La naturaleza humana naufraga ante la vorágine del poder

Por Juan Antonio Ruiz (EFE)

¿El fin siempre justifica los medios? Filoctetes negaría rotundamente. Pero, cuando la situación dirige al hombre a lugares extremos, florecen en él los aspectos más oscuros de la condición humana y, en ese momento, la mentira y la corrupción se erigen como orden mundial.

El quinto montaje del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida, “Filoctetes”, es una crítica profunda a las guerras y una llamada al movimiento, ante la pasividad de aquellos que acatan órdenes sin cuestionar a quienes las envían.

“Siendo más hombres, sólo consiguen ser más animales” critica al final de la obra el coro de siete mujeres, que antes había dejado claro que la guerra “nunca tiene rostro de mujer”. Pero “Filoctetes” no habla de las guerras pasadas. Desde el primer momento de la obra, su director, Antonio Simón, deja claro que no está hablando de otras épocas. Con un rótulo en el que pone “Lemnos MMXVIII” sitúa la acción en la misma isla griega en la que lo hace Sófocles, pero en la actualidad.

En este contexto, Filoctetes (Pedro Casablanc) no sólo es naufrago por estar en una isla desierta, en la que fue abandonado por sus compañeros griegos, sino también por ser uno de los pocos hombres honrados y fieles a la verdad. Casablanc consigue sacar gran partido de un personaje muy desconocido y poco representado, en el que se desenvuelve con una verdad que asombra desde su primera aparición en la obra.

Por contra, Ulises (Pepe Viyuela) es el encargado de mostrar la otra cara de la moneda, la que no repara en el camino que se tome si el objetivo que se desea está al final del mismo.

El rey de Ítaca en el que ha trabajado el actor logroñés es un personaje acostumbrado a vencer, que tiene en Filoctetes su “talón de Aquiles” y, por ello, utiliza a Neoptólemo (Félix Gómez), para conseguir su objetivo. “Lo grato en esta vida es conseguir la victoria. No hay peros” sentencia Ulises para convencer al hijo del líder de los mirmidones y que este engañe a Filoctetes.

Es en Neoptólemo el personaje en el que la obra vierte el mayor conflicto, enfrentado su condición de soldado cumplidor de órdenes a la honradez que caracterizó a su padre y que este heredó. Todo ello, apoyado por una escenografía muy cuidada en la que Paco Azorín ha vertido toda la experiencia adquirida en las diez ediciones en las que ha tomado partido en este festival.

La acción, que se divide en varias partes separadas por diferentes rótulos, se desarrolla en medio de una isla de basura y arena volcánica en la que, semi-enterrado, se encuentra el barco en el que sobrevive Filoctetes. Además, a lo largo de toda la representación, el equipo utiliza proyecciones que enriquecen las acciones de sus personajes, desde la llegada a la isla en avión de Ulises y Neoptólemo, hasta la aparición de Hércules en un “Deus ex Machina” muy común en las obras clásicas.

“La guerra es una masacre entre gente que no se conoce, para el provecho de gente que sí se conoce y que no se masacran” se podía leer en la proyecciones finales, como un resumen de lo que el público presente en el monumento emeritense, que no ha escatimado en aplausos a la compañía, acababa de presenciar.

Esta versión del clásico de Sófocles, realizada por Jordi Casanovas y Antonio Simón, habla de la mentira erigida como orden del mundo, de la corrupción de las clases poderosas, del éxito, y de si este ha de ser conquistado a cualquier precio. También parece reflexionar sobre cómo, a pesar de la aparente actualidad de conceptos como la posverdad y las falsas noticias, son cuestiones ligadas al poder desde épocas muy anteriores a la actual. “Filoctetes” se podrá ver en el Teatro Romano de Mérida hasta el próximo domingo, cuando realizará la última de sus cinco funciones y dejará el espacio al equipo de “Fedra”.