La historia de la autonomía tiene detrás los nombres de muchos extremeños y extremeñas que con un franquismo agonizante ocupaban las plazas con anhelos de libertad. El entusiasmo contagiaba a las clases más populares, muchas ganas de cambios.
Detrás de estas historias, entre bambalinas, hay nombres imprescindibles para entender la cadena de acontecimientos que ocurrieron aquellos años de ebullición en Extremadura. Y entre esos nombres está el de Martín Rodríguez Contreras.
Congresista en la primera legislatura de las Cortes Generales, poeta, abogado y creador de la bandera de Extremadura. Tuvo una carrera política corta, aunque no por ello menos intensa e importante.
Megáfono en mano y muchos kilómetros a sus espaldas, era un político vocacional, de esos que tenían la ilusión de construir una democracia para su tierra, para su gente. Así lo recuerda su familia.
Este discípulo de Tierno Galván fue el máximo representante del Partido Socialista Popular (PSP) en Extremadura. Vocal nacional de la formación hasta su unión con el PSOE, también diputado socialista en el Congreso entre el 79 al 82.
Vivió en primera persona el golpe de estado del 23-F junto a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, unos momentos que narró a su familia con mucha angustia, porque sentía que todo lo que estaban construyendo --aún con las imperfecciones, que siempre puso por delante-- se venía abajo. Tiempo después puedo comprobar que estaba en la lista de aquellas personas que iban a ser depuradas si el golpe hubiera triunfado.
Un lugar: Oliva de la Frontera
Martín Rodríguez, fallecido en el año 2000, era por encima de todo un amante de su tierra y de su pueblo, Oliva de la Frontera.
Siempre quiso poner a Oliva en el mapa, hasta el punto de que una de las reuniones de la Junta preautonómica fue en este pequeño municipio de Badajoz, que por un día fue la capital de Extremadura.
Un ciudadano que rechazaba hacer diferencias entre el campo y la ciudad, que despreciaba aquél complejo de inferioridad que cargaban a sus espaldas las gentes del mundo rural, y que entendía que cualquier ciudadano tenía derecho a tener los mismos servicios.
“Era un extremeño que creía en las libertades, en transformar una España en transición, apostando por romper el régimen que oprimía desde los postulados socialistas”. Así lo pone de manifiesto su hija, la periodista extremeña María José Rodríguez, que destaca el marcado carácter didáctico con el practicó la política desde siempre.
Un afán por hacer poseedor al pueblo de conocimiento. Una apuesta por el uso de la cultura como herramienta divulgativa para despertar conciencias de clase, de ‘empoderar’ a ese pueblo acomplejado y hacerle partícipe desde la vida pública de sus derechos y libertades.
Aunque su faceta más conocida sea su aportación de la bandera tricolor como símbolo de la identidad del pueblo extremeño, hay otras tantas cuestiones muy importantes en su figura.
En el 82 intervino en la comisión que debatió el Informe de ponencia del estatuto de Extremadura. Se preocupó especialmente de los emigrantes, promoviendo la necesidad de que se hiciera el primer censo de los mismos, un paso importante si se tiene en cuenta que el grueso volumen de migrados no tenía derecho a votar en su región.
Como congresista lanzó otras preguntas parlamentarias, como la precariedad de TVE en provincia Badajoz, la escasa inversión en la región para el ferrocarril o las indemnizaciones para los envenenados por ingerir vino con arsénico. Participó activamente en comisiones de investigación de derechos humanos y del Tribunal Constitucional.
Pese a que a los más jóvenes les puede pasar desapercibido su nombre, fue cofundador junto al PCE de la Junta Democrática en Extremadura, también representante de la Coordinadora Democrática en la comunidad. Miembro de la Junta Preautonómica y uno de los elaboradores del reglamento interno de la Junta Regional, fue autor de la ponencia de la bandera en la elaboración del texto del Estatuto de Autonomía y también de la defensa del Fuero del Baylio.
Martín Rodríguez Contreras y Tierno Galván
Si se tiene en cuenta que fue uno de los primeros impulsores de los partidos de izquierda en la región en la Transición, no es casual que acabara coincidiendo con Tierno Galván. En este caso en la Universidad de Salamanca, donde el extremeño recibió clases como alumno, hasta considerarse un discípulo del que luego sería alcalde de Madrid, según relata su hija.
