Euskadi contabiliza dos manadas de lobos, de entre 9 y 11 individuos, que han atacado a 170 cabezas de ganado en lo que va de año
Euskadi tiene registradas dos manadas de lobos entre Álava y Bizkaia, según el 'Diagnóstico Invernal de lobo', correspondiente a los seguimientos del invierno 2022-2023 elaborado por el Gobierno vasco. Según las estimaciones de este informe, estas dos manadas estarían compuestas por entre 9 y 11 individuos, aunque reconocen que es difícil concretar con seguridad la cantidad de lobos que hay en territorio vasco, y podrían llegar a 14 e incluir lobos solitarios. Estas ejemplares serían los responsables de los ataques a explotaciones ganaderas que han afectado a un total 170 cabezas de ganado en lo que va de año, según datos de las Diputaciones forales, que, por ejemplo el caso de Bizkaia, se corresponden con datos hasta el mes de octubre. A falta de que se cierre el año completo, el del año 2022 arrojó un balance de casi un ataque de lobo cada tres días. En total, 117 ataques que afectaron a 277 cabezas de ganado: 269 de ganado ovino, dos de bovino y ocho de equino, según contabiliza el Gobierno vasco en una respuesta parlamentaria a una pregunta del parlamentario del PP Carmelo Barrio.
Durante este año 2023 Álava ha registrado ataques en los que han resultado afectados un total de 114 animales. De ellos, 92 han muerto, 12 han resultado heridos y ocho han desaparecido. En el caso de Bizkaia, la Diputación contabiliza un total de 43 ataques de lobo: 38 en la zona de Karrantza, tres en Zeaunuri y uno en Orduña. En estos ataques han muerto 56 cabezas de ganado: 40 de reses de ganado ovino, ocho de vacuno, cinco de equino, dos de caprino y un avestruz. Las asociaciones ganaderas creen que están indefensos ante estos ataques por ser el lobo una especie protegida, mientras que los ecologistas insisten en que la coexistencia de este animal con la ganadería debe pasar por los cambios en el pastoreo. Es decir, aumentar la prevención para que el ganado esté vigilado en todo momento por mastines entrenados o pastores, algo que en lugares como en Euskadi, con muy poca presencia de lobos durante muchos años, ha dejado de hacerse.
Plan de Gestión del Lobo
El Gobierno vasco se encuentra en estos momentos elaborando un Plan de Gestión del Lobo, que pretende buscar un equilibrio y “solucionar” los conflictos que surgen entre la ganadería y la protección de esta especie. El lobo está incluido en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre y Marina, en la categoría de especie de Interés Especial. Por ello, los dos primeros objetivos del plan son “adoptar las medidas necesarias para que la población de lobo alcance un estado de conservación favorable en Euskadi” y, a la vez, “asegurar la coexistencia entre el lobo y la ganadería extensiva, promoviendo la implantación de medidas de prevención de ataques, de ayuda a la gestión de las explotaciones ganaderas afectadas por el lobo, y de compensación de los daños ocasionados”.
En Euskadi el lobo ha estado presente desde tiempos ancestrales, pero a partir del siglo XIX su población “experimentó una lenta e inexorable rarificación” hasta la década de los 80 del siglo XX, cuando en 1991 se detectó un primer grupo o manada, grupo familiar que probablemente se reprodujo aquel año en terreno vizcaíno. Desde entonces, según constata el Gobierno vasco, su presencia ha sido constante, si bien con bastantes oscilaciones a lo largo de los años. El último censo completo se llevó a cabo en el periodo reproductor 2019-2020 y como resultado se estimó que el lobo estaba presente en el 14,7% de la superficie de Euskadi, pero sin detectarse ninguna manada, es decir, ningún grupo reproductor. Estos censos se completan con rastreos invernales. El último de ellos, realizado en 2022-2023 indica que “la situación ha cambiado notablemente, con la confirmación de la hipótesis de presencia de dos manadas” y un número de ejemplares estimado entre 9 y 11 lobos, que puede llegar a 14. Unos datos que concuerdan, según el Gobierno vasco, con un repunte de los ataques de lobos durante los años 2021 y 2022, según se especifica en el informe de seguimiento invernal.
