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OPINIÓN

La culpa de los incendios es de los ecologistas

Ingeniera agrónoma y portavoz de Unidas por Extremadura —
23 de julio de 2022 19:40 h

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Pensaréis que titulo así el artículo para captar vuestra atención, pero la realidad es que en estas últimas semanas, donde todos hemos tenido el corazón en un puño por los terribles incendios, no han sido ni una ni dos las veces que he escuchado que la culpa de todo la tienen “los ecologistas”. Y lo peor es que esa idea, a mi juicio errónea, está calando como una verdad absoluta.

Lo primero que me dijeron los vecinos y vecinas de Casas de Miravete cuando me acerqué a ver la situación fue que si venía a verles a ellos o a los buitres, cuestión que me chocó. Lo mismo me pasó cuando me encontré con Abelardo, vecino de Riomalo de Arriba en Las Hurdes. Es comprensible la ira, la frustración y el cabreo de los vecinos y vecinas que han visto cómo ardían sus montes y tenían que lamentar hasta la pérdida de sus animales. Es comprensible y no les culpo, pero que desde otras instancias, incluso algún catedrático de Universidad, se acuse a “los ecologistas” es preocupante.

Quiero pensar que cuando hablan de “ecologistas” no se refieren a personas concretas que trabajan de manera altruista defendiendo el medio natural y su conservación, sino que engloban en ese concepto a todas las políticas que han contribuido al abandono del medio rural y a los responsables que lo han permitido y fomentado.

Lo más sencillo ante problemas complejos es apuntar hacia respuestas simples, aunque normalmente erróneas, por eso creo que es necesario señalar con mayor exactitud y rigor a la raíz de este problema. ¿Cuáles son las causas por las que cada vez nos enfrentamos a incendios cada vez más virulentos y fuera de la capacidad de extinción? Es una obviedad decir que el cambio climático contribuye de manera significativa a la expansión de los grandes incendios forestales. Estamos viendo cómo, en estas últimas olas de calor, las altas temperaturas crean las condiciones idóneas para que un rayo o un chispazo, voluntario o involuntario, calcine miles de hectáreas en pocos días.

Pero sería injusto echar las culpas exclusivamente al cambio climático, causado por la actividad humana, no vayamos a pensar que es un hecho fruto del azar en el que no podemos intervenir ni mitigar. La realidad es que nuestros montes, la mayoría, están diseñados desde una óptica atrasada y enmarcados en un contexto histórico donde el abandono del medio rural y, como consecuencia, de la gestión que sus pobladores hacían del mismo, no era tan acusado como el actual. 

¿Qué políticas han contribuido a ese abandono? Podemos empezar enumerando la pérdida de servicios públicos fundamentales de las zonas rurales y una Política Agraria Común que no ha estado a la altura de la agricultura y ganadería familiar, y que ha beneficiado a los propietarios de grandes fincas antes que a los que gestionaban con sus rebaños y piaras nuestros montes. 

Durante estos días también hemos escuchado que la ganadería extensiva es una herramienta básica para mantener nuestros montes y bosques en buenas condiciones y que no se conviertan en auténticos polvorines. La realidad es que la ganadería, además de ser sacrificada y exigente, es muy poco rentable. Para apoyarla no basta con discursos incendiarios o grandilocuentes, necesitamos otras políticas que fomenten la actividad, que incrementen un mayor consumo de carne y derivados del cordero y el cabrito porque ni el pollo ni el cerdo blanco (que son las carnes más consumidas) contribuyen a apagar incendios. A día de hoy hay comarcas enteras donde hacer ganadería extensiva es un deporte de alto riesgo por los protocolos sanitarios de lucha contra la tuberculosis que van a erradicar la enfermedad a costa de erradicar antes a los ganaderos. 

Muchas de las políticas que se han diseñado desde los despachos para el medio rural no han contado con la participación y escucha activa de las opiniones y saberes de los pobladores rurales, y eso es un enorme error. Ninguna decisión debería de adoptarse de espaldas a aquellos a los que va a afectar, y demasiadas veces las políticas rurales han despreciado el saber popular.

No quiero acabar este artículo sin nombrar a aquellos que se juegan la vida apagando los incendios y a los que desgraciadamente no reconocemos ni valoramos como se merecen, como son los bomberos y los agentes del medio natural. Creo que es más que evidente que la precariedad y temporalidad de este servicio redunda negativamente en la seguridad de nuestros montes y no podemos permitirnos que estos profesionales no tengan unas condiciones laborales justas. Afrontar los grandes incendios también pasa por garantizar derechos e invertir en buenos equipos para que puedan realizar su trabajo de la mejor manera. 

No hay respuestas sencillas a problemas complejos pero, o nos ponemos manos a la obra ya, o el futuro que vamos a dejar a las futuras generaciones va a ser demasiado negro. La solución pasa por lograr que nuestros pueblos y montes estén vivos así que más rigor y soluciones efectivas y menos populismos y antiecologismo barato.