Entrevista Periodista y divulgadora sexual

Noemí Casquet: “Al sistema no le interesa que hablemos de sexo porque es un arma de revolución masiva”

Maialen Ferreira

12 de noviembre de 2021 22:18 h

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Noemí Casquet (Sabadell, 1992) tiene una forma algo inusual de valorar los hoteles en los que se hospeda. A través de su cuenta de Instagram puntúa cada hotel que visita durante la gira de su nuevo libro 'Almas' dependiendo del tipo de 'alcachofa' de ducha que tenga. Cuanto más fácil y placentero sea masturbarse con ella, mayor puntuación. El hotel en ubicado en la Gran Vía de Bilbao en el que recibe a este periódico, no es excepción: un siete. Como después publicó en su red social, al parecer, a sabiendas del 'ritual sexual' que practica, ajustaron la presión de la ducha para cuando ella llegase.

Esta es una de las cientos de actividades que realiza esta periodista especializada en sexología en su labor como divulgadora sexual. Labor por la que, confiesa, recibe cada día una lluvia de críticas. La última le llegó poco antes de realizar esta entrevista a través de un mensaje en el que se leía “no te denigres” por hablar abiertamente de sexo en un vídeo. “A las personas que estamos educando sobre sexo nos invisibilizan a muchos niveles: en redes sociales, en ciertos periódicos por la línea editorial que tengan o en televisión porque no es un tema de moda”, lamenta.

Para dar solución a esta problemática, ha creado Santa Mandanga, la primera plataforma y escuela de educación sexual, de la que es cofundadora y directora. En ella, a través de clases en las que se enseña con sexo explícito, pero de forma educativa sin ser mero entretenimiento, explica cuestiones como la masturbación en pareja o en solitario, cómo realizar un autoexamen de mama o todo lo relacionado con las disfunciones sexuales. Además de divulgadora, Casquet es escritora. Entre sus obras destacan la trilogía 'Zorras', 'Malas' y 'Libres' y la bilogía 'Cuerpos' y 'Almas'. Esta última es la razón de su gira por España que ha recalado esta semana en Bilbao.

¿Qué busca con el libro ‘Almas’?

Es una bilogía. El primero que publiqué es ‘Cuerpos’ y el de ahora es ‘Almas’. Con ellos busco la aceptación de la luz y la sombra que todos los seres humanos tenemos. Las portadas ya dan una pista, la de ‘Cuerpos’ muestra la oscuridad y la introspección a las entrañas de una mujer, mientras que la de ‘Almas’ enseña la búsqueda de la luz y el salir de todo ese lodo. También quiero que nos cuestionemos lo que está bien y lo que está mal porque es una línea tan fina que muchas veces no sabemos identificar.

El libro también habla sobre la identidad y el deseo. ¿Cómo se logra que el deseo no desaparezca en una relación?

En mi caso lo conseguí a través de la ‘no monogamia’, pero no tiene por qué ser la misma relación para todo el mundo. Creo que en muchas ocasiones el cómo follamos o cómo debemos follar que nos instauran en la cabeza condiciona mucho nuestro propio deseo. Esto ya lo recogía el Kamasutra. Si una persona con un deseo sexual bajo está con otra que tiene un deseo más elevado van a terminar encontrando una diferencia entre ellas. Es cierto también que el deseo va variando a lo largo de nuestra vida, no siempre tenemos el mismo índice de deseo sexual, ni las mismas ganas.

Otro de los factores importantes es que en muchas ocasiones las parejas buscan ese encuentro sexual, pero les da pereza follar por el hecho de que tienen que ponerse y llegar al orgasmo. Poco se habla de esos momentos de calentón en los que hay besos y caricias, pero igual no llegan a nada. O de cuando se tiene sexo sin llegar al orgasmo. No siempre hay que llegar a ese éxtasis, teniendo un tonteo o tocándonos podemos mantener el deseo.

¿Por qué cuesta tanto hablar abiertamente de sexo?

Porque no interesa a nivel social y sistemático. Estamos muy condicionados por el sistema. Cuando no podemos hablar sobre la herramienta que nos ha originado la vida y por la cual deriva la misma, estamos siendo unas personas totalmente manipulables. No podemos hablar de sexo o de masturbaciones, no vaya a ser que los demás te miren. Han conseguido que el sexo, que es el origen de nuestra existencia, sea un tabú. Es alucinante cómo hemos permitido eso y cómo nos han arrebatado tanto como humanos. Debería ser al revés, deberíamos honrarlo. Al sistema no le interesa que hablemos de sexo porque es un arma de revolución masiva.

