'La Furia' o cómo reinventar la industria musical con rap feminista: “Hay que ser osada para crear canciones que no dan estabilidad”
“Debemos entrar en el juego con las reglas que existen. Y, una vez dentro de ese juego, con esas reglas, intentar meter nuestras píldoras. Y eso se hace pudiendo estar en espacios de decisión”, detalla Nerea Lorón, que cumple diez años en La Furia
Una década de trayectoria le ha bastado a Nerea Lorón, creadora de La Furia, proyecto de rap feminista, para darse permiso para hacer lo que le de la gana. Sin presión por los números, el público o la industria musical, se centra en componer y cantar. Sacar lo que lleva dentro y permitirse dudar. Eso sí, está segura de que si al acabar una canción siente que esta es un temazo, lo es. Sin importar lo que pase después.
Bajo esa premisa creó junto a Kata García Mimosa Bulegoa, la productora que ellas hubieran querido tener cuando se iniciaron en la música. Un espacio habitable en medio de una industria musical “capitalista y patriarcal”. “Empecé a hacer música y a tocar en conciertos y una cosa llegó a la otra y me puse a organizar conciertos para amigas, hasta que decidimos ponerle nombre a lo que hacíamos y hacerlo más profesional. Mimosa Bulegoa es una pequeña grieta, como tantas otras que inventamos. También es una decisión consciente de entrar en el juego con las reglas que existen. Y, una vez dentro de ese juego, con esas reglas, intentar meter nuestras píldoras. Y eso se hace pudiendo estar en espacios de decisión”, sostiene en una entrevista con este periódico tras la presentación de su nuevo proyecto en el espacio cultural feminista La Sinsorga. Un nuevo proyecto que, al menos por el momento, no será un disco, sino canciones que se irán publicando cada mes. La primera de ellas, 'Promenade', estrenada este jueves.
¿Qué es lo nuevo que trae?
No sé si habrá un disco o no. Me voy a permitir la duda. A partir de este jueves y durante cuatro meses van a salir canciones con videoclip. La primera se llama 'Promenade', en la que evidencio que estamos en un contexto hostil, en un mundo hostil para la vida y para los encuentros. Estamos en un mundo muy dirigido a lo que a lo que se supone que tenemos que ser, hacia dónde tenemos que ir. En la canción muestro la necesidad vital de romper con eso. Algo que tiene que ver con mi momento personal y con los lugares a los que yo he llegado ideológicamente. A veces yo siento que todo el rato hay una presión, en este caso en la industria musical, de lo que se supone que tienes que ser, de hacia dónde tienes que ir, de cómo lo tienes que hacer, porque te marcan muy bien dónde está el éxito, aunque sea una cuestión absolutamente lejana a lo que yo entiendo por éxito, porque es patriarcal y es capitalista, pero estamos impregnados de eso. Para mí hay una lucha cotidiana entre lo que yo quiero, necesito y soy y lo que se supone que yo debería querer, debería ser y dónde debería estar.
¿Qué se supone que debería querer?
La industria musical, como todo el sistema en el que estamos inmersas, es patriarcal y capitalista. Los parámetros de éxito se basan en cuestiones económicas y, sobre todo, cuestiones inalcanzables. Todo el rato hay comparaciones y se nos habla de números a alcanzar, de una estética concreta dependiendo de tu edad. Si eres mujer debes tener una estética para entrar en los parámetros de posibilidad de éxito y, si además, como es mi caso, formas parte del colectivo LGTBI+, tienes que encajar en ciertos discursos que, al final, no dejan de ser limitaciones tanto para lo creativo como para lo vital.
Si eres mujer debes tener una estética para entrar en los parámetros de posibilidad de éxito
¿Cómo se puede vivir de la música sin seguir los parámetros de éxito de la industria musical “patriarcal y capitalista”?
Es difícil, pero es posible. Lo primero es no dejar que lo externo marque la idea que tienes de ti misma y de lo que haces, que eso es muy difícil porque yo hago una canción y depende de la repercusión o de la aceptación que tenga le doy un lugar u otro. Entonces tengo que recordarme que si a mí el día que yo acabé esa canción me pareció un puto temazo, esa canción es un puto temazo. Y lo que luego me digan y los números que se obtengan con ella tendrán que ver con otras cosas.
¿Con la creación de Mimosa Bulegoa busca romper ese sistema?
Yo siento que es una pequeña grieta, como tantas otras que inventamos. También es una decisión consciente de entrar en el juego con las reglas que existen. Y, una vez dentro de ese juego, con esas reglas, intentar meter nuestras píldoras. Y eso se hace pudiendo estar en espacios de decisión.
¿Cómo ha sido el proceso de adentrarse en la industria y llegar hasta los espacios de decisión?
No hemos sido las primeras en hacer esto. Eso es algo que me gusta recalcar porque es una trampa del sistema creer que puede haber hueco para unas y para las demás nada. Ha sido un recorrido complicado, pero no en la música, sino en la vida por ser una mujer y formar parte del colectivo LGTBI+, más difícil es aún para las personas que están atravesadas por otras realidades castigadas. Cuando no estás en la cúspide de la norma, el camino de la vida se ve lleno de obstáculos. Ha sido un proceso natural. Empecé a hacer música y a tocar en conciertos y una cosa llegó a la otra y me puse a organizar conciertos para amigas, hasta que decidimos ponerle nombre a lo que hacíamos y hacerlo más profesional. Tanto en La Furia como en Mimosa Bulegoa puedo poner mi fuerza de trabajo y mi fuerza creativa para contribuir a generar un mundo mejor, un espacio más habitable y más cómodo para vivir.
