Nola aldatzen diren gauzak, kamarada Gorrotxategi!

Bilbao —
5 de abril de 2024 21:46 h

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Fue Felipe González el que alertó hace décadas ya de que en política “también se puede morir de éxito”. Lo hizo en la sesión de apertura del 32.º Congreso del PSOE, el 9 de noviembre de 1990. El entonces presidente español y líder socialista quería preparar a sus huestes para afrontar una transformación en las ideas y la renovación del proyecto del PSOE. Es verdad que luego a él se lo llevó por delante la ventolera de la guerra sucia contra ETA y, sobre todo, los casos de corrupción. ¿No se acuerdan de aquel PP repitiendo hasta la saciedad el mantra de “paro, despilfarro y corrupción”? España ha cambiado mucho (bueno, en corrupción no tanto) y el País Vasco, más aún.

Si hay un partido que disfrutó de las mieles del éxito —sobre todo en Euskadi—, ese es Podemos. En dos ocasiones, los de Pablo Iglesias asaltaron los cielos vascos con sendas victorias en las elecciones generales de 2015 y en su repetición en 2016, ante la mirada desde la barrera de un PNV al que el tsunami morado le pilló con el pie cambiado. Hoy, la Elkarrekin Podemos que colidera junto a Pilar Garrido la candidata a lehendakari, Miren Gorrotxategi, lucha por conseguir algún asiento (entre cero y tres les dan las diferentes encuestas) en la Cámara vasca. No está nada claro.

El ecologista Juantxo López de Uralde sabe de primera mano lo que es el éxito. Como candidato por Araba, logro ser el más votado de todos los de su formación en España. Fue en aquellos comicios generales en los que los de Iglesias habían llegado para tomar los cielos al asalto, hacer un sorpaso —otro más, como ahora EH Bildu con el PNV— en toda regla al PSOE y, de paso, poner la política española patas arriba.

“Eso es la prehistoria”, reconoce con una sonrisa Juantxo. Este jueves por la tarde, a unas pocas horas del banderazo de arranque de la campaña, López de Uralde disfruta de un sorbete de limón y de un tiempo primaveral en una terraza desde la que solo se ven banderas y más banderas rojiblancas.

Pero él se bate el cobre en Araba. Está moderadamente tranquilo, aunque admite que el escenario de cero escaños es “una posibilidad”. “Mi apuesta es tres, grupo parlamentario y que Vox se quede fuera del Parlamento Vasco”, aventura. No está a gusto con la división, pero cree que “Yolanda se ha equivocado por completo; desde luego en Galicia y Euskadi es muy claro”. Está confiado en sacar su acta de diputado y sabe que su candidatura preocupa a EH Bildu en un territorio que puede inclinar la balanza en un sentido u otro en la pelea por la hegemonía del espacio nacionalista/soberanista/independentista. 

“Yo no tengo que hacer cosas raras ahora. Ya conocen toda mi trayectoria, ese es mi bagaje y tarjeta de presentación”, añade. Su intervención en el arranque de campaña fue de las más aplaudidas, y competía con una política con la que ha compartido las mieles del éxito y las lágrimas de la derrota, la exministra de Igualdad Irene Montero. Pero ¿será suficiente en unas elecciones tan polarizadas entre PNV y EH Bildu?

No se hacen prisioneros

Las direcciones de Sumar y Podemos han dejado huérfano a ese electorado a la izquierda del PSE-EE que ahora se debate entre una profunda desazón y la desorientación por la guerra fratricida abierta entre ambos partidos. Un conflicto interno en el que no se hacen prisioneros y que ha impedido a ese espacio político volver al Parlamento gallego. Veremos qué pasa el próximo 21 de abril.

Emilio frisa los 60 años, como buena parte del público que llenó en la capital vizcaína el arranque de campaña de la coalición Elkarrekin Podemos Alianza Verde. Por cierto, a última hora, los organizadores del acto cambiaron de sala y decidieron dar la sensación de llenazo… con una sala más pequeña. Es un dato. Decía que Emilio es un tío de izquierdas, de siempre. Militante desde el minuto cero en Podemos Euskadi: “Conocí a Lander Martínez [exlíder de Elkarrekin Podemos y ahora el hombre de Sumar en Euskadi] en los círculos de Bilbao”, rememora. Y tiene un cabreo del diez. “Con todos. Este declive empezó con lo del chalé de Galapagar y luego con todo lo de Sumar y Yolanda Díaz. Mira, yo sigo siendo de Podemos, cotizante, pero no sé aún si les voy a votar”. 