El lado negativo del succionador de clítoris es que ha hecho que los orgasmos formen parte del capitalismo

¿Está desapareciendo el mito de que una mujer que practica mucho sexo es una ‘puta’ mientras que un hombre es ‘el puto amo’?

Parece que sí, pero no. Esta misma mañana he recibido un mensaje en el que me decían “no te denigres así”. Para empezar, la palabra “denigrar” tiene una connotación racista porque relaciona lo negro con algo despectivo. Y luego, es que un hombre jamás le diría a otro “no te denigres” por hablar de sexo. Muchas veces me llaman soez y muchas más cosas más fuertes simplemente por decir “coño” o “polla”. Son palabras que a las mujeres nos han dicho durante toda la vida que no las tenemos que decir, mientras que a ellos no, porque expresan masculinidad. Todavía se sigue con esa jerarquía, incluso en las mujeres que estamos en el poder. A mí me cuesta mucho más encontrar a una persona que a un tío poderoso. Él se abre Tinder y está todo el día ligando con fans y abusando de su poder, mientras que nosotras no podemos hacerlo porque hemos conseguido llegar a un lugar donde durante siglos no nos ha pertenecido. Parece que ahora podemos hablar de masturbación o podemos follar con quien queramos, pero en la raíz sigue siendo igual.

¿Qué es ser una ‘mala mujer’?

Ser una mujer que hace lo que dé la gana. Durante tanto tiempo nos han dicho lo que tenemos que ser, cómo tenemos que estar, que debemos cruzar las piernas, que calladitas estamos más guapas… Para mí ser una mala mujer es ser alguien que no quiere ser como le dicen que debe, que elige ella misma cómo debe ser. 

¿Qué se imparte en Santa Mandanga?

Es la primera plataforma de educación sexo-afectiva explícita que existe. Es una plataforma de suscripción con contenidos sexuales, pero desde un plano educativo, no hay intención de entretenimiento como puede haber en el porno. Ahora vamos a hacer cursos más económicos para que la gente pueda acceder a ellos porque para mí es importante, pero es una empresa privada, ya que vivimos en un sistema capitalista y hasta día de hoy las facturas no las puedo pagar con orgasmos.

¿Qué tipo de alumnos acuden a sus clases?

Hay de todo, pero la mayoría son mujeres. Parece que a nosotras nos interesa más el sexo que a ellos, lo cual es sorprendente y, al mismo tiempo, desastroso porque se sigue follando muy mal. También asiste mucha gente joven, pero tienen que ser mayores de 18 porque al usar sexo explícito no pueden verlo los menores. Algo que tampoco entiendo mucho porque una persona con 17 años y 366 días puede, de golpe, ver este tipo de contenidos y sin que nadie le haya enseñado nada sobre educación sexual antes.

¿El succionador de clítoris supuso una revolución sexual?

Sí, obviamente. Al inicio de los 2000 hubo una gran revolución con los tuppersex y, en 2019, en la que se puso el clítoris en boca de todos con la llegada del succionador, fue la siguiente. Fue algo muy interesante porque empezamos a ver influencers de moda que de repente enseñaban el succionador o amigas que se lo pasaban a otras. Eso sucedió, pero tiene un lado negativo y es que ha hecho que los orgasmos formen parte del capitalismo. Seguimos pasando todas las revoluciones sociales al capitalismo y, por tanto, cuando un movimiento social se adentra en él, perdemos la mayoría de las batallas, porque estamos luchando contra un gigante muy inteligente. Al final sucedió lo mismo de siempre, con el succionador llegó el ‘fast food’ en los orgasmos, tratando de llegar a él en 30 segundos, el marketing y la necesidad de usar tecnología para algo tan natural como es tocarse.

Que realmente tengamos que recurrir a OnlyFans para ganar dinero dice mucho de la situación en la que nos encontramos

¿Y OnlyFans?

A nivel personal creo que el empoderamiento de la mujer no pasa por la mercantilización. Cuando el empoderamiento pasa por el capitalismo me cuesta adentrarme, pero entiendo que haya personas a las que les pueda empoderar. Se está creando un movimiento a través de OnlyFans y los estriptis en TikTok. De repente aparecen mujeres que chulean y fardan del dinero que consiguen a través de estas aplicaciones, ya sea haciendo estriptis, con Only fans o con un “Sugar Daddy”. Seguimos en manos de los mismos. No son mujeres que digan que tienen tanto dinero en sus cuentas porque sean escritoras, influencers o diseñadoras de moda. No. Son mujeres que incluso con un poco de burla dicen con orgullo que han ganado dinero a costa de los hombres. Y dices, sí, has ganado mucho dinero, pero ¿a costa de qué? Que realmente tengamos que recurrir a OnlyFans para ganar dinero dice mucho de la situación en la que nos encontramos.

