Llevan casi dos meses de protestas. Las primeras seis semanas encerrados en el interior de la factoría hasta que fueron desalojados por la Ertzaintza el pasado 18 de junio; las dos últimas, acampados en el exterior. El objetivo de este centenar de trabajadores de la empresa Troquenor, en Sondika, es que vuelva a producir una fábrica “rentable” y defender la subsistencia de sus familias. “Sabemos que se va a abrir pero con otros trabajadores que no seamos nosotros”, dice Iñaki Presa, miembro del comité en representación de UGT.
La historia de Troquenor, dedicada a fabricar troqueles para el sector de la automoción, es un relato que se repite sin tregua en la industria vasca en estos últimos años. Una empresa con una larga tradición (26 años de vida) y buenos resultados, a la que en 2007 le azota la crisis de la troquelería en Euskadi. Y desde entonces, la cuesta baja sin freno: rebajas salariales para la plantilla, EREs temporales durante 2008 y 2009 hasta que en 2010 se entra en el temido proceso concursal. Una tragedia en la que, como siempre hay dos versiones. La de los patrones, que aluden a la inflexibilidad del comité de empresa para buscar soluciones y la de los empleados, que acusan a los empresarios de descapitalizar el negocio.
En Troquenor, los empleados apuntan con claridad el nombre del culpable: la familia Jiménez Bretón y más en concreto, los herederos del que montó el negocio hace tres décadas. “El padre era un empresario de los de antes, que luchaba por la fábrica, pero sus hijos son especuladores, que lo que quieren es vivir del alquiler de la maquinaria”, explica el presidente del comité de empresa Alberto Llona, rodeado de otros trabajadores y junto a la caseta de madera, en el exterior de la fábrica, donde empleados se reúnen día tras día. Relatan cómo los dueños “regalaron” la empresa a otro empresario portugués, “pero que es un hombre de su paja” y cómo la “desastrosa gestión” tiene elevados costes públicos: “hay una deuda de 17 millones de euros, de los que siete son con el Gobierno vasco, 6,9 con la Seguridad Social y tres más con la Hacienda de Bizkaia”.
De momento siguen siendo trabajadores de Troquenor, aunque la liquidación está ya en marcha. Desde diciembre pasado ya no se fabrica nada “pese a que nos han llamado clientes pero nuestros jefes no les han respondido”, se lamenta Iñaki Presa. Este mes terminará el pago del Fogasa para una parte del centenar de trabajadores que aún lo perciben. A partir de entonces, cero ingresos y sin paro hasta que sean despedidos, algo que temen llegue en poco tiempo.
“Esta acampada diaria delante de la empresa es para que vuelva a producir, porque es rentable. Lo sabemos”, apostilla Peru Zelaia, del sindicato LAB. “Cuando la Ertzaintza nos desalojó el 18 de junio, fue muy duro, sobre todo para los trabajadores que llevan 30 años aquí, que metían media hora más al día porque la empresa era suya, la llevaban dentro”,agrega. Las miradas suelen decirlo todo y un vistazo a las caras de estos trabajadores no presagia un futuro positivo. Pero seguirán con la acampada. “Esta fábrica es rentable, es rentable”, insisten.