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La familia de Tomás Rubin recupera sus restos tras pasar ochenta años sin saber que fue enterrado en el barrio de al lado

Ignacio, Venancio y Ángel Rubin perdieron a su padre y a su madre prácticamente a la vez. Su padre, Tomás Rubin, vecino de Bilbao y albañil de profesión, combatió en la Guerra Civil como gudari en el batallón número 6 ANV-1 Olabarri. Cuando se encontraba en la batalla de Villarreal de Álava fue herido en Legutio y tuvo que ser trasladado al hospital militar de Amorebieta, donde falleció el 3 de diciembre de 1936. Eso es lo último que su familia supo de él. A los tres meses, su mujer Bernardina Sanz falleció tras sufrir un infarto.

Después de aquello, los tres niños, que por aquel entonces tenían cinco, cuatro y un año, se marcharon a vivir con sus abuelos al barrio de bilbaíno de Bolueta. Los años pasaron, pero los tres siguieron viviendo relativamente cerca, en barrios vecinos. Ignacio, el mayor, se mudó a La Peña, Venancio, el mediano, a Santutxu, mientras que Ángel, el más pequeño de los tres, se fue a Txurdinaga. Ninguno de ellos supo qué había sido de su padre. Ninguno de ellos esperaba que su padre, en realidad, se encontraba enterrado a 20 minutos de allí, en Begoña, el barrio de al lado.

Con el paso de los años la esperanza de los tres de encontrar a su padre se fue menguando. Tras morir Venancio, hace ocho años, su hija Rocío se propuso un objetivo: localizar los restos de su abuelo para que descansaran con los de su padre. Así fue cómo comenzó la odisea que 86 años más tarde reuniría a Tomás con su familia. “Ha sido muy complicado al no disponer de información. Solo sabíamos que combatió en la batalla de Villareal y que falleció en el Hospital de Amorebieta. Nunca nadie les habló de lo que pasó, en que circunstancias, donde podría estar enterrado, pero al oír que se iban a exhumar los restos del cementerio de Begoña, donde había enterrados combatientes de guerra, me apunté con mi prima a una de las visitas”, explica Rocío Rubin a este periódico.

Allí, contó su historia familiar a Anartz Ormaza, coordinador del proyecto 'Begoñako Argia', impulsado por el Instituto de la Memoria (Gogora) y del Ayuntamiento de Bilbao y que cuenta con un equipo arqueológico de la Sociedad Aranzadi para recuperar los restos de las víctimas mortales de la Guerra Civil inhumadas en el cementerio de Begoña. De esta manera, desde Gogora comenzaron el proceso de recuperación de los restos de Tomás Rubin.

Finalmente, el pasado sábado 29 de enero, la familia pudo reencontrarse con Tomás tras recuperar sus restos, que siempre estuvieron en el cementerio de Begoña. “Ha sido una gran satisfacción haber localizado los restos. Tenemos muchos sentimientos encontrados: alegría, tristeza e ilusión al mismo tiempo. Para mi tío Ángel, a sus 86 años, ha sido muy fuerte saber y ver que su padre estaba en Begoña todos estos años y que no supiera nada. Toda su vida ha sido desarrollada alrededor de Begoña, se criaron en Bolueta con los abuelos, de 7 a 14 años estudió en la Escolanía de Begoña, a los 14 comenzó a trabajar en la Fábrica de Etxebarria (donde actualmente está el parque) y jugaba en el equipo de fútbol de Mallona. Toda una vida en la zona. No tener a sus hermanos para compartir estos momentos lo hace más duro”, señala Rocío Rubín.

A pesar de que su padre y sus tíos perdieran la esperanza de encontrarlo, ella asegura que jamás la perdió. “Siempre te queda la esperanza, aunque es imposible de creer el haberlo tenido tan cerca y no saber ninguno que durante tantos años estuvo ahí”, apunta. Para averiguar si los restos encontrados en el cementerio de Begoña concordaban con los de Tomás y con el resto de víctimas de la Guerra Civil, el proyecto analiza la documentación extraída de los Registros Civiles, libros parroquiales, y los registros del propio cementerio, volcada y puesta a disposición pública a través de la base de datos de víctimas mortales de la Guerra Civil en el periodo 1936-1945. Esos datos concluyen que actualmente hay 60 víctimas de la guerra inhumadas en el cementerio de Begoña. Según esta investigación, se encontrarían combatientes (gudaris y milicianos) y también víctimas civiles, muertas en bombardeos, concretamente, se conoce que algunas personas fallecidas en el bombardeo a la fábrica-refugio de Cotorruelo, el 18 de abril de 1937, fueron inhumadas en ese cementerio, que fue clausurado en 2006, pero que estuvo en funcionamiento entre 1813 y 2003.

Algunas de esas personas ya han sido reconocidas por sus familiares y sus restos han sido exhumados. Sin embargo, aún existen casos de víctimas que bien por no contar con los datos suficientes o porque sus familiares no han comenzado su proceso de búsqueda, siguen en paradero desconocido. Por ello, desde Gogora han invitado a aquellos que desconozcan el paradero de sus allegados fallecidos durante la Guerra Civil, que se pongan en contacto con ellos.

“La presencia de esta familia, sus gestos, sus palabras, sus emociones, sus lágrimas de alegría, hace que nuestro trabajo, el de Aranzadi, Gogora, y Gobierno vasco, cobre todo su sentido. Los pasos que damos en la recuperación de la memoria histórica y democrática de Euskadi, son pasos que damos en la construcción de la convivencia en nuestro país. Hoy damos un importante paso para cerrar las heridas de la familia Rubin y de toda la sociedad vasca”, indicó la consejera de Igualdad, Justicia y Políticas Sociales del Gobierno vasco, Beatriz Artolazabal tras la exhumación de Tomás.

Desde el año 2001 en Euskadi se han llevado a cabo media centena de exhumaciones con resultado positivo. Resultado de esas exhumaciones se han recuperado los restos de más de 110 víctimas de la Guerra Civil en Euskadi. La mayoría de las víctimas eran combatientes, pero también se han recuperado los cuerpos de víctimas de ejecuciones extrajudiciales y de personas muertas en cautividad. A pesar de ello, casi 8.000 de las 21.000 víctimas de la Guerra Civil en Euskadi siguen enterradas en paradero desconocido.

elDiario.es/Euskadi

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