¿La prostitución debería abolirse o regularse?

Ese es un discurso que va mucho más allá. No estoy para nada de acuerdo con que tenga que ser uno u otro. Hay muchas estructuras y hablar de trabajo sexual o de prostitución en términos generales es un error porque, por ejemplo, tengo amigas prostitutas que trabajan muy bien están dadas de alta en la seguridad social, trabajan para sí mismas en un chalet en Barcelona y ellas escogen a los clientes. Ese es el ideal, pero luego hay una cara B. He trabajado con la Guardia Civil investigando el tema de la prostitución y la realidad es muy distinta. Son mujeres que están en clubs donde la gran mayoría de ellas están bajo amenaza o coacción pese a que no lo digan, pero dependiendo de dónde vengan y de su cultura las amenazan de una forma u otra. Son mujeres que tienen una deuda que jamás van a poder saldar. Esas son las dos realidades de la prostitución y no podemos dar la espalda a ninguna de las dos. Cuando se habla de trabajo sexual y quien lo dice es una persona con privilegios lo que hace es invisibilizar a aquellas que no los tienen.

¿La monogamia es antinatural?

De base sí, pero eso no significa que no esté bien. Es antinatural, somos seres no monógamos, pero eso no significa que todos tengamos que serlo. La monogamia lleva siglos siendo una estructura relacional que al final ha servido para muchos. Yo soy una persona no monógama y a mí me sirve la estructura que tengo. El problema surge cuando hacemos de una estructura relacional “la elegida”, la que debe ser, la universal. No se puede generalizar. La cuestión es que si diversificamos al sistema no le gusta tanto porque no nos pueden manipular.

¿La bisexualidad se entiende menos que ser gay o lesbiana?

Sí, especialmente en los hombres. A nosotras nos dicen que todas tenemos que ser bisexuales, pero ellos, con su masculinidad, ni tan siquiera se pueden plantear que les guste otro tío. Muchos por más que lo intenten sienten rechazo porque ha sido algo tan arraigado en ellos desde tan pequeños que no se permiten el deseo, ni cuestionarse esas cosas.

Cuando se habla de trabajo sexual y quien lo dice es una persona con privilegios lo que hace es invisibilizar a aquellas que no los tienen

Pese a los avances en la sociedad, sigue habiendo cuestiones como la violencia contra las mujeres en las que aún queda mucho camino por recorrer. ¿Qué se puede hacer para que casos como estos no sigan ocurriendo?

Educación. El problema es que a las personas que estamos educando sobre sexo nos invisibilizan a muchos niveles: en redes sociales, en ciertos periódicos por la línea editorial que tengan o en televisión porque no es un tema de moda. Se educa a través del entretenimiento y de la cultura, por eso nos terminan metiendo en la cabeza cómo deben ser las cosas. Nos educan en una masculinidad que no funciona porque sigue manteniendo una estructura desigual de género. A ellos, por más que tengan sus privilegios, también les está generando una opresión brutal. No se pueden permitir el lujo de llorar o de sentir emoción a lo largo de su vida. Con educación la gran mayoría de los problemas se resolverían, pero no interesa.

¿Ellos son conscientes de esas opresiones que sufren?

No. Hay algunos que sí, pero la gran mayoría no.

¿Se hace lo suficiente por parte de las instituciones para lograr una igualdad real?

No, porque tampoco interesa. También ocurre que si la educación sexual parte a través de una institución, implica que parte a través del sistema. Que el Gobierno de repente asuma una educación sexual implica que el sistema lo asume. Entonces, ¿qué tipo de educación sexual se va a divulgar si se quiere seguir manteniendo la misma vulnerabilidad y manipulación en la gente? Ojalá pudiéramos llegar al momento en el que la educación sexual parta de las instituciones y que sea de una forma totalmente feminista y diversa para que nos puedan educar ya no solo en sexualidad, sino también en diversidad de género desde la libertad de elección que tenemos los seres humanos, pero no va a ser así.

¿Va a costar mucho llegar a ese punto?

No lo vamos a ver. 

elDiario.es/Euskadi

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