120 ganaderías de bravo repartidas entre Cáceres y Badajoz, un paisaje único de dehesa y la visión emprendedora de unos cuantos empresarios han convertido Extremadura en una de las regiones pioneras en el desarrollo del turismo taurino. La mayoría de las iniciativas se han ido poniendo en marcha en los cinco últimos años, con el objetivo de aprovechar un recurso que, cada vez más, parece entrar en los planes de ocio de algunos viajeros.
Ha surgido también, como una inyección de ingresos alternativa que contribuye al costoso mantenimiento de las explotaciones ganaderas.
Visitar una ganadería es la elección que hacen sobre todo peñas taurinas y grupos de amigos, tanto de dentro como de fuera de la región. Del norte de España acuden en buena medida, pero también de las cercanas Andalucía y Castilla y León y a veces hasta de Canarias o Levante; en cuanto a los extranjeros, el sur de Francia es por el momento el lugar de procedencia, lógico porque mantiene una arraigada tradición taurina en zonas como Nimes.
Una curiosidad es que las empresas, cada vez más, lo ofrecen como incentivo a sus trabajadores y hasta Ferrari se ha atrevido con ello trayendo a sus empleados a las fincas de Extremadura para ver toros en más de una ocasión.
“Es una opción turística más, igual que lo es el turismo cultural, el de naturaleza o el de salud”, indica David Huguet, de Tour You.
Entre los atractivos de esta propuesta, este empresario destaca la posibilidad de ver muy de cerca “un animal tan bello como el toro y cómo se cuida. Hay fincas abiertas a estas visitas como la de Victorino Martín, en la que ver su Museo y a él mismo son ya de por sí un atractivo”.
Precisamente el ganadero madrileño, el empresario más popular del mundo del toro, fue el primero en poner en marcha este tipo de iniciativas en su finca del Valle del Alagón, en el norte de Extremadura. En ella muestra, por ejemplo, el único toro indultado en toda la historia de Las Ventas, disecado de cuerpo entero.
Toreo de salón y flamenco
La fórmula que se sigue generalmente es la de recibir a los visitantes en las fincas, ofrecerles algunos datos sobre el ganado y sus cuidados y montarlos en vehículos adaptados para el tour por la dehesa. Les acompañan guías especializados, vaqueros y mayorales a caballo que irán haciendo una demostración en directo de su trabajo. Comida con productos típicos, suele rematar la faena.
Es el paquete básico, que se adereza en ocasiones con más actividades tanto dentro de las fincas como fuera de ellas, en poblaciones próximas, con lo que se contribuye además a impulsar el turismo.
Hay emprendedores, como Jesús Pérez, de Artetur, que han diseñado experiencias que pueden durar más de seis horas si se completan con lecciones de tauromaquia, flamenco en vivo y hasta toreo de salón.
“No hace falta irse a las Seychelles para ser más felices”, mantiene este ganadero, que ofrece a sus viajeros “información suficiente sobre genética y morfología del toro, sociología, medio ambiente, gastronomía… Hablamos de todo, con la verdad por delante y sin pelos en la lengua”.
Asegura que toda esa dispensa de información ha servido, incluso, para cambiar la opinión de algunos clientes antitaurinos que realizaron recorrido turístico con ellos.
Juan José Manzano es otro de los emprendedores del turismo taurino en Extremadura y desde TuriToros prepara paquetes de hasta una semana de duración.
“El potencial que tenemos en Extremadura es tremendo, con un clima especialmente apropiado para la cría del toro bravo que hace crecer el número de ganaderos que eligen esta tierra”.
Por el momento, Extremadura es el destino de 122 ganaderías bravas, de las que 71 se encuentran en la provincia de Cáceres y 51 en Badajoz. Una privilegiada cuna del toro bravo que aprovecha ese filón como alternativa turística.
(Reportaje gráfico de Artetur)