¿En ese espacio más habitable, hay lugar para conciliar la música y la maternidad?
Conciliar es difícil, porque al entrar a jugar con las reglas del juego entramos en un lugar que no está preparado para nosotras y mucho menos si somos madres, porque la crianza es una cuestión compleja y requiere mucha dedicación y tiempo. La clave es tener un equipo. Primero hay que imaginar ese espacio habitable y luego hay que trabajar para crearlo. Tampoco es una cuestión fácil porque todo te lleva a lo de siempre, te vas a encontrar obstáculos en el camino, pero yo siempre pienso en que si me rindo caigo en un lugar que a todas luces es triste, es insoportable y no es habitable. Entonces solo me queda trabajar conseguir crear ese espacio habitable en el que creo.
En la música tienes que ser a la música lo que es Amancio Ortega a los negocios. Pero a mí no me interesa ser Amancio Ortega y no por eso soy una fracasada
¿Cuáles son sus principales retos como artista?
El principal es no caer en la idea de que si no estoy o no llego a lo que se supone que debo llegar, es un fracaso. Hay que ser muy osada para hacer canciones y crear proyectos que sabes que no te están dando una estabilidad económica o vital. También es un reto darme la posibilidad de no ser la mejor. Yo nunca me he considerado la mejor en nada, pero parece que como no lo eres, no vales. Hay un paralelismo que me gusta hacer y es que se supone que para tener legitimidad en la música tienes que ser a la música lo que es Amancio Ortega a los negocios. Pero a mí no me interesa ser Amancio Ortega. Yo quiero ser David y Mari, los que regentan la tienda del pueblo en el que vivo y donde compro exquisiteces. Yo no aspiro a ser Amancio Ortega y no por eso soy una fracasada. Al revés.
También canta en euskera. ¿Incluye canciones en euskera en este nuevo proyecto?
Sí. En las nuevas canciones hablo del lugar y el no lugar. Es decir, yo soy de Cascante, un pueblo de la Ribera de Navarra donde no he oído hablar euskera jamás por la calle, pero he crecido con una identidad vasca porque es lo que se me ha trasladado en casa. Sin embargo, como he vivido en diferentes lugares, tengo muchas dudas y una sensación grande de no pertenecer a ningún sitio. Eso lo vinculo con la bisexualidad, porque yo me he construido como bollera, aunque he tenido relaciones de otro tipo hasta que me he nombrado finalmente bisexual. Hilo estas dos cosas porque considero que parece que todo tiene que ser identitario y es algo que estoy cuestionando. Cuestiono tanto mi identidad, como el hecho de hablar en euskera. Porque he sentido como un fracaso el no poder relacionarme en euskera como me gustaría.
Muchas personas que no son vascoparlantes sienten culpa y vergüenza a la hora de hablarlo en público. ¿Es su caso?
Sí, yo siento miedo a hacerlo mal, pero también es cierto que tengo un contexto que me permite hacerlo mal, que lo que me pide es que lo haga. ¿Pero luego también con ese hacerlo, ha llegado un momento, sobre todo a través de la maternidad, que es como hasta qué punto me tengo yo que obligar a vivir en euskera? ¿O sea, esto es controvertido y me gustaría que lo sea, pero hasta qué punto tengo que obligarme a eso cuando no es la la lengua que yo tengo? ¿Cómo explico a mi criatura qué es el universo en un idioma distinto? ¿Cómo lo hago en euskera? ¿Por qué me siento mal en un parque si no hablo en euskera con mi criatura? Es verdad que en Arrasate-Mondragón, el pueblo en el que vivo, me siento acogida y me siento parte de una comunidad, pero al final esto tiene que ver con una cuestión personal. Yo me siento mal cuando mi criatura le habla a otra en castellano, me siento como la maqueta. Creo que deberíamos repensar esto y ver qué país queremos construir. Y hay preguntas que me hago como ¿euskaldun es solo quien habla en euskera? ¿Entonces, yo no soy euskaldun? En mis canciones hay cuestiones como esta, que quiero abordar porque me hacen falta vitalmente. Quiero hablar del extrarradio de Euskal Herria, de lo que pasa ahí, de las raíces y de qué mundo queremos construir.
Dice que lo que dice puede ser controvertido. Va a haber muchas personas que no lo entiendan. ¿No le importa?
Estoy lista para eso. Estoy preparada porque estoy en un momento en el que no me avergüenza ser quien soy. Después del recorrido que he realizado, creo que puedo revisar los pilares sin que me tambalee todo. No me da miedo. Esto va de la duda, de la pregunta y de cómo también desde fuera se nos pide todo el rato el posicionamiento. En mi caso, a veces ser bisexual parece que es algo tibio, que debes escoger entre uno u otro. Con lo del euskera, parece que no saber si eres vasca, aunque seas de Cascante, ya te hace directamente no serlo. Estoy en eso, en la pregunta, en la duda y en que no me hace falta que haya un grupo bien posicionado que me legitime. Es complejo, pero estoy dispuesta a estar sola.