Entrevista Activista trans y solicitante de asilo

La segunda vida de Fernanda Falcao, víctima de torturas que escapó de la muerte en Brasil y solicita asilo en España

Maialen Ferreira

18 de junio de 2022 21:31 h

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Brasil es el país en el que más personas transexuales son asesinadas en todo el mundo. Según el Mapa de los Asesinatos de Travestis y Transexuales en Brasil, publicado por la Asociación Nacional de Travestis y Transexuales (Antra), 140 transexuales fueron asesinadas en 2021, es decir, cuatro de cada diez asesinatos de personas trans tuvieron lugar en ese país. Fernanda Falcao, activista trans y enfermera, conoce de primera mano esa violencia, porque ella misma la ha sufrido en sus propias carnes. A lo largo de su carrera como enfermera y activista ha luchado por los derechos de la comunidad trans, sobre todo en cuestiones de salud. Ha participado en programas de concienciación y ha formado parte del Departamento de Justicia del Estado brasileño en el que residía, y del que no quiere dar información por el peligro que le acecha, aún a día de hoy, a pesar de que ha logrado escapar de su país. Actualmente se encuentra solicitando asilo en España.

“Llegué a España de un día para otro. Me dieron un pasaje y me dijeron que esa misma noche debía coger un vuelo a España, después de que ametrallaran mi casa, me pegaran un tiro en el centro del pecho y de haber pasado un proceso de tortura en el que me quitaron los dientes y me arrancaron el cabello. Después de que viviera todo eso, asociaciones de allí que colaboran con la ONU decidieron que Brasil no era un lugar seguro para mí, pero lo cierto es que yo ya estaba lista para morir. Yo ya había vivido mucho”, asegura a sus 31 años.

Para proteger su vida, a lo largo de sus últimos seis meses en Brasil, ha estado viviendo cada semana en una casa distinta. Procuraban, además, que cambiara de Estado, con el objetivo de que nadie pudiera seguir su pista. Según detalla a este periódico, se convirtió en el objetivo de muchas personas cuando comenzó a denunciar la violencia que las personas trans sufrían en Brasil. “Yo era funcionaria pública del Departamento de Justicia, trabajaba junto a los jueces buscando políticas públicas dentro del campo de la Salud, y además, coordinaba una red nacional de mujeres travestis y transexuales. Mi trabajo se basaba en fortalecer las instituciones con formaciones sobre cambios de nombre, de sexo, de acompañamiento a personas trans y también realizaba formaciones a policías y funcionarios de prisiones. Otra de mis funciones era apoyar directamente a las mujeres trans, acompañarlas y proporcionarles información acerca de su salud sexual y reproductiva, sobre todo en el caso de las trabajadoras sexuales, ya que en Brasil, el 89% de la población de mujeres transexuales ven en la prostitución su única forma de trabajo”, explica.

Brasil no era un lugar seguro para mí, pero lo cierto es que yo ya estaba lista para morir. Ya había vivido mucho

A pesar de haber sido capturada y torturada durante 30 días, para Fernanda, su época en la universidad fue la más violenta de su vida. “El espacio más violento en el que yo he vivido en Brasil, y eso que he sido torturada por más de 30 días, es la universidad. No tenía referencias, no había otra persona como yo, no había otro cuerpo que viviese tantas vulnerabilidades, porque soy trans, negra, pobre y he vivido siempre en un territorio muy tradicional. Era muy difícil, además de toda la violencia, el hecho de que tenía que gastar mi tiempo de estudio en explicar que no les iba a hacer ningún daño si utilizaba el baño femenino. Al contrario, si utilizaba el de hombres a quien me hacían daño era a mí. Dicen que somos unos genitales, pero no es así, somos personas de carne y hueso”, lamenta, tras haber superado con éxito los años de universidad y haberse convertido en enfermera.

Fernanda respira ahora aliviada porque está más cerca de conseguir algo que jamás hubiese imaginado: hacerse mayor. “Ahora sé que puedo vivir y es algo que me gusta, porque yo también quiero hacerme mayor. Quiero vivir algo que no he podido vivir en mi país: ver a una persona trans mayor”, asegura con una sonrisa y un brillo en los ojos.

Su misión durante los próximos meses es lograr una cita con la Policía para que puedan realizar los trámites correspondientes de su solicitud de asilo. Para ello, según confiesa, mira el móvil cada media hora, también durante esta entrevista. “Cada 30 minutos lo miro, por si me confirman la cita con la Policía. Tengo muchas ganas de estudiar y trabajar, de vivir lo que no vivía antes”, indica. Aunque, lo que más disfruta, según señala, es caminar tranquila por la calle. “Me encanta ir por la calle y que las personas no me señalen, parece algo sencillo, pero es algo que durante 31 años no he podido hacer. No he podido andar tranquila por la calle”, confiesa.

Ahora sé que puedo vivir y es algo que me gusta, porque yo también quiero hacerme mayor. Quiero vivir algo que no es posible en mi país: ver a una persona trans mayor

En Brasil ha dejado a su hermana y a su madre, de las que no puede evitar acordarse cada día. A todas las mujeres, que como ella tratan de resistir en su país, les manda fuerza. “Les deseo que tengan toda la fuerza del mundo. Tenemos que ser resilientes. No es fácil denunciar lo que nos ocurre, porque cuando lo hacemos nos convertimos en el objetivo, y eso es algo muy peligroso que nos puede costar la vida, pero debemos continuar para salvar la vida de las mujeres. Que hablen, que griten, que ocupen espacios, porque solo así podremos sobrevivir”, indica. Ahora que ya está a salvo, no va a renunciar a seguir luchando por los derechos de las personas LGTBI. “Mi vida es un acto político, para mí, estar viva es un acto político. Ayudar a otras personas me hace crecer como persona. Tengo que recompensar a todas las mujeres trans asesinadas. Quiero vivir en un mundo en el que todas las personas respeten la singularidad de los demás”, concluye.

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