¿Cómo como para que cambien las cosas? Puede parecer una pregunta inocente, pero resulta una declaración de intenciones. La respuesta está en nosotros mismos y nuestra forma de consumo“.
Es la reflexión que hace la asociación Paisaje, Ecología y Género, que advierte que nuestra influencia como elementos compradores “es enorme para las economías, el equilibrio ambiental y la justicia social. Tiene consecuencias, a menudo, planetarias”.
El modelo de consumo, la alimentación, son cómplices de los efectos del calentamiento global, la desertificación o la pérdida de biodiversidad. Tiene sus efectos sobre la pobreza en países en vía de desarrollo. Puede determinar unas relaciones laborales más justas, o mejorar nuestra calidad de vida.
En este contexto nace el proyecto ‘Comer y cambiar, todo es empezar’. A través de vídeos y un completo material audiovisual van perfilando ejemplos de nuevos modelos de consumo. Ponen en el mapa proyectos que narran el trabajo de los huertos ecológicos del norte de Cáceres, las tiendas ecológicas o los grupos de consumo.
Se meten entre fogones para mostrar una cocina y unos platos más saludables. También nuevas visiones sobre la distribución, la gestión de residuos o el uso de compostaje desde algunos ayuntamientos.
Todo el proyecto audiovisual será expuesto en diferentes videoclubs locales, de la mano de breves píldoras que narran cómo se puede comer y cambiar. Se suman unas jornadas bajo el título 'Recreando Extremadura' en Los Santos de Maimona y Casar de Cáceres.
El colectivo extremeño plantea propuestas que invitan a la reflexión, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible que marca la ONU. Es un proyecto financiado por la Agencia Extremeña de Cooperación al Desarrollo (AEXCID) que se puede visitar en la web comerycambiar.info.
“El consumo, un acto electoral”
Cuando compramos alimentos realizamos un “verdadero acto electoral”, a menudo inconsciente. “La elección de cada alimento impulsa multitud de hechos: la técnica en que ha sido producido, el lugar donde se produjo, el momento en que se obtuvo, las condiciones laborales de las personas productoras”.
Beatriz Fadón, de la asociación Paisaje, Ecología y Género, explica que hoy en día nadie pone en duda los efectos del cambio climático. Ellos abordan la cuestión desde la alimentación.
“Hay que tener en cuenta que el sector agroalimentario es responsable del 40 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero”. Un impacto que va desde la producción, la mecanización, el uso de químicos y el consumo de combustibles fósiles o la eliminación de los bosques.
‘Economía rosquilla’
Parten de la idea de que las actividades humanas deben desarrollarse dentro de los límites del planeta y garantizar los derechos sociales. Una filosofía en consonancia con la teoría de la ‘Economía rosquilla’, de Kate Raworth.
Los científicos marcan nueve límites planetarios por el impacto del hombre que, en caso de ser sobrepasados, pueden desembocar en una situación de incertidumbre. Pueden transformar los procesos biofísicos. “De esos límites hemos superado ya cinco, y de ellos la agricultura tiene mucho que decir”.
Entre los límites Beatriz Fadón de refiere a una pérdida de hasta el 75 por ciento de la biodiversidad cultivable, el almacén de alimentos del planeta. “Se puede revertir el agujero de la capa de ozono, pero la biodiversidad es la extinción”.
También apunta al 'pico del fósforo', un componente extendido en la agricultura química de origen mineral. Los cálculos indican que puede agotarse en un plazo de medio siglo, “de modo que la agricultura química tiene los días contados”.
Frente a esto apuestan por la agricultura orgánica, “con mecanismos se basan en el ciclo de la materia, de modo que usan un fósforo renovable”. Otro de los temas más controvertidos es el modelo de gran distribución y el empaquetado de alimentos en un mar de plástico. “Un modelo que no garantiza una mayor durabilidad, porque un tercio de los alimentos que se producen en el mundo se están tirando”.