España se rompe. El Estado de derecho va a ser vulnerado. La democracia se destruye. Se va a violar a cuarenta millones de españoles… La amnistía para los imputados en el procés va a traer el apocalipsis zombi para la derecha y ultraderecha de este país y también para algunos que digieren mal no estar en el foco constantemente. Se han dicho tantas cosas y se ha sobreactuado tanto que cuando se evalúa de manera sosegada lo que puede suponer la amnistía, y lo que han supuesto otras amnistías anteriores, nos daremos cuenta de que estamos ante una tremenda cortina de humo utilizada por la derecha.
La pataleta continua de la derecha se debe a su imposibilidad para poder llegar a acuerdos de gobierno que les permitan gobernar este país, un país que no entienden. Además, el estar secuestrados por sus pactos con la extrema derecha les impide acercarse a ninguna otra fuerza democrática.
La “cayeborroka”, como se ha llamado a los disturbios alentados por PP y Vox alrededor de las sedes socialistas, nos ha dejado grandes perlas. A los insultos homófobos al ministro Marlaska, machistas a la ministra Irene Montero, insultos racistas, violencia hacia la policía y cánticos fascistas se le han sumado eslóganes que sin la bandera de España alrededor del cuello podrían atribuirse a los CDR catalanes. Desde “prensa española manipuladora” a “ la constitución destruye la nación”... al final van a acabar pidiendo la amnistía los cayeborrokas también. Aunque acudir al chascarrillo y al meme al que nuestro país suele siempre recurrir (¡¡bendito humor!!) puede banalizar una situación sumamente grave es imposible no hacerlo ante el esperpento que hemos visto en las calles. Aún así lo que sinceramente me alarma no es la protesta en las calles, algo que está dentro de nuestro ordenamiento constitucional y que forma parte de una sana democracia. Lo que me inquieta y preocupa es el grado de odio y agresividad, los insultos homófobos, racistas y cánticos fascistas que acompañan estas protestas. Representan a una España en blanco y negro donde sólo ellos podían alzar la voz y vivir libremente. Una España que como decía Machado me hiela el corazón.
Nos decía la Sra Guardiola que los grupos parlamentarios debíamos elegir si Extremadura o amnistía, en un torpe juego de maniqueísmo donde todo es blanco o negro, donde sólo hay buenos y malos. Pero la pregunta evidentemente es otra tras haber incendiado las calles PP y Vox. La pregunta es si se está con la democracia o con la barbarie. La pregunta es si se aceptan de una vez que no pueden gobernar este país y dejan de mostrar que se les da rematadamente mal aceptar las derrotas democráticas.
Me resulta hipócrita la alarma de algunos responsables políticos por el acuerdo al que ha llegado el PSOE con Junts cuando durante casi toda nuestra democracia los diferentes gobiernos tanto de PP y PSOE han pagado peaje a las fuerzas nacionalistas vascas y catalanas. Hay que recordar que Junts son herederos de CIU, del CIU de Jordi Puyol y del 3%; del CIU por los que Aznar hablaba catalán en la intimidad y el señor González impulsaba el AVE Madrid-Barcelona, mientras en Extremadura nos levantaban las vías del tren ruta de la Plata.
A expensas de estudiar al detalle el acuerdo que ha firmado el partido socialista con los independentistas catalanes considero un sincero avance que se abandone la vía unilateral que nos ha llevado a un callejón sin salida. Sobre la condonación de la deuda tengo que parafrasear a nuestro compañero Sánchez Mato cuando dice que no solo es justa, sino que además es útil. Una deuda que actualmente va un tercio a pagar intereses y amortización de capital en vez de garantizar servicios públicos que apuntalen nuestro estado de bienestar. Dice la presidenta extremeña que ella no va a acogerse a esa condonación porque le parece fatal que también se beneficie Cataluña en una muestra de infantilismo pueril que muestra más interés en hacer méritos ante el PP nacional que en los verdaderos intereses de Extremadura.
Lo verdaderamente importante de este próximo gobierno no es la amnistía, sino los acuerdos que nos hagan avanzar como sociedad, que mejoren el mercado laboral, que fortalezcan los servicios públicos, luchen contra el cambio climático y la desigualdad y, en definitiva, mejoren la vida de las gentes de nuestro país. Ese es el verdadero reto y ahí el señor Sánchez tiene que estar a la altura de los enormes desafíos que tenemos como sociedad. No hay tiempo que perder. Queremos más y mejor democracia.