Donostia sella en pleno Festival la “muerte anunciada” del cine más antiguo de España para hacer apartamentos
Asociaciones del patrimonio denuncian que no quedará ni “un 20%” del histórico Palacio Bellas Artes, de 1914, tras su rehabilitación para usos turísticos
Un paseo de apenas un cuarto de hora separa el lugar en el que Johnny Depp recibió este miércoles el Premio Donostia del Palacio Bellas Artes, el cinematógrafo más antiguo de España. En pleno desarrollo del Festival de Cine de San Sebastián, el Ayuntamiento ha dado luz verde a un proyecto de rehabilitación de este edificio construido en 1914. Elaborado por la empresa propietaria, la Sociedad Anónima de Deportes y Espectáculos (SADE), el plan prevé la adecuación del interior y también algunos ajustes en la fachada. Sin embargo, la asociación Áncora, dedicada a la conservación del patrimonio cultural, denuncia que se trata de un derribo “disfrazado de rehabilitación” y que, una vez acometidas las obras, tan solo subsistirá “un 20%” del edificio histórico.
El edificio se destinará después a alojamientos turísticos y, si bien los detalles del plan todavía se desconocen, desde Áncora se remiten a una propuesta anterior de la propia SADE que fue denegada por el Consistorio. En aquella ocasión, señalan, se pretendían “habilitar en este céntrico solar tres plantas de aparcamiento subterráneo (54 plazas), otras tres de usos terciarios (no definidos) y seis destinadas a alojamiento turístico (100 habitaciones)”. Su presidente, Alberto Fernández-D'Arlas, lamenta el “despilfarro patrimonial” y se resigna a que el resultado final se parezca “más o menos” a lo actual. Y es que recalca que el proyecto, tal y como se había concebido, conllevará consigo “alteraciones muy importantes en el diseño original de sus fachadas”. “Tener en San Sebastián, ciudad del cine, el cinematógrafo más antiguo de España debería ser motivo de orgullo y empeño de todas las instituciones en mantenerlo como un equipamiento público, en vez de permitir este desastre. Los donostiarras han demostrado un enorme cariño hacia el Bellas Artes, defendiéndolo siempre como un símbolo de la ciudad”, señala la asociación en una nota.
El edificio data de 1914. La máquina del cinematógrafo la habían patentado los hermanos Auguste y Louis Lumière apenas un par de decenios antes, en 1895, pero no empezó a generalizarse hasta 1907. El terreno era el propicio para que se erigiese un edificio de las características del Bellas Artes en Donostia, tal y como reflejaba el periodista donostiarra Alfredo Laffitte en un artículo publicado en 'El Pueblo Vasco' apenas un año antes de la inauguración. “Estamos en el apogeo de la película. [...] Muchas familias cuya norma constante era retirarse al anochecer a su domicilio y no salir de él hasta el día siguiente ahora no pueden pasarse sin una sesión de cine antes de entrar en casa. Se ha convertido en un artículo de primera necesidad”, rezaba el escrito, en el que, “por efecto de su crecido vecindario y de los resabios que deja la temporada de verano”, Laffitte veía a “un núcleo muy considerable de personas dispuestas a divertirse en todas ocasiones”.
No puede acabarse con la historia que identifica a Donostia como ciudad de cine y ciudad intelectual. La sociedad no tiene la obligación de ser ilustrada, pero la Administración sí, tiene que conocer los valores del patrimonio
La construcción corrió a cargo de un dúo, el conformado por el arquitecto Ramón Cortázar Urruzola y el constructor Vicente Mendizábal Urretavizcaya. En el currículo del primero —del que se dice que fue el primer hijo del Ensanche donostiarra que más tarde ayudaría a ampliar con sus construcciones y que llevaba su apellido al haber sido ideado por su padre, Antonio— constaban ya otros edificios emblemáticos donostiarras como la biblioteca que hoy en día acoge entre sus pilares el Centro Cultural Koldo Mitxelena. Además, fue el encargado de refundar el conjunto balneario de la ciudad, con el diseño de la Caseta Real de Baños y de La Perla del Océano, que se inauguraron en 1910 y 1911. Para esta construcción, la del Palacio Bellas Artes, Cortázar apostó, de manera pionera, por el hormigón armado, con el que trataba de evitar el trágico destino al que se habían visto abocados otros edificios destinados a usos similares. “Los incendios con trágicas consecuencias se venían multiplicando, dada la inflamabilidad del celuloide y lo rudimentario de los primeros aparatos de proyección: solo en San Sebastián hubo que lamentar la quema del Cine Novedades en 1907 y la destrucción por causa del fuego del Teatro Circo en la calle Aldamar y el Palacio Bellas Artes de la calle Euskalerría, ambos en 1913”, recuerda en un informe de 2019 el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS), una asociación no gubernamental ligada a las Naciones Unidas a través de la Unesco. De hecho, el palacio toma el nombre de esta última construcción, pasto de las llamas apenas un año antes de su inauguración.