Emilio se cabrearía aún más si leyese el acta de la reunión celebrada el 20 de febrero pasado, el último intento de que ese espacio político concurriera junto en una lista electoral unitaria. El texto —que no se hizo público en su día— tiene tres folios y en la parte final hay una imagen de cuatro manos con una de las máximas de Antonio Gramsci (de nuevo Italia en el subconsciente político vasco en esta campaña tan atípica) en euskera: “El optimismo de la voluntad, frente al pesimismo de la inteligencia”. Podemos confirmó allí que su dirección en Euskadi “se comprometía a dimitir y a no presentar una candidatura en solitario” si la dirección estatal en Madrid vetaba el acuerdo unitario o si las bases en consulta no apoyaban concurrir conjuntamente, como ya pasó en Galicia.

La respuesta de Sumar en ese mismo encuentro fue clara. “Podemos Euskadi no tiene autonomía real para acordar contra la voluntad de Podemos estatal, por parte del que Sumar está recibiendo continuos ataques. Por más que en Euskadi se haya hecho un esfuerzo, ”en Madrid no quieren“. ”Por lo tanto, no hay ya más camino que recorrer“, zanjaron. 

“Hay un elefante en la habitación que debe explicitarse: la dirección de Podemos en Madrid, con actuaciones cuestionables como la ruptura en el Congreso, la decisión en Galicia o el voto contra el decreto del Ministerio de Trabajo”, añadió el representante de Ezker Anitza-IU, que finalmente va en coalición con Sumar. Y Berdeak Equo, presente también en la reunión, recordó que Podemos le expulsó del espacio en 2020 y, al igual que IU, sacó los colores de la formación morada porque su partido “no ha recibido ni un euro” de lo acordado en las elecciones municipales sobre financiación del espacio.

El ‘síndrome de La Vida de Brian’

Uno de los demiurgos (no el único) de ese intento fallido de unidad fue Imanol Zubero, doctor en Sociología por la Universidad de Deusto y profesor en la universidad pública vasca (UPV-EHU). Él, a diferencia de Emilio, no se siente huérfano y anima a la gente a acercarse a las urnas. “Yo voy a votar. Ojalá ambos partidos saquen representación. Tal vez este problema del ‘síndrome de La Vida de Brian’ [la desternillante escena en el Coliseo romano de la división entre el Frente Judaico Popular y el Frente Popular de Judea] no sea un error y, en realidad, sea parte de la naturaleza de ese espacio. Igual solo tiene que aspirar a influir en los Gobiernos desde fuera, aunque tenga una expresión electoral; no lo sé”, plantea Zubero.

Lo que se viene en llamar el espacio confederal de izquierdas en realidad siempre ha existido en Euskadi. Primero lo aglutinó la extinta Euskadiko Ezkerra (EE) de Mario Onaindia y Juan Mari Bandrés (que llegó a tener 124.423 votos y nueve escaños en el Parlamento Vasco de 1986). Luego le llegó el turno a la Ezker Batua de Javier Madrazo, consejero en los Ejecutivos del lehendakari Juan José Ibarretxe, que lleva años pidiendo el voto para EH Bildu, después de haber acudido a los círculos de Podemos en Bilbao en la primera época morada. Zubero —que también fue en su día senador por el PSE-EE— ha participado y apoyado todas esas experiencias políticas de las izquierdas vascas. Acaba de volver de la montaña palentina, con nieve aún pegada en las botas y el móvil descacharrado. “Se me cayó al agua”, relata.  

Le abordo telefónicamente en el rellano de la vivienda familiar, justo antes de entrar para ir a visitar a su ama. “Lo han hecho todo mal, al final unos más que otros”, admite, pero no quiere señalar a nadie. “Si miro hacia atrás este ha sido, tras lo de EE y lo de Ezker Batua, mi tercer fracaso. Ahora no ha podido ser, pero espero que, pase lo que pase, tras las elecciones se pueda articular de manera unitaria ese espacio”, resume, intentando ver la botella medio llena. 

Emilio, al final, no apareció por el mitin de arranque de campaña de Elkarrekin en el Palacio Euskalduna de Bilbao. Y sigue deshojando la margarita. Las cosas han cambiado mucho desde aquellos resultados magníficos en las elecciones generales de 2015 y 2016. Un éxito que no volverá. “Nola aldatzen diren gauzak, kamarada!”, cantaba el grupo alavés Hertzainak en su primer trabajo. ¡Cómo cambian las cosas, camarada Gorrotxategi!, sería su traducción aplicada a esta contienda electoral.