De tener que exiliarse a ser refugio: las dos caras de la migración en Euskadi a lo largo de la historia

Maialen Ferreira

7 de octubre de 2021 21:28 h

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Pese a que los exilios en la historia de España han sido un suceso permanente desde la época de los reyes Católicos, los que tuvieron lugar durante la Guerra Civil, entre 1936 y 1939, fueron significativos por su magnitud y su carácter general. Magnitud porque más de medio millón de personas tuvieron que exiliarse y de carácter general porque a diferencia de en épocas anteriores, cuando quienes se exiliaban mayoritariamente eran soldados o militares, en esta tuvieron que abandonar el país personas de todas las edades y condiciones incluidos mujeres, ancianos y niños.

En septiembre de 1936, según iban avanzando las tropas franquistas hacia Euskadi, comenzaron los primeros éxodos hacia Francia. Municipios como Irún y Hondarribia prácticamente se vaciaron. Familias enteras guardaron su vida en maletas y se dispusieron a cruzar el puente que separa España de Francia, uniendo en un mismo tramo Irún y Hendaya. “Los paralelismos y las analogías que podemos establecer con el presente son inmensos. En un primer momento Francia cierra su frontera y las imágenes que se ven son de familias con niños que no quieren ser separadas y pasándolo mal”, asegura el profesor del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), Josu Chueca.

Hoy en día ese puente, aunque renovado -el antiguo ha quedado a un lado del nuevo- lo recorren centenares de jóvenes que llegan a Irún mayoritariamente desde África con la intención de cruzar la frontera para llegar a su destino final, Francia. El verano de 2018 supuso un antes y un después en lo que a llegadas a Irún respecta. Cientos de migrantes, en su mayoría hombres, terminaban durmiendo en la estación de autobuses o en las calles del pueblo ante la dificultad de llegar a Francia debido al aumento de controles policiales. Ese mismo año nació la red ciudadana Irungo Harrera Sarea, asociación que ayuda a los migrantes que llegan proporcionándoles comida, ropa e información sobre los recursos con los que pueden contar en Euskadi si no logran cruzar la frontera hacia Francia.

“Desde las instituciones nadie absolutamente les da la menor atención, es como si no existieran. Hay personas que se juntan dentro del colectivo para ofrecerles algún tipo de ayuda. El problema es que la mayoría quiere continuar su viaje, no quieren quedarse en Irun ni en Euskadi, pero no pueden porque la frontera está cerrada”, apunta la representante de Irungo Harrera Sarea, Anaitze Agirre, que ha participado junto a Josu Chueca y otros expertos en la conferencia 'Fuimos exilio: ¿Somos refugio?' organizada por CEAR Euskadi este jueves en Bilbao.

Este año, a raíz de la fuerte presencia policial y de los controles que realizan en ambos lados de la frontera en la que pueden llegar a haber operativos con 250 policías en Hendaya, según ha apuntado Agirre, la situación se ha vuelto aún más crítica si cabe, debido a que los migrantes están comenzando a cruzar la frontera a nado por el río Bidasoa como una alternativa a recorrerla a pie. En lo que va de año dos jóvenes han perdido la vida de esta manera. El primero de ellos, en mayo, un joven de 28 años procedente de Costa de Marfil -cuyo nombre se desconoce- que se ahogó durante el trayecto. El segundo, Abdoulaye Koulibaly quien este verano, a principios de agosto, murió tratando de cruzar el río. Cuando fue hallado por los dispositivos de rescate, el joven de 18 años se encontraba en parada cardiorrespiratoria y las maniobras de reanimación no dieron resultado.

“Debe haber voluntad, siempre se puede hacer algo por parte de las instituciones. Se están aplicando una serie de políticas de acogida que no responden a la realidad. De alguna manera han establecido un esquema que solo responde a los intereses de las instituciones y esto implica una enorme vulnerabilidad. Cuando estas personas llegan a Irun han pasado por Marruecos, por Canarias, han viajado por el agua, como dicen ellos, haciendo unos viajes mortales y cuando llegan ya vienen muy tocados en cuanto a salud mental y encima se encuentran con que no pueden cruzar la frontera hacia Francia y se quedan en la calle”, lamenta Agirre.

¿Qué pasa cuando logran llegar a Francia?

Los pocos que consiguen cruzar la frontera y pisar Francia son recibidos en Hendaya y Bayona por las asociaciones La Cimade, Etorkinekin y Diakité. En el caso de Etorkinekin, cuentan con un recurso llamado 'Pausa' en el que los migrantes en tránsito pueden estar un máximo de tres días. Diakité, que lleva ese nombre porque es el de un migrante que llegó a Francia hace unos años, es un recurso para menores no acompañados, mientras que La Cimade, la más antigua de las tres, fue fundada en 1939 y lleva asistiendo a personas extranjeras en situación irregular desde que comenzó la Segunda Guerra Mundial. Entre sus funciones se encuentra la de dar asistencia jurídica, así como formación y asistencia sanitaria.

Aintzane Lasarte es miembro de Etorkinekin en Bayona y también ha participado en la conferencia para mostrar cómo se vive esta realidad desde Francia. En estos momentos, dan atención a 148 personas, 30 de las cuales son menores no acompañados. “El objetivo de todos las asociaciones del país que trabajamos con migrantes es reunirlos en el espacio 'Pausa'. Les ayudamos a que reciban formación, vayan a las escuelas e institutos o que aprendan un oficio para cuando hagan la solicitud para quedarse en Francia tengan más posibilidades”, asegura Lasarte. Aún así, admite que las posibilidades que tienen estas personas de permanecer de forma legal en el país son mínimas. En lo que va de año desde Etorkinen han realizado un total de 14 solicitudes de asilo de las cuales 10 han sido rechazadas. “Es posible que con las cuatro que aún quedan pendientes pase lo mismo”, lamenta.

Oñati, el pueblo que atiende a migrantes de forma “individualizada”

Euskadi también cuenta con un recurso parecido al 'Pausa' francés para aquellos migrantes que quieran quedarse en el país hasta que se resuelva su solicitud de asilo. Se llama Larraña Etxea y está ubicada en Oñati, en Gipuzkoa. Se creó hace tres años y cuenta con una capacidad de entre 80 y 100 personas. En sus inicios, la mayoría de las personas que residían en el centro eran jóvenes provenientes de África, pero en los últimos años han comenzado a acudir familias enteras de distintas nacionalidades, entre ellas América Latina. Desde que Lañarra Etxea abrió han pasado por ella un total de 540 personas de más de 40 nacionalidades diferentes. Así lo ha explicado Nerea Maiztegi, trabajadora social y una de las responsables del centro.

“La realidad de las personas que vienen al centro es cambiante, por eso el centro también se va adaptando a ellas. Son personas de distintos colectivos hay refugiados de guerra, personas a las que en sus países les agreden por ser LGTBI, cada una de ellas con sus peculiaridades y necesidades distintas. Por eso tratamos de ofrecer una acogida lo más individualizada posible, para satisfacer las necesidades de cada uno”, asegura Maiztegi.

Las personas que viven en Larraña Etxea realizan actividades tanto dentro como fuera del centro, participan en el huerto municipal junto al resto de vecinos de Oñati y realizan mercadillos de ropa. “Es importante que socialicen para que su estancia sea lo más amena posible y disfruten estando aquí”, señala esta trabajadora social. Los más pequeños son escolarizados, mientras que los adultos reciben clases de castellano y formación profesional para que, si deciden quedarse en España, puedan logar hacerse un hueco en el mundo laboral.

elDiario.es/Euskadi

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