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“Los niños saharauis viven con el problema, pero también juegan con el problema”

Niños y niñas saharauis.

Nacha Abaitua

La pantalla muestra la ventana del coche. La cámara enfoca una mano que hace que un avión de papel pintado y con un mensaje muy especial parezca volar cortando el viento. Los dedos mueven el artilugio formando olas y, al fondo, mientras suena la música, la arena rojiza corta el cielo, se trata del horizonte del “Sahara ocupado”, hasta donde ha llegado el avión de papel hecho por Itxiar en Euskadi para su amiga saharaui Cabara.

El mensajero es Iñigo Iraultza, más conocido como “el nieto del Olentzero”, que lleva siete años recorriendo el mundo con el objetivo de entregar vídeomensajes a familiares de personas que salieron de su país buscando una vida mejor y no tienen la posibilidad de comunicarse con su entorno. Viajes que le han llevado al Sahara, Mauritania, Centroamérica, Filipinas e incluso la valla de Melilla, dentro del proyecto ‘Olentzero Munduan’

Esta vez, el 'Papá Noel vasco hace que niños saharauis puedan recibir mensajes de niños de Kuartango (Álava). El avión de papel viajó desde Euskadi hasta África. ¿Por qué? Menores refugiados de entre 10 y 13 años de un campamento del Sahara pasaron el año pasado el verano en Kuartango (Álava) gracias a la asociación Arabako Bakelekua. Los niños conocieron un lugar muy distinto al suyo e hicieron buenas relaciones de amistad con sus compañeros alaveses.

En otoño los pequeños visitantes volvieron a sus hogares con sus familias. Unos meses después, en diciembre, se llevaron una sorpresa al recibir una visita inesperada. Iñigo Iraultza apareció en el Sahara vestido de Olentzero y lleno de cartas, vídeomensajes, dibujos y aviones de papel de los niños de Kuartango. “Este año han vuelto la mitad de los que vinieron el año pasado. También es cierto que el vínculo que se crea es muy etéreo, entonces de repente que vaya el Olentzero en diciembre, pues les hace volver, les llevas un poco de aquí” dice el viajero. Con la ilusión de los mensajes recibidos, los niños saharauis prepararon sus propios regalos y él los trajo de vuelta.

Iñigo Iraultza estrenó en los Cines Florida de Vitoria el pasado jueves 21 de julio su nueva película-documental: ‘Saharako Izarrak’. Ésta no es la primera vez que debuta con un documental, pero sí es la primera vez que el proyecto es exclusivamente de niños y para niños. El “nieto del Olentzero” ha contado con la colaboración del fotógrafo Markel Redondo, que se ha encargado de la grabación. “Lo más importante es que en este documental son niños hablando con niños, los de aquí quieren contactar con los de allí. Los niños que vienen se convierten en parte de las familias vascas que los acogen”, resalta el cámara después de visionar el documental.

‘Saharako Izarrak’ se inauguró con sus protagonistas en la sala. Los cines se vieron abordados por una veintena de niños africanos emocionados e impacientes por ver el video en pantalla. Iñigo Iraultza llegó con palomitas y vestido con su traje, creando buen ambiente y transmitiendo entusiasmo. Finalmente presentó la película y se hizo el silencio. Según iban apareciendo caras conocidas, se oían risas y algún que otro comentario entre la joven audiencia.

“Es una relación de niños”

La base del proyecto ha sido, sin querer, la inocencia. “Es como que de repente le entregan a un personaje imaginario, que soy yo, un secreto y se lo llevas a un amigo suyo. El rollo de que sean niños te hace llevarlo de otra manera”, asegura Iñigo con una sonrisa en la boca, “se cuentan cosas de la infancia que nos recuerdan a nosotros cuando éramos pequeños, cosas como: ¿Te acuerdas cuando dormiste en mi casa y jugamos? Es una relación de niños, y a mí ser portador de eso me enriquece muchísimo”.

El documental presenta a algunas de las familias y amigos de los protagonistas en un escenario destruido por las inundaciones, en casas sin techo y paredes caídas. ¿Cómo lo llevan los niños? “Los niños saharauis viven con el problema, pero también juegan con el problema. Hay inundaciones y, pues nada, se tiran al agua y piensan: ¡qué bien que tengo una piscina, estoy en el desierto pero voy a aprender a nadar!”, explica Iñigo. “Es eso lo que me da esperanza también, ese espíritu de niño, de creatividad. Es una situación muy difícil en la que se ven sin casa, sin nada, y piensas: qué hago yo aquí, pues duermo mirando las estrellas del Sahara, y solo con ellas porque no hay techo, no hay nada”.

En este lugar los residentes no pueden salir. El perímetro está vigilado a partir de un kilómetro a la redonda y no se puede pasar. “En el día a día hay mucha rutina, todo es lo mismo y es muy reducido a nivel de espacio, el sitio está muy limitado, hay muchos controles. Es una sensación de: estáis libres, pero hasta aquí”, explica Íñigo.

La situación allí, según cuentan los creadores del proyecto, “es muy dura”. Quienes viven en los campos del Sáhara no pueden autoabastecerse, subsisten de las ayudas que reciben, de las donaciones que les llegan. Markel Redondo cuenta: “Los niños lo llevan muy bien, ellos cogen una piedra y se divierten, pero es duro. Bueno y el clima no ayuda”.

El proyecto ‘Olentzero Munduan’ cumple con este documental un nuevo objetivo: unir a niños de diferentes mundos que más allá de los conflictos, sonríen, juegan y recuerdan un verano especial.

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