Por aquellos entonces Tierno Galván buscaba socialistas con los que entablar alianzas, tanto en España como en Portugal. Y en 1976 será el protagonista del primer acto político que se organizaba en Badajoz desde la II República, que reunió a toda la izquierda, desde PSP hasta la ORT o el PCE.
El escenario elegido fue el Teatro López de Ayala de Badajoz, y aunque Martín Rodríguez y el resto de compañeros lo vendieron como una conferencia política ante los ojos de la Junta de Gobierno de entonces, en realidad era la presentación oficial del PSP en Extremadura. Meses más tarde ondeó por primera vez la que más tarde sería la bandera regional en las calles, en un acto también del Partido Socialista Popular en su pueblo, Oliva de la Frontera.
La historia de la bandera
Nace en la cabeza de Martín durante un concierto de Luis Pastor y Pablo Guerrero. Por aquellos entonces mantiene una serie de reflexiones que le hacen pensar que en la insignia era necesaria la presencia del blanco, como un modo de nexo de dos provincias que no en pocas ocasiones habían mostrado desavenencias mutuas. Finalmente el significado oficial del blanco será otro.
María José Rodríguez quiere dejar claro que, aunque su padre la ideara, fue el propio pueblo el que de manera espontánea popularizó la insignia, comenzó a portarla en las manifestaciones, a ponérsela en las solapas a modo de pin, hasta que generarla como símbolo identitario.
Recuerda en este sentido Manuel Cañada, histórico líder comunista de la región, uno de esos momentos mágicos y espontáneos. Fue el 14 de agosto de 1977 (efeméride de la matanza de Badajoz), cuando se convoca una manifestación en Badajoz a la que asisten más de 9.000 personas. La manifestación terminó con un chaval de 15 años colgando en el ayuntamiento la bandera verde, blanca y negra, no reconocida todavía oficialmente.
Finalmente la bandera tricolor se institucionalizaría como la bandera regional, cuya ponencia recoge el propio Martín Rodríguez en la publicación ‘Historia de Extremadura’.
Venía de una familia humilde, de padre albañil, y todos compartían casa con más familias en el pueblo en aquella España de postguerra. Sus ideas y sus vivencias le llevaron a ser un fiel defensor de los derechos ciudadanos como abogado y como político.
Importó muchos de los pensamientos de la II República a la Transición, como la lucha por un ferrocarril más digno para la región, la emancipación de las personas desde la educación o una sanidad para todos y todas. También apostaba por la autogestión, la producción con medios propios para toda la materia prima que se producía, e igualdad en todos los sentidos.
Bastante crítico, no tuvo pelos en la lengua a la hora de criticar lo que no le gustaba. Defensor de postulados por un medio ambiente limpio y un desarrollo sostenible, hablaba de la amnistía de los presos políticos en sus mítines y de la legalización de todos los partidos.
En el momento de la Transición había dos opciones, o la ruptura total con todo el sistema anterior o una reforma de los estamentos. Martín apostaba por la ruptura, no creía en las transiciones a medias tintas, abogaba por una democracia más federal y participativa, mayor memoria democrática y por supuesto memoria histórica con los acontecimientos de que había sufrido España durante 40 años, destaca su hija.
Con entusiasmo relata María José Rodríguez cómo fue uno de los primeros políticos en hablar de feminismos por aquellos entonces, crítico con la dependencia tanto legal como social a la que se veían sometidas. También defensor de una reforma agraria, una cuestión que en el caso de Extremadura cobraba especial importancia.
Pero al mismo tiempo defensor de una autonomía más orgánica para el PSP, no por una absorción absoluta dentro del PSOE, a modo de una coalición. Algo que años más tarde por ejemplo se ejecutó en el seno de lo que hoy es Izquierda Unida.
A juicio de su hija el hecho de hablar de modo tan sincero le costó ser apartado en las segundas elecciones del PSOE. Pasando un breve periodo en Extremadura Unida, donde no cuajó, más tarde seguiría haciendo política. Aunque en este caso desde su despacho profesional, y de la mano de infinidad de disertaciones y artículos en diferentes medios de comunicación y revistas de la época.
El homenaje que no recibió en vida le llegó en el año 2014, cuando es nombrado hijo ilustre de su localidad, Oliva de la Frontera, que puso su nombre a la biblioteca y la casa de la cultura.
Un gesto que a juicio de su hija es el mejor homenaje que se le podía hacer, porque precisamente Martín Rodríguez Contreras siempre creyó en que la cultura hacía libre al pueblo. En que la cultura era la mayor herramienta transformadora y liberadora para los y las extremeñas.