Durante el repicar de campanas de cualquier iglesia o convento del centro de Badajoz, para dar verosimilitud a la estafa, una mujer se hace pasar por la abadesa del monasterio Nuestra Señora de las Mercedes de las monjas Clarisas Descalzas para llamar a comercios de la zona y encargar un pedido que poco minutos después irá a recoger otra mujer. Por supuesto, lo dejará a deber.
Ese ha sido el modus operandi que en las últimas semanas ha llevado a cabo esta farsante que ha logrado, que se sepa, engañar a una farmacia, donde dejó un pufo de 100 euros; una carnicería, donde timó 25 euros y una panadería.
Su último intento se vio frustrado porque un vecino escuchó en la calle cómo la falsa monja hacía un pedido de tres bombonas de butano, por lo que alertó a los empleados del establecimiento. No obstante, a esas alturas la mayoría de los comercios ya estaban al corriente del fraude.
Las monjas clarisas se enteraron de la estafa que se llevaba a cabo en su nombre porque las reclamaciones de las tiendas comenzaron a llegar a través de la persona que habitualmente hace los recados al convento.
Dulce, agradable y “con buen aspecto”
Según ha explicado sor María Esperanza a elDiario.es Extremadura, desde que se enteraron del timo han intentado “ayudar a los comerciantes colocando carteles informativos en la puerta del convento y de la iglesia, y hablando con todos los medios de comunicación”.
En esos pasquines se informa del fraude y del modo de operar de las estafadoras, puesto que sospechan que se trata de al menos dos personas diferentes. Incluso las monjas piden a los dueños de los comercios que confirmen cualquier encargo que se haga desde el convento a través de un número de teléfono. Además, recuerdan que solo hay un empleado que se dedica a hacer estos recados.
Los timos se han producido entre finales de diciembre y principios de enero pero hace días que no se tienen noticias de otros engaños ni se ha identificado a las mujeres, aunque por la descripción aportada por las víctimas, la que acude a recoger los pedidos tiene unos 40 años y una voz “dulce y agradable y con buen aspecto”, lo que ayudó a confiar en ella.
“Creemos que ya estarán escarmentadas porque sería un atrevimiento después de que haya salido en casi todos los medios de comunicación”, sostiene sor María Esperanza, que también subraya la “solidaridad, el cariño y la cercanía” que han mostrado todos los vecinos ante una estafa en la que el convento también ha sido víctima.