Fueron seis intensos años, los de la ardiente y concienciada juventud de un muchacho precoz, que a los 12 años, en la España de finales del XIX, ya se negó a la decisión de sus padres de que ingresara en el Seminario, argumentando que “mis ideas no me permiten ser cura”. Julio Camba (Vilanova de Arousa, 1884, Madrid, 1962), uno de los mejores periodistas españoles del siglo XX, inició y forjó su carrera en el periodismo anarquista en su Galicia natal, en Buenos Aires y por fin en Madrid, que ahora se recoge en '¡Oh, justo, sutil y poderoso veneno! Los escritos de la anarquía', publicado por la editorial riojana Pepitas de Calabaza. Con este volumen, en su mayoría inédito, se constata que más que un periodista que luego se adscribiría al régimen franquista, tal y como se le ha considerado, Camba vive en un escepticismo total al que llega tras las reflexiones que le provoca el atentando de su compañero Mateo Morral contra el rey Alfonso XIII y su esposa, en el que murieron 23 personas y del que los monarcas salieron ilesos.
El volumen, casi 600 páginas que salen a la venta esta semana, refleja la aventura que ha supuesto recopilar los escritos del escritor gallego entre 1901 y 1907, que descubren un personaje desconocido, comprometido con el ala más insurreccionalista del anarquismo ibérico, que llegó a tener 14 procedimientos judiciales abiertos al mismo tiempo por sus artículos. Como apunta en las notas iniciales el responsable de la edición, Julián Lacalle: “De los escritos que recogemos en este libro se desprende claramente que Julio Camba fue un hombre que creyó en la Idea y que dio para una causa que él consideraba justa -la inversión de la piramide social- una buena parte de sus mejores energías”.
El autor de los celebrados 'La ciudad automática' (sus crónicas desde Nueva York en los años 30) o 'Londres' y 'Alemania' (recopilación de sus escritos como corresponsal) ya quería conocer otros horizontes desde bien joven, porque siendo un adolescente, se embarcó hacia Buenos Aires como polizón. En la capital argentina, se introdujo pronto en el poderoso ambiente anarquista y destacó por sus facultades oratorias y la destreza de su pluma. Su actividad revolucionaria le llevó a que fuera expulsado del país en 1902. Así se desprende de 'El destierro', el relato publicado en 1907 que abre la recopilación, a modo de preámbulo biográfico, en el que se recogen sus tiempos en Buenos Aires, y que fue su despedida como escritor libertario.
Este cuento era conocido, pero la mayor parte de los artículos que le siguen en esta antología, no. Los escritos recogidos fueron publicados originalmente por Camba en 'La Protesta Humana', 'Tierra y Libertad', 'El Rebelde' -periódico de ideas anarquistas que fundó- 'La Anarquía Literaria' (donde colaboró con un memorable artículo sobre el dramaturgo Joaquín Dicenta) , 'El País' y 'España Nueva', aunque una gran parte de ellos no habían sido reeditados hasta la fecha.
La búsqueda de los documentos ha sido ardua y le ha llevado a Julián Lacalle un lustro. Después de más de 100 años, muchos periódicos apenas se encontraban en las hemerotecas y el silencio que Camba impuso para sus artículos anarquistas tampoco ayudaba. Así que a Lacalle todavía se le anima la mirada cuando recuerda que la única colección completa de los 51 números de 'El rebelde' (“periódico del que habíamos oido hablar, pero del que no habíamos visto una copia”) la encontraron en la biblioteca que se conserva en Londres de uno de los padres del anarquismo y también colaborador de la publicación, Piotr Kropotkin.
En el libro, hay relatos, crónica política, opinión, crítica literaria... Camba no fantasea. Era uno de los periodistas/literatos de referencia en el Madrid del primer decenio del XX. Como señala Lacalle: “siempre escribe de sus vivencias y de los acontecimientos de la actualidad”, como cuando recuerda el asesinato de Cánovas en el balneario de Mondragón por un disparo del ácrata italiano Angiolillo, para llegar a definir al magnicida como “¡Germinal!”. O como cuando habla en un articulo de 1904 sobre España, que no ha perdido una pizca de actualidad un siglo después: “El mismo espectáculo siempre; el mismo espectáculo de la misma España; de la España del organillero, de la España de la bailarina, de la España del lidiador de toros, de la España del gobernante a fusil y destajo...”. Y en ese mismo año, en otro, titulado 'La cobardía española' dice: “Tenemos la cobardía de los débiles para toda cuanto sea innovación”.
Pero en sus propios escritos ya anunciaba su futuro, el papel que iba a interpretar el resto de su vida, cuando dejó su militancia, y pasó a convertirse en un bien pagado (son conocidos sus altos honorarios) periodista. En 1903, en '¡Filisteos!', dice Camba: “Tienen todas las ideas y no poseen una sola; defienden todas las teorías y no admiten ninguna; escriben hoy con la tinta roja de los revolucionarios y emborronan mañana sus cuartillas con la tinta negra de los neos. El cerebro entorpece sus planes y lo ocultan como un trasto inútil detrás del estómago. Para ellos, no hay más que un ideal supremo y una suprema verdad: el cocido”.
No cuesta imaginar cuántas veces se acordaría de este párrafo aquel chaval de Vilanova de Arousa que renegaba de los curas, el que luego fuera autor de 'La casa de Lúculo o el arte de comer', en sus noches de soledad en el Hotel Palace, donde residió desde 1949 hasta su fallecimiento en 1962.