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La lucha de Conchita terminó: “Darle una sepultura digna a mi padre es una causa justa, de conciencia”

Ha logrado su objetivo. Los restos de su padre y de todas las víctimas del franquismo arrojadas a la antigua mina de Wolframio han sido recuperados. Han tenido que pasar 81 años para que Conchita Viera descanse tranquila.

Se trata de la hija Amado Viera, el alcalde socialista de Valencia de Alcántara asesinado junto a otros miembros de la corporación municipal en septiembre de 1936. En la exhumación de la mina Terría de la localidad cacereña han aparecido 48 personas en un hoyo sellado con cal viva y el silencio que impuso el franquismo. Se piensa que tras ser ejecutados fueron arrojados allí vecinos de Valencia de Alcántara, Cedillo, Membrío y Herrera de Alcántara y de la comarca Sierra de San Pedro.

El proyecto de exhumación de los cuerpos ha sido promovido por el Ayuntamiento de Valencia de Alcántara y la Diputación de Cáceres, con la colaboración de la Universidad de Extremadura y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura (ARMHEX).

Conchita está contenta. Su lucha no ha sido fácil pero ha merecido la pena. “Por fin llegó el momento de hablar sin miedos. Mi padre y el resto de personas que fueron arrojadas a la mina no merecían estar allí eternamente”. Para ella darles una sepultura digna “es una causa justa, de conciencia”.

Lanza un mensaje al resto de personas que tienen familiares en cunetas: “No dejen de luchar, no dejen de trabajar. Esto es un desahogo público (...) Tenemos que romper la ley del silencio que imperó sobre ellos y sobre nosotros. A mi padre lo asesinaron con 33 años. ¿Por qué? Era un hombre pacífico, culto, que no creía en la violencia, comprometido con los valores de solidaridad y justicia social”.

Ha sido una luchadora incansable, que nunca ha perdido la esperanza. Incluso cuando se vieron obligados a devolver la subvención concedida por el Gobierno central en la etapa de Rodríguez Zapatero.

Resulta una historia sangrante, que ha resultado tener un final feliz. Lograron una subvención de 40.000 euros para exhumar los restos de la mina y reclamaron a la Junta de Extremadura que iniciara el expediente de ocupación temporal forzosa del terreno. Solicitaron el trámite ante la negativa de la propietaria de la finca donde se encuentra la mina a que el equipo de arqueólogos realizara los trabajos de exhumación. Es un trámite administrativo habitual en municipios, como Mérida, que se ejecuta cuando aparece un resto romano o de otra época.

Pero se toparon con un cambio de color político que bloqueó el proceso. El Gobierno del PP de José Antonio Monago guardó el expediente de expropiación en un cajón, la Dirección General de Patrimonio Cultural nunca ejecutó el trámite y finalmente hubo que devolver el dinero al Estado.

Conchita recuerda con tristeza ese momento. Tras un intenso trabajo de ‘papeleo’ las esperanzas se esfumaban. “Confié en que lo íbamos a lograr, porque veía otras exhumaciones. Siempre tuve la esperanza, no podía perder la esperanza”.

“Me siento orgullosa de mi padre”

Tuvo conocimiento del paradero de su padre gracias a un libro del historiador Julian Chaves, que lo situaba en la mina a través de la documentación que se conserva. Se entrevistó con el historiador y se puso en contacto de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica en Extremadura, de la que forma parte. “Ellos han sido mis aliados, mis grandes amigos, y sin ellos no hubiera logrado desenterrar los restos, me han alentado. Lo hemos logrado”.

En su caso, como en el de otras muchas víctimas del franquismo, su castigo no solo fue perder un ser querido. Continuó tras la guerra: “Nos tocó vivir todo tipo de atropellos”. “Nos robaron la felicidad, nos hicieron mucho daño. Tuvimos todo el contra, arrasaron el pueblo, nos dejaron una vida muy difícil (…) Y hay quien ahora le cuesta quitar símbolos, ¿de verdad? A ver si en Alemania ocurre algo parecido con Hitler. Hay que pedir memoria, hay que trabajar para que esto no vuelva a ocurrir.

Declara sentirse orgullosa de su padre. “No van a callarme. No han podido callarme. Estoy orgullosa de mi padre. Estoy orgullosa de las personas que yacían en la mina. Mi pregunta es la siguiente: ¿por qué lo asesinaron? Si alguien de aquél asesinato sigue vivo que me lo diga. Que me responda. Aquí estoy yo, que me lo diga. Allá con su conciencia”.

Esta mujer no admite justificaciones y advierte que “nunca se puede igualar a criminales con quienes defendían un orden constitucional: No tenían derecho a hacer lo que hicieron con mi padre y con el resto. No se lo merecían”.

“He reclamado y reclamo verdad, justicia y reparación para todos. Vamos a hablar alto claro, vamos a hablar de ese Valle de los Caídos, construido con la sangre y sudor de miles de personas presas. Parece mentira que se opongan a que los familiares recuperen los huesos. Y lo hacen bajo la institución de la Iglesia, responsable del edificio”.

También denuncia que durante años hayan recibido subvenciones fundaciones que enaltecen la dictadura militar –en alusión a la Fundación Francisco Franco— “mientras a nosotros se nos han negado”.

“Una fundación que enaltece a un criminal que asesinó al pueblo. ¿Piensan acaso que eso no nos duele? Nos duele, y nos indigna. Porque todas estas personas fueron víctimas del terrorismo criminal y fascista que impuso su régimen por la fuerza. Mi padre y el resto de personas que yacían en la mina no tuvieron derecho a ningún monolito. A ninguna cruz. Tuvieron que formar la cruz con sus propios cuerpos. Vergüenza les tendría que dar”.

Amado Viera Amores

Amado Viera, alcalde de Valencia de Alcántara, era un hombre “estudioso, reflexivo”. “Sintió gran preocupación por los problemas sociales de la época, dejando reflejadas sus ideas en numerosos artículos y escritos en la prensa local y regional de época, especialmente sobre la cuestión agraria, la religión o la educación en España”, explica la Asociación regional de memoria histórica ARMHEX.

Ideas de progreso que le hicieron ingresar en el sindicato socialista “El Redentor” del que fue presidente por dos veces y en Juventudes Socialistas, al mismo tiempo que colaboró activamente en la construcción de la Casa del Pueblo de la localidad. Bajo las siglas del Partido Socialista accedió democráticamente a la alcaldía de Valencia de Alcántara.

Tras el golpe militar fue detenido el 25 de septiembre de 1936 en su domicilio por varios falangistas, y requerido para que les acompañase a la Inspección de Policía, “siendo público y notorio en el pueblo su asesinato ese mismo día, junto a otros hombres”.