La última víctima de ETA, allá por marzo de 2010, fue un brigadier de la Policía Nacional de Francia, Jean-Serge Nérin, natural de Cayena, la capital de la región de ultramar de Guayana. La organización, por aquel entonces, se hallaba muy debilitada. Sus anteriores atentados mortales habían sido en el verano de 2009. Las fuerzas de seguridad habían frustrado algunos planes como un ataque contra las torres Kio de Madrid o el asesinato del entonces lehendakari, Patxi López. El crimen se produjo después de que un comando, en una zona al sur de París entre Villiers en Bière y Dammarie-les-Lys, robara varios vehículos de un concesionario. La patrulla de Nérin les dio el alto y los terroristas dispararon contra ellos. A Nérin una bala le alcanzó en la axila, donde no cubre el chaleco antibalas. Once años y medio después de los hechos y unos días después de que se cumplieran diez años del final de la violencia, uno de los cuatro hijos de la víctima, Floryan Nérin, insiste en que Francia, un país que parece vivir en la permanente alerta por el terrorismo yihadista, desconoce qué fue ETA y qué ocurrió con el agente.
El hijo del asesinado, que atiende en inglés a elDiario.es/Euskadi, explica que por el trabajo de su padre conocían “un poco” sobre lo que representaba ETA, “pero los medios de comunicación en Francia no hablan mucho de esta organización”. Por esencia ideológica, la banda combatía por igual a España y a Francia en busca de la independencia de todos los territorios vascos, también los del norte de la frontera del Bidasoa, pero mientras las fuerzas de seguridad españolas fueron objeto constante de amenazas, Nérin fue el primero de las francesas en ser asesinado. ETA argumentó, además, que no era una acción planificada. Es más, durante años Francia fue refugio para los miembros de la organización y, por ello, también escenario del grueso de las actuaciones igualmente terroristas del GAL contra ellos. Pero no solamente hay falta de información en Francia: en España, es corriente leer o escuchar que Nérin era gendarme, un dato equivocado ya que formaba parte de la Policía Nacional.
“En Francia se habla de los yihadistas, sobre todo ahora. Me refiero a que, por ejemplo, las personas que he conocido desde entonces no saben nada de ETA o de lo que le pasó a mi padre. Desde mi punto de vista no importan los orígenes o las religiones. Los terroristas son siempre terroristas y merecen prisión”, opina. Y añade: “Cuando disparan a alguien, hay una familia entera detrás, y amigos y colegas”. En 2017, durante el juicio, los miembros de ETA Arkaitz Agirregabiria del Barrio, Josu Urbieta Alkorta, Izaskun Lesaka Argüelles y Xabier Goienetxea Iragorri transmitieron el “pésame” a la familia y lamentaron “sinceramente” el asesinato. Antes, en 2015, ya habían sido procesados Mikel Carrera Sarobe y Joseba Fernández. Todos fueron condenados a penas de entre 14 años y cadena perpetua.
La familia Nérin conoció el atentado por los medios de comunicación. “Fue terrible. Escuchamos la noticia de que un agente de Policía de 53 años había sido asesinado. Me llamó mi tía contándomelo. Estábamos muy preocupados porque había sido en el lugar donde estaba destinado pero teníamos algo de esperanza porque en aquel momento todavía tenía 52 años. Llamamos a su trabajo, pero sus compañeros se negaban a decirnos nada. Una hora después, un antiguo compañero y amigo vino a darnos la noticia”, señala. Denuncia que desde que Nicolas Sarkozy abandonó el Gobierno no han tenido arrope institucional en Francia. Sarkozy y el entonces presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, presidieron los funerales de Estado en memoria del funcionario. “ETA es una organización particularmente sanguinaria. Es la primera vez que un policía francés cae por las balas de estos fanáticos. No olvido tampoco a los centenares de víctimas inocentes que, en España, han pagado con su vida esta locura asesina. Permitidme saludar su memoria”, declaró entonces el presidente de la República.
Floryan asegura que Jean-Serge anteponía siempre a los demás y que estaba volcado con su familia, con sus amistades y con su profesión. Recuerda un hombre divertido, aficionado al deporte, a la cocina y al baile. “En la Policía, trataba de entender a la persona para saber, por ejemplo, cómo alguien había llegado a cometer un robo. Les trataba de convencer para que lo dejaran y tuvieran una vida decente. Después de lo que pasó en 2010, he recibido algunos mensajes de antiguos delincuentes que conocieron a mi padre y que ahora tienen una vida decente”, abunda. Por deseo de su familia, sus restos fueron trasladados a América, a su Guayana natal.