En la geografía extremeña es difícil circular durante algunos kilómetros sin contemplar en el horizonte la imponente figura de un silo, de una de las catedrales del trigo. En los oscuros años de la posguerra española, los silos fueron una despensa para mantener la autarquía económica y mantener bajo control el hambre del pueblo y los míseros salarios de los campesinos.
La idea de almacenar y conservar grandes cantidades de cereal para regular desde los poderes públicos el precio del pan y frenar las hambrunas provocadas por irregulares cosechas, el silo, se desarrolló en 1847 en Estados Unidos y vistos los prósperos resultados fue importada a Europa por casi todos los países.
Y así se fueron creando esas alargadas y sencillas figuras que llegaron a despertar el interés de los ingenieros y arquitectos más famosos del siglo XX (Le Corbusier, Mendelshon. ..)
Los años del hambre
A partir de los años cuarenta, el nuevo estado franquista pone en marcha el Servicio Nacional de Trigo, y con ello, comienza la construcción de los silos de almacenamiento en las comarcas cerealistas, que en aquellos años era prácticamente todo el territorio extremeño. Azuaga, Montijo, Badajoz, Cáceres, Campolugar, Don Benito, Trujillo… vieron crecer durante tres décadas esas fábricas de grano plantadas en mitad de campos de trigo o cebada.
La transformación en regadío de miles de hectáreas, fundamentalmente, en las Vegas Altas y Bajas comenzó a mermar los graneros de los viejos silos. Hay que tener en cuenta que la capacidad de almacenamientos de éstos es tan imponente como su aspecto exterior, sobre todo en el caso de los macro silos de Montijo (con capacidad para almacenar 20.000 toneladas de grano), Trujillo (15.000) o Mérida (10.500); en algunas localidades con Don Benito se optó por levantar tres silos, dos en Azuaga al igual que en Badajoz…
Toda la estructura intervencionista y reguladora del Estado en la economía agraria fue desmontada en 1984 con el ingreso de España en la UE. En mayo de 1984, se promulga una ley que acabó con 47 años de monopolio público del grano. Entonces, tal como ahora, parece que Bruselas se decanta más por los tratados de libre comercio que por la regulación pública de los mercados de primera necesidad.
Suprimida la función de los silos, el Estado se encontró con la papeleta de qué hacer con esos monumentos de la arquitectura agraria. La solución fue ofrecerlos a las nacientes comunidades autónomas que los recibieron de buen grado, aunque sin saber muy bien qué hacer con ellos.
Usos variados
El silo de Montijo fue cedido por unos años a Acorex, el de Don Benito a otra cooperativa, Casat… En Trujillo, el Ayuntamiento se gastó un buen dinero en convertir el silo en un centro de negocio, con un muy discreto balance.
El año pasado, el gobierno de Rajoy decidió recuperar la titularidad pública de los viejos silos, para, meses subastarlos al mejor postor. Por esa vía, el estado recuperó la titularidad de 17 silos extremeños.
Ahora, el DOE acaba de publicar las condiciones de la subasta para los 27 primeros (7 de ellos en Extremadura). El procedimiento para la venta será mediante la presentación de ofertas al alza en sobre cerrado y el plazo de presentación concluirá el 23 de junio. Está prevista la celebración de hasta 4 subastas para cada silo, con un porcentaje de reducción del precio de salida de un 10 % de una subasta a otra.
Así, se convoca subasta pública para cinco lotes en la provincia de Badajoz, situados en Azuaga con un valor de tasación (igual al precio de salida) de 484.815 euros; en Don Benito (771.062 euros); en Llerena (329.037 euros); en Montijo (2.620.512 euros) y en Villafranca de los Barros (315.524 euros).
En la provincia de Cáceres los dos silos están situados uno en Abertura, con un valor de tasación de 294.256 euros, y el otro lote en Trujillo (1.223.146 euros).