“La cosa está jodida”, un paseo por Beasain y Ordizia, el corazón de la 'zona roja' de la pandemia en Euskadi

Son las 10.38 en la estación de Renfe de Beasain, cabecera del Goierri y localidad industrial en el corazón de Gipuzkoa. Es una de las más de veinte localidades del territorio de más de 5.000 habitantes en las que se ha encendido el metafórico semáforo rojo de la pandemia, que marca una tasa de más de 500 casos por cada 100.000 habitantes y en 14 días. En realidad, el rojo de Beasain es mucho más intenso, ya que la incidencia real triplica es umbral de riesgo. 134 vecinos han contraído el Sars-Cov-2 en la última semana. Toda la comarca está en alerta y coloquialmente ya se conoce al lugar como la “zona roja”. A falta de estado de alarma, el Gobierno vasco había pedido a sus vecinos limitar la vida social y no salir del municipio salvo por causas de fuerza mayor. Sí es obligatorio que los bares bajen la persiana a las nueve de la noche.

En la pequeña terminal del Cercanías, solamente hay dos personas. Son dos mujeres jóvenes que se pelean con la pantalla táctil de la máquina expendedora. Llevan la mascarilla protegiendo sus barbillas. “Vamos a San Sebastián. Tenemos cita con el dentista. ¿Lo de no salir es sólo una recomendación, no? Luego volveremos a trabajar”, explican. No quieren ni dar su nombre ni una fotografías.

En la avenida paralela al ferrocarril, en las terrazas de los bares se sirven algunos cafés y tortillas. La ocupación no es muy alta, salvo algunas excepciones. En otras calles del centro ocurre algo parecido. Yoani, en su taberna, únicamente tiene una mesa de tres personas y un cliente sentado en el interior leyendo la prensa. En el restaurante de Patxi hay más movimiento pero, a la pregunta de “¿Cómo está la cosa'', repite tres veces que ”muy mal“. ”Muy mal, muy mal, muy mal. El negocio ya había bajado bastante por el miedo de la gente. Pero ya hoy nos parten en dos“, explica sobre las nuevas medidas restrictivas para hostelería de la zona roja.

Con el cierre a las nueve, no puede servir cenas. Y el poteo tradicional habría que hacerlo en horario más europeo. “La tarde ha desaparecido completamente”, cuenta Patxi ajustándose su mascarilla negra con ikurriña. “Pero yo me pregunto por qué a las nueve de la noche no pueden venir aquí y sí ir al Carrefour. No lo entiendo. Yo vengo ahora de un centro comercial de hacer la compra y estaba a tope. ¡A tope!”, se queja el hostelero. Es más, localidades con incidencia similar o superior pero de menos de 5.000 habitantes no se ven afectadas. Ocurre con Zaldibia y Zegama en el Goierri.

En el paseo junto al río Oria camina ensimismada una mujer con el inconfundible uniforme de Osakidetza. “Estamos hasta arriba. La cosa está jodida”, concede como única respuesta. El Servicio Vasco de Salud ya ha anunciado que hará PCR masivas a todos los vecinos de 13 a 40 años. Esos cribados se están haciendo también en otras localidades con alta incidencia. Se ha elegido para ello el frontón de las pérgolas, en la avenida de Navarra, la paralela a la estación. Este viernes, decenas de adolescentes aprovechaban un recreo al mediodía para hacer muchas de las cosas que se han recomendado que no se hagan en las gradas o en la cancha. No hace ni diez días que se detectaron más de 20 positivos en el instituto.

Tras un pequeño paseo junto al río, Beasain se convierte en Ordizia CAF mediante. Separa ambos municipios el polígono que alberga esta gran compañía de transporte, que presume de pedidos en todo el mundo. Ordizia también es zona roja. Ordizia también triplica la tasa de 500. Y Ordizia, además, ya vivió su propio brote en julio, que adquirió notoriedad por coincidir con la campaña electoral y los propios comicios del 12 de julio. Aquel brote -originado por una persona procedente de Lleida en la zona de hostelería- se cerró con 78 casos. Solamente esta semana ha habido 106.

“Alguien que no sea de aquí no sabe... Hay casas de continuo. Es una zona de paseo y bastante concurrida”, explica Adur Ezenarro, alcalde de Ordizia, sobre la separación municipal, que ahora adquiere su importancia ante las directrices sanitarias de no cruzar a otras localidades. En la montañosa Gipuzkoa, estos continuos urbanos con algo habitual en los valles. La gente vive en un pueblo, trabaja en otro y hace la compra en un tercero.

Ezenarro, que atiende a este periódico confinado, asegura que este repunte del coronavirus “ha llegado como una mancha de aceite silenciosa” y no de manera repentina como el foco de julio. Interpreta que ello ha supuesto que la ciudadanía no haya estado tan alerta, aunque los datos son claros: esto es peor. “Ahora no vemos el vínculo en los casos. El otro estaba más localizado y ayudaba a tomar medidas más concretas”, explica. Al margen de las pautas generales decretadas por Osakidetza, asegura que el Ayuntamiento ya ha tomado otras como el cierre del cine o las suspensiones de “todas las actividades colectivas”. También está valorando habilitar “zonas seguras” para el paseo de los mayores. “La gente tiene que salir a pasear, a tomar el aire. Hay que evitar la vida social, pero no podemos repetir el esquema de marzo”, opina el regidor, que acumula varias jornadas de videollamadas y reuniones con la Diputación, con el Gobierno vasco y con los alcaldes de la zona, de la zona roja.

elDiario.es/Euskadi

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