del suelo a través de un anexo técnico sobre cómo trabajar las dimensiones de género en todos los instrumentos urbanísticos. Después, se aprobó la Ley de Urbanismo de la Comunitat Valenciana que también incluye un articulado significativo en esta materia. “Las leyes son muy importantes porque son las que marcan lo que después tienen que hacer el resto de agentes y administraciones”, sostiene Sánchez de Madariaga.

Esas fueron las leyes que abrieron la puerta a normas de menor escala, pero también significativas, como el recientemente aprobado Decreto de habitabilidad del Gobierno vasco, que, entre otras cuestiones, obliga a las nuevas construcciones y a las rehabilitaciones integrales de las viviendas y portales a contar con la llamada perspectiva de género, que incluye una mayor iluminación en el caso de los portales, acabar con los llamados “puntos negros” que aumentan la sensación de inseguridad y la creación de habitaciones más amplias, ya sea en el caso de los dormitorios, como en el de las cocinas, para que las tareas del hogar sean compartidas entre varios miembros de la unidad convivencial.

“La arquitectura y el urbanismo pueden hacer mucho por garantizar la igualdad en los entornos urbanos, tanto en el espacio público como en el privado, es decir, de puertas para adentro y de puertas para afuera. En la parte pública, la calle, existen muchísimas cosas que deben mejorarse, por ejemplo, el transporte público, la iluminación para evitar los puntos negros, el diseño de espacios con múltiples usos, etc. En la parte privada, que sería la vivienda, las casas están diseñadas para un tipo de familia, que es la nuclear, la tradicional. Esto se nota en el espacio: un cuarto grande para los progenitores, cuartos más pequeños para los hijos, no hay espacio de trabajo (y si existe, suele ser el despacho del hombre) y cocina, no muy grande. ¿Y si hay otro tipo de estructura familiar? ¿O si la familia se quiere organizar de otra manera?”, pregunta la doctora en Sociología Iraide Fernández, quien insiste en que puede que el hecho de que se construyan cocinas más grandes puede que no haga que “automáticamente” las tareas del hogar sean compartidas, pero “es algo que ayuda”. “También ayuda que la cocina no esté completamente aislada del resto de la vivienda”, detalla.

Las viviendas están diseñadas para un tipo de familia con un cuarto grande para los progenitores, más pequeños para los hijos, sin espacio de trabajo y con cocina pequeña. ¿Y si hay otro tipo de estructura familiar?

Para Sánchez de Madariaga, el hecho de tener habitaciones de un mayor tamaño, hace que la vivienda sea más versátil, porque permite una mayor multifuncionalidad en el uso de los espacios y una mayor adaptabilidad a distintas configuraciones familiares. Mientras en los años 60 y 70 las habitaciones de los hijos se utilizaban exclusivamente para dormir, actualmente, y debido a que la edad de emancipación cada vez es mayor, las habitaciones se utilizan no solo para descansar o realizar actividades de ocio como ver la tele, sino que también son utilizadas para estudiar y trabajar. “Antiguamente nadie tenía en su habitación un escritorio y mucho menos una televisión o un ordenador. Ahora la vida de los jóvenes está dentro de sus habitaciones y por tanto esos espacios se deben ajustar a la realidad actual”, indica.

Perspectiva feminista en las estaciones de tren

Sin embargo, la doctora arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y Master of Science por la Universidad de Columbia, en Nueva York, sostiene que la perspectiva de género va más allá del ámbito residencial, ya que también ha llegado para revolucionar calles e incluso estaciones de tren. En esa tarea han estado trabajando desde la Cátedra UNESCO de Género en Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) que dirige. Para ello, según detalla, se debe tener en cuenta las necesidades, las realidades y el uso de las mujeres en las calles y las estaciones de tren. “En el caso de las estaciones, además de tener en cuenta el tema de la seguridad y la iluminación de los recorridos, se tiene que trabajar en la visibilidad, el flujo de personas y la forma de los espacios. También debemos tener en cuenta la comodidad y la calidad de los espacios, cuando vas acompañada de menores o de personas mayores con movilidad reducida, cómo sea la accesibilidad o dónde puedes sentarte, son elementos de diseño que tienen una dimensión de género fundamental”, indica la arquitecta que pone como ejemplo la nueva estación de Irún en la que ha trabajado.

Espacios que posibilitan los crímenes

El doctor en Psicología y subdirector del Instituto Vasco de Criminología, César San Juan, en el ámbito de la seguridad en los entornos urbanos considera que, a la hora de analizar un crimen en un espacio público, se debe estudiar, “además de un individuo motivado para delinquir”, el que haya “un espacio que lo haya hecho posible, que lo haya facilitado”. “Estos espacios que pueden ofrecer posibilidades para que tenga lugar un delito los denominamos crimípetos. El reto de la criminología ambiental y la arquitectura urbana sería diseñar espacios crimífugos”, explica.

La agresión sexual solo tendrá lugar si el lugar ofrece las condiciones ambientales que la hacen posible: ausencia de control social o vigilancia formal e informal y oscuridad o intimidad espacial

“En este sentido un delito que está especialmente condicionado por las variables espaciales y contextuales son, precisamente, las agresiones sexuales. Obviamente, debe existir un individuo potencialmente agresor y una víctima vulnerable, pero la agresión sexual solo tendrá lugar si el lugar ofrece las condiciones ambientales que la hacen posible: ausencia de control social o vigilancia formal e informal y oscuridad o intimidad espacial. Con respecto a la seguridad, los hombres y las mujeres usamos la ciudad de diferente forma, pero también los adultos con respecto a los menores, adolescentes o las personas mayores. Las personas con movilidad reducida también pueden ver limitado el uso y apropiación de la ciudad. O las personas inmigrantes en comparación con los oriundos. La cuestión es que todo el mundo se sienta cómodo en el espacio urbano, en cualquier lugar y a cualquier hora. Esta aspiración es lo que denominamos la ”democratización“ del espacio urbano”, señala.

