Los mineros que antaño explotaban las canteras del Valle de la Serena, Castuera o Campanario bautizaron al wolframio como el ‘bolo’. No hablaban de traer el sueldo a casa, sino de traer el ‘bolo consigo’ (la peseta). Los testimonios orales recogidos dejan constancia de que el ‘oro negro’ de Extremadura quitó mucha hambre en esta comarca de Badajoz.
Los minerales que arrancaban los mineros de la tierra fueron un material básico en las dos guerras mundiales. Aunque en un principio el wolframio fue utilizado para la fabricación de los filamentos de las bombillas y herramientas cortantes, tuvo un protagonismo estratégico en las dos grandes contiendas.
Fuente de suministro para la fabricación de tanques y proyectiles. Usado en todo tipo de armamentos, para balística y el blindaje según detalla el historiador Antonio López, miembro de la Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio bélico reciente “Frente Extremeño”.
La fiebre del wolframio
Aunque resulta un capítulo desconocido, la fiebre del “oro negro” convirtió a Extremadura en una pieza clave en la carrera armamentística de Hitler. Detalla el historiador que el régimen de Franco adquirió una singular relevancia al poseer, junto con Portugal, las explotaciones más ‘asequibles’ para los nazis.
Toneladas wolframio y cientos de trabajadores dedicados a la explotación de un mineral del que Estados Unidos decía que estaba matando a sus soldados en los frentes de guerra, “steel that killed our soldiers”, relata el historiador Antonio López en el libro ‘Historia y patrimonio minero en el Valle de la Serena’, editado por el Centro de Desarrollo Rural (CEDER) La Serena.
Importancia en la comarca
Cuenta el experto cómo el devenir de esta comarca de Badajoz cambió desde que a comienzos del siglo XX comenzó a explotarse uno de los principales yacimientos de wolframio de la Península Ibérica. Las minas de wolframio ocuparon a una importante mano de obra, llegándose a triplicar la población y siendo un elemento dinamizador de primer orden. La más importante fue la del Valle de la Serena.
Era una actividad peligrosa, por un volumen importante de mineros que acababan falleciendo por la enfermedad de la silicosis, que afecta a los pulmones y el sistema respiratorio. Hay constancia de que en la localidad de Palomas existió un sanatorio para enfermos de silicosis.
Se da la circunstancia de que la minería de wolframio coge el testigo a la del plomo en el momento en que los precios se hunden, y a principios del siglo XX se cierran estos yacimientos en la zona.
Antonio López explica que la primera compañía que inició los trabajos de explotación de wolframio era de capital francés, siendo durante la I Guerra Mundial cuando se alcanzaron los mayores picos de extracción, de la mano de la empresa gala “Tres Amigos”, que enviaba el material al país vecino. Los aliados se repartieron la riqueza de wolframio, de modo que los ingleses se quedaron con las explotaciones de Galicia y los franceses con las de Extremadura.
Fue el momento en que contó con el mayor número de mineros trabajando en sus distintas minas.
Guerra Civil española
En la época de la guerra española la mina queda en zona republicana, aunque en primera líneas de trinchera en la comarca de La Serena, como ha quedado demostrado en los trabajos de prospección arqueológica que se han hecho en la zona arqueólogos y expertos de la Asociación para el Estudio y Recuperación del Patrimonio bélico reciente “Frente Extremeño”.
En el momento de la guerra en la mina solo se hicieron trabajos de mantenimiento, no se explotaba. Fue nacionaliza y pasó a manos del gobierno de la República. No tuvo un uso bélico porque la transformación del mineral se hacía fuera de España. En un territorio dividido en dos bandos no era posible la exportación del wolframio, teniendo en cuenta que las vías de salida del mineral fueron históricamente a través de los puertos de Sevilla y vía Madrid, con dirección a Irún, cuenta el experto.
La deuda de Franco con Hitler
En la Segunda Guerra Mundial el wolframio volvió a tener gran relevancia estratégica. Esta circunstancia motivó que los alemanes, con la estrecha colaboración de las autoridades franquistas, se hicieran con el control de la mina.
Detalla el historiador que la realidad es que Franco empezó a reducir parte de la importante deuda contraída con Hitler por su apoyo a los sublevados.
La mina había sido arrebatada a la empresa francesa “Tres Amigos” y entregada a Gonzalo García de Blanes y Pacheco, quién formalizaría el arrendamiento del coto minero a la empresa alemana “Montes de Galicia”, además de cambiarle el nombre y ponerle “San Nicolás”.
“Esta empresa estaba incrustada en un entramado empresarial llamado SOFINDUS y creado por el general de las SS Johannes Bernhardt. Así los franquistas continuaban pagando la deuda contraída con los nazis por su crucial apoyo, en hombres y armas, desde los primeros momentos del golpe militar hasta el final de la Guerra”, relata el historiador.
El contrabando
Cuenta Antonio López cómo los testimonios orales transmiten el miedo de los mineros en el contexto de la II Guerra Mundial, con la existencia de grandes registros y un dispositivo permanente de la Guardia Civil para evitar el contrabando, una realidad que siempre ha existido en torno a esta explotación.
Era un contrabando que fomentaban los aliados y el Reino Unido, con el objetivo de alejar toda la materia prima posible de la mano de empresas pantalla que captaban el mineral.
En el libro ‘Historia y patrimonio minero en el Valle de la Serena’, Antonio López cuenta cómo la situación de los trabajadores fue variando. En la época del descubridor, José Cazalet, y más tarde en el momento de la gestión de la empresa “Tres Amigos”, hubo contratos, seguro de accidente privado y se seguiría la legislación laboral vigente.
Unos antiguos mineros de aquella época en el año 1945, que habían extraviado la cartilla del Retiro Obrero Obligatorio, lograron que se les reconocieran sus cotizaciones por los trabajos realizados entre 1914 a 1918 y desde 1923 a 1928. “Por tanto en la primera ”fiebre“ del wolframio las condiciones laborales y de contratación en ”San Nicolás“ se atendrían, al menos sobre papel, a las prescripciones que marcaba la legislación laboral del momento”.
En el caso del segundo período de 'esplendor', la situación sería semejante a la época descrita de la Primera Guerra Mundial. Aunque en esa segunda época de valorización del wolframio no todos los trabajadores tenían las mismas condiciones laborales que en Montes de Galicia.
Por ejemplo, en las minas de la “Rosita” en Campanario y “Pico Lirio” en Castuera a los obreros se les pagaba “a razón de 50 pesetas el kilogramo de mineral vendible, proporcionándoles además las herramientas y los explosivos”.
“Este modelo será el que se imponga en el siguiente boom del wolframio durante los años de la Guerra de Corea. Junto a esta última práctica fue usual, para ambos periodos, la contratación de peones agrícolas destinados a trabajos en concesiones mineras mediante pago de jornales”.
Existía la norma legalmente establecida de contratar solo a jóvenes a partir de los 14 años, aunque en “San Nicolás” hubo menores que, empujados por la necesidad y ayudados por algún contacto en la empresa, accedieron detalla el historiador.
Las minas funcionan hasta los años 80, cuando los precios del wolframio se hunden. En la actualidad existe una empresa que dispone de la concesión. Algunas voces apuntan a que pueden quedar en torno a un millón de toneladas de wolframio en La Serena.