La estafa arqueológica de Iruña-Veleia se salda con una condena penal mínima y una indemnización de 72 euros

El Juzgado de lo Penal número 1 de Vitoria ha dado a conocer este miércoles la sentencia por las falsificaciones en el yacimiento romano de Iruña-Veleia, más de una década después de que la Diputación llevara el caso a los tribunales. Eliseo Gil ha sido condenado por falsedad documental del patrimonio histórico-cultural y también por estafa a 2 años y 3 meses, pero las penas, por separado, no superan los dos años de cárcel, debido a la atenuante a causa de las dilaciones indebidas en la investigación, por lo que previsiblemente no tendrá que ingresar en prisión. Además, tendrá que abonar a la Diputación -que pedía para él una condena de 7 años y medio- solamente 72 euros, dos euros por el daño hecho a cada una de las 36 piezas arqueológicas falsas. La Diputación, apoyándose en una estimación de la dirección de Patrimonio Cultural del Gobierno vasco, solicitaba que fuesen 600 por cada una de ellas.

También tendrá que abonar, en solidaridad con Rubén Cerdán, 12.500 euros por unos informes que crearon 'ad hoc' con el objetivo de dar legitimidad a los hallazgos “excepcionales” que iban a cambiar la historia del euskara y del cristianismo. De los tres informes que pergeñó, los dos primeros se pagaron con dinero de las arcas públicas. La sentencia considera probado que, “con la finalidad de obtener un beneficio económico de carácter ilícito, acordaron que [Cerdán] girase las facturas correspondientes a los informes a Lurmen [la empresa de Gil], a sabiendas de que Lurmen iba a repercutir a su vez su importe a la Diputación Foral de Álava”.

Óscar Escribano, colaborador de Gil en las excavaciones, ya admitió, nada más arrancar el juicio, unos delitos contra el patrimonio histórico por haber realizado una inscripción con un punzón. Pese a rebajar el suceso a la categoría de “broma”, alcanzó un acuerdo con la Fiscalía, de tal manera que fue condenado a un año de cárcel y a pagar 600 euros de indemnización y 2.000 de multa.

Primeras palabras en euskera y el calvario más antiguo

Para comprender el caso, hay que retrotraerse hasta el año 2005 y viajar hasta el poblado romano de Iruña-Veleia, sito a apenas 10 kilómetros de Vitoria. En las excavaciones de un poblado que llegó a contar en su esplendor con hasta 10.000 habitantes, aparecieron en 2005 y 2006 unas piezas que, de haber sido auténticas, habrían adelantado en varios siglos el origen documentado del euskara y alterado la historia del cristianismo.

“La representación del calvario más antigua del mundo puede elevar al yacimiento romano de Iruña-Veleia, situado en las proximidades de la localidad alavesa de Nanclares de la Oca, a los altares de la arqueología internacional”, rezaba una crónica de Euskalkultura publicada en el momento. También aparecieron palabras anacrónicas en italiano e iconos egipcios. “Salieron jeroglíficos que no había en Ampurias, Mérida o Hispalis y nos preguntamos qué pasaba en Iruña-Veleia”, declaró un arqueólogo que trabajó en el yacimiento.

[Puede ver aquí un reportaje que incluye una galería fotográfica con los hallazgos falsificados]

A lo largo del juicio, varios testigos llamaron la atención sobre las diferencias advertidas entre las piezas cuando se extraían de las excavaciones y después de ser sometidas al proceso de lavado. “No tenía ni un solo grafito. Ni una marca. Pero en el lavado que se hizo esa misma tarde apareció que tenía algo en euskara. Yo alucinaba. ¡Lo hubiésemos visto sin lugar a dudas!”, señaló uno de los testigos sobre una pieza. Por su parte, el responsable comisionado por la Ertzaintza para la investigación llegó a concluir que Iruña-Veleia es “una de las mayores falsificaciones arqueológicas del mundo romano”.

“Incisiones contemporáneas” para “darles un valor histórico-cultural que no tenían”

La sentencia apunta a que Gil manipuló las piezas “con incisiones contemporáneas, para simular que contenían inscripciones o epigrafía de la misma antigüedad que el soporte en el que se grababan y darles un valor histórico-cultural que no tenían”. Además, prosigue la sentencia, Gil, “a sabiendas de la falsedad de los grafitos” que presentaban las piezas, se congració con Cerdán para pergeñar un informe “que pudiera corroborar la apariencia de autenticidad”. Señala también que estos grafitos habían aparecido durante el proceso de lavado, tal y como apuntaron varios testigos. De hecho, los hallazgos no habían sido “coordenados” 'in situ' por ostentar grafitos, sino por otras características, prosigue la sentencia. Las facturas correspondientes a estos informes, desprovistos de los análisis apropiados, se giraron a Lurmen, la empresa de Gil, con el conocimiento de que esta repercutiría su importe finalmente a la Diputación.

Eliseo Gil, director de las excavaciones, sostuvo en todo momento la veracidad y la excepcionalidad de los hallazgos de la excavación. “Creo que no se ha demostrado su falsedad científicamente”, apuntó en una de sus comparecencias ante la jueza. Estuvo arropado en todas las sesiones del juicio por un grupo de personas que defendía su inocencia y que alentaba la teoría de que todo era una trama urdida para desprestigiar el hallazgo histórico.

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