La socióloga Iraide Fernández también coincide con San Juan en el hecho de que las mujeres y los hombres hacen un uso distinto de las ciudades. “Hay que pensar que las ciudades son un reflejo de la sociedad y sus pautas culturales. La división de roles de género que se da en la sociedad en la que los hombres se encargan de las tareas productivas y las mujeres de las reproductivas se traslada a las ciudades. En otras palabras, espacios privados para ellas y espacios públicos para ellos. O, también podría decirse, ciudades diseñadas por y para el hombre. ¿Cómo van a acceder las mujeres y los hombres de igual forma a un espacio que se solo se ha pensado para ellos? Por ejemplo, ¿La ciudad está pensada para el cuidado? No, no está pensada para los desplazamientos entre la vivienda y el supermercado, el centro escolar y el parque, accesible a carritos o sillas de ruedas. En la sociedad heteropatriarcal en la que vivimos este rol, estas tareas, siguen recayendo en mayor medida en las mujeres, así que son las que más sufren este diseño pensado para otro”, detalla.

En cuanto a la percepción de inseguridad, Fernández explica que la arquitectura y el urbanismo no pueden hacer que desaparezca del todo, pero sí que pueden mejorar la situación haciendo espacios diáfanos (sin recovecos), con visibilidad, con iluminación o con vida en las calles. “Todas hemos sufrido volviendo a casa de noche, no se trata de algo imaginado, es algo real y que nos afecta en mayor medida”, lamenta.

Hasta ahora los espacios urbanos se han construido priorizando en dar respuesta a todo lo vinculado con las actividades económicas y con lo productivo y el resto de esferas han quedado en los márgenes

Ciudades que se alejan del consumo para centrarse en los cuidados

Más que arquitectura con perspectiva de género, la socióloga urbana Blanca Valdivia prefiere llamarlo urbanismo feminista y a eso se dedica desde hace 18 años en Col·lectiu Punt 6, donde no consideran que se trate de únicamente de un tema a tratar en algún proyecto, sino que se trata de una mirada transversal que se debe incorporar a todos los proyectos. “Nosotras hacemos un urbanismo feminista, interseccional y encarnado. Trabajamos desde nuestras carnes. Por eso para nosotras los cuidados son muy importantes. Es fundamental planificar y diseñar espacios que fomenten y faciliten la corresponsabilidad social de los cuidados. También debemos ser conscientes de que más allá de lo educativo, hay cosas simples desde el plano urbanístico que podemos hacer para que nos sintamos más seguras. Otro punto importante para nosotras es desjerarquizar y despatriarcalizar el urbanismo para escuchar las voces de mujeres que durante todo este tiempo han estado silenciadas”, explica Valdivia.

A medida que las mujeres vayan conquistando espacios en la ciudad y se vayan diseñando calles de una forma distinta, Valdivia reconoce que va a haber personas que vayan perdiendo privilegios porque a la hora de diseñar “va a haber otro tipo de prioridades”. “El urbanismo feminista pone a todas las personas en el centro de las decisiones. Por eso una parte de las personas perderán privilegios para que otras los ganen y se distribuyan esos privilegios. Hay que hacer un cambio radical de paradigma y crear ciudades cuidadoras que te cuiden y que te permitan cuidar a otras personas y al medioambiente. Hasta ahora los espacios urbanos se han construido priorizando dar respuesta a todo lo vinculado con las actividades económicas y con lo productivo y el resto de esferas han quedado en los márgenes”, critica Valdivia, quien a la hora de describir su ciudad ideal, destaca aquella que tenga menos espacios para los coches, más calles seguras y accesibles, con sombras, bancos, fuentes, vegetación y menos espacios mercantilizados.

Jamás me hubiera imaginado que en tan poco tiempo avanzaríamos tanto. Evidentemente lo que falta es que lo que ya está asumido y entendido por la opinión profesional vaya calando poco a poco en las administraciones

La también socióloga Iraide Fernández opina que las ciudades deben “dejar de estar centradas” en el consumo y el turismo, para empezar a ser consideradas como “espacios inclusivos a los que todo el mundo tiene derecho a acceder”. “Esto evitaría las desigualdades de acceso entre hombres y mujeres, pero también el urbanismo hostil y la exclusión que genera el propio espacio”, señala tras destacar que para diseñar con esta perspectiva es fundamental que los municipios inicien procesos participativos con su ciudadanía.

Tras analizarlo con este periódico durante 30 minutos y durante los 30 últimos años de su vida, Inés Sánchez de Madariaga admite que aún “queda un camino largo” para llegar a construir un mundo realmente igualitario, sin embargo, subraya que “el camino recorrido es absolutamente impresionante”. “Jamás me hubiera imaginado que en tan poco tiempo avanzaríamos tanto. Evidentemente lo que falta es que lo que ya está asumido y entendido por la opinión profesional vaya calando poco a poco en las administraciones. Esto lleva un poco de tiempo, pero el proceso ya ha comenzado y una vez que estás en el camino ir hacia atrás es muy difícil. Soy muy optimista, las perspectivas son claramente positivas, sin ninguna duda”, concluye.

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