Hoy pocos lo saben, pero el penal cacereño, tras el de Burgos, fue uno de los mayores referentes de la resistencia antifranquisa. Sus paredes albergaron una agitada vida cultural y de militancia. Habitada por políticos, intelectuales y una amalgama de republicanos llegados desde todas partes de España, en su interior los presos se siguieron formando y eran frecuentes los debates políticos.
También fue un lugar de represión. Comenzó a construirse a comienzos del 34 y terminó acogiendo seis años más tarde --ya en manos de los franquistas-- hasta a 2.500 internos, cuando el proyecto inicial en la época de la República estaba pensado para 350.
Se da la circunstancia de que fue proyectada por Antonio Canales, el alcalde republicano de Cáceres, que más tarde fue apresado en su interior antes de ser fusilado por el régimen.
Se cumple una década desde el cierre definitivo de las instalaciones y de nuevo reclaman la recuperación del edificio y su conversión en un lugar de la memoria antes de que se deteriore más y sea demasiado tarde.
Las instalaciones, propiedad del Gobierno, presentan un estado ruinoso y la Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres (Amececa) insta a la Junta a que las declare como Bien de Interés Cultural.
Entienden que debe pasar a ser propiedad de todos los cacereños y convertirse en un espacio sociocultural, pero también un lugar de recuerdo de los presos franquistas, al igual que ya se ha hecho con otros penales como el de A Coruña.
La cárcel
Empezó a construirse en 1934 conforme al empeño de la ministra Victoria Kent de 'humanizar' los centros penitenciarios. Supuso un avance social sacar a los presos y presas de la miseria y el hacinamiento. De hecho se concibió como un edificio higiénico, sin oscuridades ni humedades, con agua corriente y luz eléctrica, de mayor capacidad y seguridad…. lo que suponía un importante cambio.
Cuando la ciudad pasa a manos de los golpistas en el 36 se convierte en un penal de presos políticos, llegando a albergar hasta 10 veces más reclusos de lo proyectado, explica desde Amececa José Hinojosa.
Existe muy poca información sobre la cárcel y hoy continúan las investigaciones que han liderado historiadores como Candela Chaves para aportar un poco más de luz.
Hasta el momento se sabe que a mediados de los 40 tuvo cautivos a presos políticos procedentes de las guerrillas que operaban en las montañas, o que allá por la década de los 60 retuvo a un grupo de 200 presos políticos traídos de otras comunidades como Andalucía o Canarias, relacionados con el PC y Comisiones Obreras.
“Una figura de protección esencial”
Tras años de espera siguen pendientes de lograr la protección como bien de interés. Es un paso esencial para evitar que sea derruido y que se convierta en un solar para nuevas construcciones y pisos, como llegó a plantearse décadas atrás, en la década de los 90.
El pleno del Ayuntamiento de Cáceres aprobó una moción que señalaba a la necesidad de salvar la cárcel, y desde 2010 así consta en el Plan General Municipal de Urbanismo, que lo incluyó en el Catálogo de Bienes. Sin embargo Amececa critica que se trata de una medida insuficiente, porque puede variar y verse de nuevo desprotegido.
“Queremos que sea un espacio protegido como BIC, que muestre la memoria, que recuerde los hechos que ocurrieron y que se relacione con la represión franquista, los derechos humanos y la paz. Lo primero es lograr que no se caiga el edificio”.
Reclaman que se abra un proceso de participación ciudadana, y que sean los propios vecinos y vecinas de Cáceres quienes decidan cuál será el uso que tendrán las instalaciones.
“Las diferentes administraciones se han ido tirando la pelota unas a otras mientras el edificio se sigue deteriorando”, critica José Hinojosa. Señala que, si el objetivo es la búsqueda de financiación, es necesaria una cooperación entre administraciones para abordar la rehabilitación, también contando, por qué no, con dinero de Europa.
Un lugar para la memoria
El tiempo y el abandono no despoja a este espacio de su valor. Los colectivos de memoria histórica subrayan que nadie pone en duda que Mauthausen debe permanecer en pie para recordar el holocausto, porque es parte de la historia, y lo mismo debe ocurrir con uno de los pocos penales del Franquismo que sigue en pie.
En estos momentos el acceso está restringido porque es propiedad del Estado, aunque desde Amececa tienen constancia de su estado ruinoso, que aumenta a medida que pasa el tiempo. Años atrás uno de sus socios, ya fallecido, solicitó sin éxito el acceso porque era el último recuerdo que tenía de su padre vivo apresado antes de que le dieran el ‘paseillo’ los franquistas.
“No solo hablamos de recuperar la cárcel, sino de todo lo que hay alrededor. Se trata de reconstruir la memoria. También entrevistar a los familiares de presos que pasaron por allí. A ello se suma la memoria reciente de todas aquellas personas que en los años 90 lucharon para que las paredes de la cárcel no fueran derrumbadas”.