Rastreos poco fiables
Estos rastreos no permiten, sin embargo tener una certeza total sobre el número de ejemplares por las dificultades que conlleva realizarlos, lo que pone en cuestión sus fiabilidad. Se realizan mediante del rastreo de huellas de los lobos en nieve, algo que está muy condicionado por la meteorología. De hecho, los rastreos se planifican y ejecutan en función de la climatología y, concretamente, en función del paso de temporales de nieve que, en el invierno 2023, no fueron de entidad o a cota suficiente hasta mediados de enero 2023. Es preciso que la nieve cubra al menos parcialmente las áreas prospectadas, y transcurran al menos 24 horas desde que cesan las precipitaciones hasta que se rastrean los itinerarios, para dar tiempo a que los animales campeen y dejen sus rastros, y no sean borrados por nuevas precipitaciones. Por ello, se asume que “que no es posible localizar a todos los individuos”. También se utilizan estaciones de 'fototrampeo', que consistente en la colocación de 'cámaras-trampa', cámaras fotográficas digitales que se activan automáticamente cuando un animal pasa o se sitúa delante de ella tomando una o varias fotos o secuencia de vídeo. Las cámaras se colocan bien 'al paso' en zonas de querencia conocida con la finalidad de que los animales intercepten el campo de acción de la cámara, bien en sus desplazamientos habituales o bien en puntos de especial atracción para la especie: carroñas o restos de alimentación o puntos de agua, por ejemplo.
Pero además, un rastreo en invierno no puede dar la certeza de que hay grupos reproductores asentados en Euskadi, señala Andrés Illana, portavoz del Grupo Lobo Euskadi, asociación para la defensa de esta especie que recuerda que es en primavera cuando debe hacerse el censo. “Si en 2019 -la fecha del último censo- no había ningún grupo reproductor en Euskadi, no puede asegurarse de ninguna forma que en estos momentos haya dos manadas porque pueden tratarse de grupos que no están asentados aquí ni se reproduzcan en Euskadi”, señala. Recuerda, en este sentido, que el País Vasco es una zona de paso y que esos ejemplares pueden no constituir una manada estable, que es lo que, en su opinión, debe posibilitar el Plan de Gestión del lobo. “Que se les permita asentarse en Euskadi y constituir grupos de reproducción estables”. “En Euskadi podría haber entre 6 y ocho grupos reproductores”, señala.
Cambios en el pastoreo
En cualquier caso, Illana hace hincapié en la necesidad de que ese Plan de Gestión del Lobo ponga el foco en la necesidad de cambiar el modo de pastoreo como forma de garantizar la coexistencia entre el lobo y la ganadería. “Como en Euskadi se ha echado a los lobos durante muchos años, el ganadero está acostumbrado a dejar el ganado sólo. Tienen que otorgarse ayudas a la prevención, a través por ejemplo de la recuperación del pastor como oficio o el uso de perros mastines entrenados para cuidar el ganado”. Una prevención que permita de forma paralela que el lobo se asiente en Euskadi.
Illana señala que es mucho más fácil que los lobos ataquen explotaciones ganaderas cuando se trata de lobos solitarios o de parejas que cuando son ya grupos estables en manadas, porque son más lobos y pueden cazar piezas más complicadas como un jabalí, por ejemplo. Y recuerda que “nunca va a haber una superpoblación de lobos”, porque son muy territoriales, y cuando un espacio lo ocupa una manada no dejan entrar a otra. “En Euskadi no habría más de seis u ocho manadas”, insiste. “Eso es lo que debería plantearse recuperar en el plan del Gobierno vasco”, dice si se quiere recuperar la especie, y recuerda que debe recordarse la importancia que tiene el lobo, como depredador, para el ecosistema para regular de forma regular la población de otras especies como las de jabalíes o corzos.
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