Pecado, crimen contra natura, abominación, perversión... A lo largo de los siglos se han sucedido las expresiones de condena ante toda forma de amor no heterosexual.
Homosexuales y lesbianas hemos estado en el punto de mira de leyes represivas que buscaban – y aún lo hacen en 70 países – erradicar una “pasión disidente”. Si la heterosexualidad es la única norma posible, todos los demás nos convertimos en disidentes: gais, lesbianas, transexuales, bisexuales, intersexuales...
Conquistar espacios para el libre ejercicio de nuestra disidencia ha sido la máxima aspiración de los colectivos LGBTI desde que hicieron su aparición a partir de los años 60. Ciertamente hay una prehistoria de la lucha LGBTI, larga y compleja, pero es a partir de los años 60 cuando el movimiento LGBTI se hace mayor de edad: ya no se trata sólo de pedir respeto hacia una forma de orientación sexual que se practicaba “en la intimidad” sino que se exige el pleno reconocimiento de nuestro derecho a poderamar libremente, en la intimidad, quien quiera, pero también en la calle: poder besarte en público, poder casarte... La “visibilidad” sigue siendo la mejor arma de la que disponemos si queremos seguir avanzando en derechos.
La “salida del armario” es una de las decisiones más trascendentales a las que tiene que enfrentarse en su vida toda persona gay o lesbiana. Salir del armario supone aceptarte a ti mismo, llegar a la conclusión de que tu sexualidad “está bien”, que no es ninguna tara ni estás enfermo, asumir tu ser plenamente. La primera salida del armario de un chico gay o una chica lesbiana se produce sin testigos: ese día en que te dices a ti mismo “soy” y lo aceptas. Después viene la búsqueda de los otros, la familia, los amigos, el entorno.
Pero para la aceptación plena de uno mismo son importantes los referentes: ver familias LGBT en los medios, políticos, profesores, deportistas, poetas... Ser visibles.
Este mes se celebra el Orgullo LGBT. Nuestra fiesta de la visibilidad. Como siempre habrá voces que se alcen escandalizadas, porque siempre hay quienes nos respetan mucho, mientras no nos vean en público. El “no me importa lo que hagan en su casa, pero que no salgan de ahí”. Salir del ghetto donde se nos quiere confinar (sea un piso, un bar o un barrio), conquistar visibilidad, poder seguir ejerciendo nuestra disidencia frente a la heteronormatividad, ese es el objetivo.
Hemos avanzado mucho desde que en los años 60, en San Francisco, en París, en Barcelona, las asociaciones de liberación gay (como se llamaron inicialmente) salieron a la luz del día. En París el mundo de los “fulleros y mariconas” se dejó sentir más allá de Montparnasse, Saint-Germain-dés-Prés, Montmartre o la rue sainte-Anne. Desde el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) se lanzabanmanifiestos reinvindicando a los “anti-sociales” y la Arcadie de André Baudry hablaba de convertir París en la “capital del no conformismo” (capitale du non-confirmisme)... Salir, respirar, mostrarse, ser visibles frente a la homofobia.
La homofobia – término que aparece por primera vez en 1972 en el libro del psicólogo George Weinberg (El homosexual y su liberación) opera en tres vertientes: las leyes, el ámbito laboral y el social.
En España estamos aprobando leyes contra la homofobia, aunque aún quedan reductos como la discriminación de las mujeres lesbianas y bisexuales para acceder a las técnicas de reproducción asistida; pero es sobre todo en el ámbito laboral y social (donde se producen los escarnios, las agresiones, los ataques, los insultos) donde debemos trabajar en los próximos años. Este Orgullo 2015 tendremos que volver a salir a las calles porque pedimos de las Administraciones políticas activas contra la homofobia y en particular en los siguientes ámbitos:
- - El familiar, sin duda.
- - En la escuela, un espacio fundamental para la socialización y adquisición de valores (precisamente lo que ha desterrado el ministro Wert). Protocolos de actuación ante agresiones LGBTfóbicas en la escuela y un diseño curricular que apuesta por la diversidad sexual, con materiales concretos, por ejemplo.
- - En las instituciones, desde los ayuntamientos hasta el ejército.
- - En las Universidades.
- - En los medios de comunicación...
A finales del siglo XIX, en Inglaterra, se juzgó a Oscar Wilde por escándalo público.
Acusado se practicar la sodomía, fue condenado a 2 años de prisión y trabajos forzados, que acabaron con él. Al poco de salir moriría en su exilio de París, destrozado. Durante las sesiones del juicio Oscar Wilde defendió “el amor que no osa ser nombrado”... Ya no, hoy si osamos darle un nombre, incluso nos apropiamos – las maricas y bolleras nos apropiamos – de las expresiones que se han querido usar para vejarnos. Darnos nombre contribuye a generar nuestra identidad, en expresión de Michel Foucault.
Aquí estamos, y en este mes celebramos el Orgullo del amor que sí osa ser nombrado.