El edificio, sin embargo, no destacó por su hormigón armado, sino que lo hizo por ser uno de los primeros cinematógrafos. “Por su temprana cronología, este es —con toda probabilidad— el cinematógrafo más antiguo que se conserva en España, y uno de los escasos ejemplos anteriores a la Primera Guerra Mundial que aún subsisten en Europa”, incide ICOMOS. De la mano de esa dedicación plena al espectáculo va el “propósito funcional apenas disimulado”, explica ICOMOS, que aprecia una “contención decorativa evidente” y nota cómo “impera la practicidad y la digna sobriedad de su diseño”. Todo en el edificio estaba puesto al servicio del entretenimiento de las masas.
La pantalla del Bellas Artes se apagó para siempre el 11 de abril de 1982. “Se marchó con cierta clase, con una Semana Santa de cine a cien pesetas en sesión continua, como en los viejos tiempos, como en los años gloriosos. Por las tardes, cintas de la Disney. Por las noches, algunos clásicos del séptimo arte, como 'La reina de África', antes de despedirse con la película de Imanol Uribe ['La fuga de Segovia']”, reza un artículo de 'El Diario Vasco' publicado con motivo del vigesimoquinto aniversario de la ocasión. El Orfeón donostiarra también había tenido su sede en el palacio desde prácticamente su construcción hasta 1977. Y, una vez apagada la pantalla, el edificio acogió también recitales de la Orquesta Sinfónica de Euskadi.
Este Ayuntamiento ha hecho historia en el peor sentido al cruzar una línea roja que nadie se había atrevido a franquear. La ciudadanía verá conmocionada un quebranto patrimonial de enorme magnitud, solo comparable a los peores ejemplos del desarrollismo
Ya vacío, se sucedieron en torno a él varios rifirrafes, idas y venidas judiciales. Para ICOMOS, sin embargo, la del Palacio Bellas Artes ha sido “la crónica de una muerte anunciada”. “Han prevalecido los intereses económicos”, se lamenta su presidente, el arquitecto Fernando Espinosa de los Monteros, que durante años ha dedicado sus esfuerzos a tratar de preservar el edificio. “No puede acabarse con la historia que identifica a Donostia como ciudad de cine y ciudad intelectual. La sociedad no tiene la obligación de ser ilustrada, pero la Administración sí, tiene que conocer los valores del patrimonio”, protesta.
La asociación impulsó en marzo de 2019 una alerta internacional patrimonial para tratar de salvaguardar el edificio. El nivel de protección ha atravesado varios altibajos en los últimos años. En mayo de 2014, el Gobierno vasco lo declaró bien cultural, lo que impidió que el edificio fuera derribado para convertirlo en hotel, tal y como se había aprobado en un plan de febrero de ese mismo año. “Parecía que el edificio había sido definitivamente salvado, pero, desafortunadamente, el propietario del edificio, SADE, pidió permiso al Ayuntamiento de San Sebastián para demoler la cúpula argumentando razones de seguridad, permiso que le fue concedido. [...] La cúpula no es solo uno de los rasgos más importantes que definen el carácter del edificio, sino que se teme que esto sea el comienzo de la demolición total del edificio”, presagiaba precisamente ICOMOS en su alerta de 2019. “Vamos a llorar y recordar lo que fue algo característico de Donostia”, se resigna ahora Espinosa de los Monteros.
Áncora ha luchado durante años contra el derribo del edificio. En 2013, hasta 10.000 donostiarras aportaron su firma para tratar de detenerlo. La asociación subraya, aun así, que el desenlace estaba “cuidadosamente preparado”. “Este Ayuntamiento ha hecho historia en el peor sentido, al cruzar una línea roja que ninguna corporación hasta ahora se había atrevido a franquear. Pronto la ciudadanía asistirá conmocionada a un quebranto patrimonial de enorme magnitud, solo comparable a los peores ejemplos de la era del desarrollismo”, denuncia. Señala, asimismo, que los nuevos usos a los que se va a dedicar el edificio no se ajustan a “las características formales, tipológicas ni estructurales del monumento, destruyendo su valor como salón cinematógrafo” y apunta que choca con dos fallos judiciales y con los informes elaborados por la arquitecta municipal.
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