El nuevo Gobierno liderado por Pedro Sánchez ha generado un estado generalizado de nueva esperanza tras conseguir derrocar a la derecha, que parecía gozar de cierta placidez ante una izquierda viciada en una retórica propagandística incapaz de sobreponerse al castigo de las urnas, y con serias dificultades para renovarse y reconstruir su esencia ideológica.
Cuando creíamos que el PSOE estaba dando ya sus últimos coletazos aparece Pedro Sánchez para destruir a Goliat, y no solo eso, sino que después de conseguirlo se ha creado sobre él un aura propia del mesianismo convirtiéndose en salvador para la opinión pública, para la militancia, votantes, para los medios y para la mismísima derecha que no duda a la hora de alabar al recién llegado mandatario. Si de algo no se le puede acusar al Gobierno de Sánchez es de la elección del nombramiento de su equipo que por primera vez está representado mayoritariamente por mujeres, once ministras en un gabinete de diecisiete, lo que representa el 64,7 % de los miembros.
Esta decisión de Pedro Sánchez viene dada por la demanda social por parte del feminismo tras las manifestaciones del 8M, algo que ha sabido leer muy bien el nuevo presidente dándole la importancia que merece dentro de su Gobierno. Sería una locura criticar esta decisión ya que, además, las mujeres que han sido seleccionadas han demostrado de sobra sus capacidades y preparación para liderar los puestos otorgados.
No tardaron en saltar los titulares con un mensaje claro, estábamos ante un Gobierno feminista y la foto pasará a ser parte de la historia de nuestro país; Sánchez no solo cumplía con el sistema de cuotas creando un órgano paritario sino que iba más allá fracturando la obligatoriedad de serlo al 50%. Pero sería iluso pensar que el simple hecho de nombrar a mujeres en los cargos relevantes pueda ser considerado como un Gobierno feminista ‘per se’.
La necesidad de medidas paritarias no hace más que confirmarnos la desigualdad existente y así lo expresa la sociedad que asiste ilusionada ante un atisbo de cambio siendo la noticia más reseñable en la presentación oficial del Gobierno tras la moción de censura. Pese a que todo avance debe ser bien recibido por formar parte del progreso, no debemos caer en la ingenuidad de que la toma de poder por parte de mujeres dentro de los partidos políticos sea el objetivo principal del feminismo si no queremos corresponder al conservadurismo.
La asignación de puestos de poder a las mujeres no garantiza una mejor gestión y mucho menos la aplicación de políticas feministas. El sistema de cuotas ha sido utilizado por los partidos liderados siempre por hombres que adjudicaban puestos a mujeres que no estaban preparadas para seguir asegurándose el poder y de paso criticar las medidas paritarias.
No olvidemos que el mayor enemigo para la mujer es el sistema capitalista cuyo crecimiento impide la destrucción del patriarcado, sistema que somete a la sociedad femenina a la más absoluta desigualdad. La producción precapitalista del trabajo doméstico y de cuidados sigue a día de hoy sin recibir remuneración económica, unido a la precariedad laboral de los empleos feminizados y a la brecha salarial, imposibilita la emancipación de la mujer imbuida en un sistema que les impide liberarse por carecer de medios económicos, obligándola a permanecer en una situación de dependencia.
Es un error el simple planteamiento del reparto de tareas entre hombres y mujeres sin un cuestionamiento previo sobre el origen de la familia y su funcionamiento como institución, no podemos obviar el papel de la mujer como reproductoras y generadoras del mayor capital para el Estado puesto que la familia constituye la primera estructura económica y a través de ella la mujer es explotada.
La izquierda se ha olvidado de reconducir el debate esencial subyacente sobre la opresión de la mujer y ha dejado atrás el análisis sobre las clases de la sociedad contemporánea. Otro elemento fundamental cuando hablamos de la opresión patriarcal es la explotación sexual a través de la prostitución o los vientres de alquiler.
El Partido Socialista es el único partido claramente abolicionista, sin embargo no parece ser una medida prioritaria dentro de su agenda que deberá llevar a cabo con los presupuestos elaborados por el anterior Gobierno de Mariano Rajoy. La división del trabajo sexual es una realidad que tendrá que ser abordada desde una realidad material que afecta en mayor medida a la mujer trabajadora y aquellas que viven en áreas rurales con mayores dificultades para acceder al mercado laboral por falta de recursos.
Acabar con la desigualdad supone la construcción de una nueva sociedad donde no sea posible el beneficio de una clase gracias a la explotación de las menos privilegiadas y esto supone irremediablemente acabar con el sistema capitalista. La toma de poder por la clase trabajadora, con mujeres en dirección claramente revolucionaria debe permitir poner sobre la mesa la existencia de la división sexual del trabajo, la precariedad femenina, la desigualdad laboral y salarial.
De cara a atacar las bases materiales del sistema patriarcal, y por lo tanto del capitalismo, y para poder poner a la clase trabajadora en mejor disposición para implantar un sistema diferente, más justo y libre de toda opresión, es necesario que hoy en día conectemos con el nivel de conciencia general a través de un programa de transición que suponga, además de una mejora en las condiciones de vida de los y las trabajadoras, una contradicción constante con las bases materiales del sistema actual.
La imagen en la que aparecen fotografiadas las mujeres que formarán el Gobierno de Sánchez no garantiza que éste sea feminista, Ana Botín lo sabe, también lo sabe la derecha y lo sabemos todas. La famosa foto no se corresponde a la realidad porque si este país quisiera un gobierno feminista en el poder ya estaría al frente un partido feminista, anticapitalista y de izquierda.
No hay nada más perverso que decirles a la mitad de la población que viven bajo el yugo de la desigualdad sexual, hacerles crear conciencia de ello y no poder facilitarles las herramientas necesarias para rebelarse. Recordemos que el PSOE ahora mismo cuenta con 84 diputados lo que dificulta la aprobación de medidas como puede ser una nueva reforma de la ley laboral. Por tanto, está fenomenal romper con el techo de cristal y tomar puestos de peso en el poder, pero no será un gobierno feminista hasta que el PSOE vuelva al origen del socialismo y la conciencia de clases aplicando políticas feministas.
Suzanne Blaise decía que sin partidos feministas las mujeres permanecerán reducidas a la política de “chador”, que consiste en ir a implorar, con el velo sobre la cabeza y un proyecto de ley en el bolsillo, a los “ayatollahs” de la política. Esta es la estrategia que intenta obtener de nuestros opresores que quieran encargarse de nuestra liberación.